CENIE · 31 Agosto 2020

Sistema geriátrico y salud en la sociedad postcovid

Escribo mis artículos desde la perspectiva empresarial y del emprendimiento, desde el prisma sociológico y de marketing y con una visión política y social que, intento, sea constructiva, mesurada y orientada a la mejora colectiva.

Por tanto, huyo de la culpabilización de personas, partidos, instituciones, sectores o cualesquiera actores de la crisis que nos viene acompañando desde recién entrado el presente y aciago año 2020. No participaré en la fúnebre fiesta de echarse los cadáveres a la cabeza entre oponentes. Más bien, intentaré aprender de lo hecho bien y mal por todos, presumiendo buena fe y mejores intenciones, dado que la pericia técnica, a veces, quedó en entredicho en el duro examen al que la pandemia nos sometió.

Hay quien dice que el sistema evidenció su fracaso y que no sirve. Otros nos llaman a imaginar el desastre que pudo ocurrir y que fue atenuado, gracias a que el sistema es robusto y lo demostró.

También hay quien habla de una generación que se nos fue en tono buenista, a mi juicio exagerado en fondo y forma; quien directamente insinúa un gerontocidio; y quien, bajo el “hicimos lo que pudimos y así seguimos”, pretende ir gestionando a salto de mata. En lo que estamos todos de acuerdo es en que hay que eliminar el menor atisbo de edadismo en el triaje sanitario, y en todos los órdenes de la vida.

Sea como fuere, creo que lo inteligente en sacar aprendizajes rápidos y ”rapidaptar” el sistema. Se precisa de rapidaptación urgente, pues el virus no da tregua, no permite meditar o reflexionar, generar mesas de debate buscando puntos de acuerdo, sino que amerita decisiones rápidas. Propongo, en la medida que la COVID 19 nos permita implementarlas, Dios lo quiera, las mimbres de una reforma que mantenga lo bueno (a veces excelente) del sistema; y me permito sugerir que las autoridades, dispersas, descentralizadas y descoordinadas, busquen la cabeza al pollo y traten de poner cordura al sistema. 

Las diez medidas de mejora del sistema geriátrico para el 2021

Considero que son todas importantes y no las propongo con intención ordinal.

  1. Redefinir el rol de la atención primaria. Entre otras cosas, apostar por la interoperabilidad, famosa en el sector y de la que aún nadie ha visto nada. Hay que revisar la fragmentación política de una vez por todas y lograr que haya un sistema gerontológico nacional. Un plan debidamente coordinado, donde las CCAA tengan la última palabra del detalle táctico de su implantación. Desde el punto de vista informático, de la ingeniería y de la intención política urge la interoperabilidad que obligue a entenderse al sistema de salud pública (que incluya la sanidad pública y la privada) y al sistema geriátrico de residencias, cuidados y tecnología para la dependencia.

  2. Medicalizar con prudencia. Es una frase fácil de escribir y difícil de implementar, pero hay que considerar la necesidad de dotar de instalaciones, equipos y personas, recursos tecnológicos y la debida coordinación ya sugerida en el punto anterior al sistema de salud.  Las personas mayores deben tener la sensación de que viven en un hogar medicalizado de manera no invasora, no invasiva y amigable. No se trata, o sí, no es esa la discusión, de que vivan en semi hospitales, sino de que en caso de alerta, alarma o urgencia sanitaria haya una autonomía suficiente que garantice la plena cobertura a las personas y los directivos de las instituciones que no pueden volver a ver, impotentes, cómo se les van los mayores. La residencia no puede ser, cual Laguna Estigia, el lugar donde vida o muerte se decidan por existencia o no de instrumentos y recursos básicos hospitalarios.

  3. Inspeccionar y certificar mínimos exigibles. Toca crear reglas, normatizar y normalizar, después, su implantación, con mesura, pero con urgencia. Es necesaria la existencia de recursos, de personal y de procedimientos, así como es necesario inspeccionar con normalidad (primando la voluntad de mejora) y preparar el sistema antes de que se produzca la pulsión sancionadora o de recaudación vía multas y penalizaciones, a las que tantas veces nos acostumbró el Estado. 

  4. Lograr la coordinación público-privada. Es vital. El discurso “lo público es bueno y lo privado es malo” es caduco. Pero, además, es inservible, pues es imprescindible la cooperación para que lo privado llegue donde no llega lo público o estatal. Y esta observación tiene sentido en el doble eje que compone el sistema gerontológico: el sistema de salud geriátrica y el sistema residencial y de cuidados. Aseguradoras, mutualidades, empresas del sector residencial, empresas del “sector dependencia”, si lo hubiere, o de cuidados, están tardando en coordinar esfuerzos tendentes a preparar nuestro país para la mejor cooperación que evite el despilfarro de vidas y recursos.

  5. Implementar protocolos de crisis. Nunca vivimos una situación parecida anteriormente, y no es reprochable la inexperiencia ante lo que nunca se previó, salvo por las mentes más calenturientas del cine de ciencia ficción serie B. Ahora sabemos que lo imprevisible hay que preverlo y que, quizá, inspirados en los peores seriales, novelas o mitos literarios de calamidades, plagas y epidemias, hemos de crear protocolos, procedimientos, procesos y dotar, legislativamente y a nivel de normativas y reglas de actuación, de las guías del mejor funcionamiento para cuando llega el suceso esperado inesperadamente. Como señala Marta García Aller en el libro Lo imprevisible.

  6. Trabajar para que la residencia sea una nave nodriza, interdependiente del sistema de salud e íntimamente relacionada con el sistema de atención primaria. Debe controlarse a los mayores, pero también a los trabajadores y todos los profesionales que por allí transitan.

  7. Extender el uso de Big Data. La creación de modelos estadísticos y el uso de las matemáticas/ data science es una urgencia inaplazable. Modelos de anticipación de crisis, de prevención y periscopios de tendencias nos permitan adelantarnos a las crisis y que no nos pillen de manifestación o en el teatro (lo que no será fácil en los próximos anos, por otra parte).

  8. Fortalecer el sistema de cuidados. No es de recibo que leamos impasibles que aparecen ancianos muertos solos en sus casas, a veces momificados.  Dependencia, cuidados, atenciones de todo tipo serán requeridas por los mayores en sus casas. Con confinamiento o sin él, es de prever que los mayores vivirán en sus casas, donde hay que proveer de bienes y servicios para su subsistencia, comodidad, facilidad vital y, en lo posible, placer y disfrute. 

  9. Desarrollar las ‘age TECH”, las tecnologías domóticas, basadas en inteligencia artificial, sensórica y biometría. Muy especialmente la e-health ha venido para quedarse. Es una urgencia, una prioridad, invertir y emprender en soluciones para facilitar la vida de las personas en sus casas. Luchar contra la soledad y la telemedicina (que ha de cambiar el cara a cara con el médico e implantar un nuevo monitoreo) son urgencias que no pueden esperar, como se ha demostrado en la crisis del primer semestre del 2020.

  10. Mejorar la hospitalización domiciliaria. Merece ser mencionada aparte, pues la pandemia ha demostrado que mayores que entraban mal en el hospital, salían difuntos, porque lejos de mejorar empeoraron en ambientes de carga vírica muy superior a la que habría habido en su casa. En crisis sucesivas, hay que dotar al sistema, y no es fácil en el cortísimo plazo, de tecnologías para la hospitalización y monitoreo domiciliario de las personas mayores.

Sin edadismo negativo, ni condescendencia, con mesura y concentrados en el enemigo, que es la enfermedad y no el adversario político, en síntesis: debemos acelerar para la mejor coordinación, modernización tecnológica y de procesos/procedimientos,  medicalización,  normalización e inspección de un sistema que hay que hacer aún más robusto. Nos va la vida en ello.

Para la elaboración de este artículo, además de mi reflexión personal, me he servido de las notas tomadas  en las entrevistas telefónicas realizadas al Dr. Ribera Casado, académico de Gerontología y Geriatría de la Real Academia Nacional de Medicina; al economista José Antonio Herce; al director de Inforesidencias.com Josep de Martí; a la presidenta de UNESPA, Pilar González de Frutos; y al presidente del Patronato de la IE Universidad de Segovia, Rafael Puyol.

A los cuatro les doy mi más sentido agradecimiento.

 

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