Esta fotografía fue tomada afuera del cementerio municipal del municipio de Tonalá, Jalisco. La he llamado el paletero y la catrina.
Tonalá se caracateriza por ser una tierra de artesanías que recogen la historia del pueblo indigena y criollo, resultado de la historia indigena y la colonia.
Como se puede apreciar, la fotografía expone una catrina que apertura la entrada al panteón que aún guardaba la decoración tradicional que se coloca para celebrar a los muertos, al fondo un conjunto de esqueletos bailando, porque así es la vida y la muerte, un baile. Como actor principal se sitúa el señor paletero con su carrito.
Expone la dimensión y la línea delgada entre la vida y la muerte. El señor paletero, quien accedió de gusto a ser fotografiado, como parte de sus días de trabajo, se coloca a la entrada del panteón, ofreciendo sus helados y paletas de sabores heladas. Toca su campanita para anunciar a los transeuntes que está allí. Más adelante, una niña sale del panteón con su abuela a compar paletas.
El oficio de paletero es viejo, las empresas de helados tanto transnacionales como locales empujan a esta vieja tradición a ser eliminadas. Sin embargo, la costumbre puede más. Aún perviven algunas fabricas de helados y paletas que con sus viejos carritos ofrecen trabajo a hombres y mujeres, sobre todo se verá que son personas en la etapa de la vejez. Son los paleteros, los de las nieves, que andan por las calles, se paran en las esquinas o a la puerta de espacios públicos para ofrecer no sólo un poco de sabor, sino para ofrecerse a sí mismos su capacidad de seguir activos.