Préstamo del alemán Agnosie y este del griego agnōsía (ἀγνωσία) ‘desconocimiento’. En 1891 Sigmund Freud (1856-1939), en su libro sobre la afasia, utilizó el término para referirse a este significado y la mayor parte de la comunidad científica lo aceptó: «Para las perturbaciones en el reconocimiento de los objetos, que Finkelnburg llamó asimbolia, quisiera proponer el término agnosia» (Freud, 1891/1973: 80).
La agnosia es la incapacidad para reconocer personas o cosas, todo nuestro entorno, a través de la vista, oído o tacto (agnosia visual, auditiva o táctil). Cuando el paciente adquiere agnosia visual, por ejemplo, no puede reconocer un objeto que ya conocía, como una chaqueta, un sombrero, una calle, etc., aunque sí pueda describir la forma de sus componentes y hasta del conjunto. En fases avanzadas de la enfermedad de Alzheimer, el enfermo acaba por no reconocer a su familia ni a él mismo ante un espejo.
«Zineb, la enfermera, ha venido hoy a cambiarle los vendajes. Como ya no la reconoce, se niega a darle el pie para que se lo cure. Zineb le dice que no le va a hacer daño. Ella sonríe. «¡Si me haces daño, te regañará mi papa! Aquí está mi pie, límpiame la herida y no me trates como a una cría asustada». Las cosas vuelven a su sitio. Mi madre recupera la memoria. Sólo era un nubarrón, un breve olvido. Una cortina de humo que nubla sus recuerdos» (Jelloun, 2008/2009: cap. 1).
«A medida que avanza la enfermedad, cada vez sus momentos lúcidos son menores. Aunque no siempre sucede, me mata de dolor y de tristeza ver que me acerco a mi madre y no me reconoce. Me pregunta: ¿quién eres? Le respondo: ¡soy tu hija! Se voltea hacia mi padre y le pregunta: ¿tú sabes quién es?...» (Feria Ochoa, 2005: 195-196).
Incapacidad para reconocer el significado de los estímulos visuales, auditivos o táctiles.