Modelos de intervención para residencias de mayores (I): The Eden Alternative
Son las 8 de la mañana. Hoy brilla el sol y hace buena temperatura. He descansado bien; no he dormido ni mucho ni poco, lo que me ha pedido el cuerpo. Me siento con fuerzas para afrontar el día que tengo por delante. Pronto vendrá la enfermera; necesito algo de ayuda para poder asearme y vestirme. Creo que hoy me pondré la camisa de cuadros azul con la falda plisada. Me gusta que haga calor para no tener que usar medias. Hoy no leeré el periódico después del desayuno; últimamente las noticias se repiten mucho. En lugar de ello pediré a María, mi compañera de planta, que me lleve directamente hasta el jardín para comprobar que la tierra de las petunias no se ha secado demasiado. Al traerlas de casa se pusieron un poco mustias, pero ahora se encuentran perfectamente adaptadas. Si no me falla la memoria, a las 12 tengo cita en rehabilitación. Mis piernas no se mueven por sí solas, pero aun así necesitan un poco de estimulación. Terminaré casi a la hora de comer. Hoy no me toca cocina; ya ayer pasé un buen rato lavando patatas para el puré de la cena. Antes también las pelaba, pero cada día tengo menos destreza con el cuchillo. Si me encuentro cansada dormiré un poco la siesta; si no, creo que a las 4 había taller de informática. ¡Sí, de informática! Estamos imprimiendo fotos que nos mandan al buzón de correo del centro la familia y los amigos para decorar nuestras habitaciones y el salón. ¡Se me ocurrió a mi! No todos están participando; a muchos les aterra esto de las nuevas tecnologías y prefieren dedicarse a otras cosas: para gustos los colores. Alberto dijo que echaba de menos a sus nietos, a los que había cuidado siempre, y como viven muy lejos y los ve poco se ofreció a cuidar en las instalaciones por las tardes a los hijos de una familia que vive muy cerca y que trabaja casi todo el tiempo. ¡Hay que verlo! ¡Hasta chuta el balón! Mi amiga María, que tiene la mente muy lúcida, ha organizado un taller de ajedrez y está enseñando a adultos del vecindario a jugar por las mañanas. Yo no quiero aprender a estas alturas. Cuando acabe con las fotos voy a ayudar un rato en la lavandería, que hay muchas toallas que doblar: aquí somos casi cincuenta internos. Para cuando me canse, será la hora de cenar. Esta noche solo voy a ver un ratito la tele porque mañana es sábado y tengo que descansar para el día cultural: algunos que somos naturales de Murcia vamos a enseñar al resto nuestro folclore. ¡Llevamos semanas preparándolo! Me hace mucha ilusión que los demás sepan quién soy y de dónde vengo.
Suena bien, ¿verdad? Esta narración es ficticia, pero podría ser completamente verídica; la de alguien capaz de elegir en qué va a consistir su rutina diaria, qué actividades le hacen sentir como en casa y le realizan como persona, que conserva su independencia dentro de lo posible y a quien se le da la oportunidad de explotar sus talentos y habilidades. No parece que se trate de un residente que vive en un centro hospitalario y al que el aburrimiento le persiga por las esquinas. Esto es posible, está a nuestro alcance y, de hecho, ya se ha materializado en muchos centros para mayores que aplican modelos de intervención centrados en la persona (one person-centered intervention).
Hasta los años noventa, solo existía en el mundo un modelo de residencia para mayores: el modelo médico centrado en la atención a la salud de los internos, del que hablamos en el post anterior. Los centros para mayores eran estructuras organizadas alrededor de un patrón jerárquico hospitalario que trataban de cumplir con criterios de eficiencia, estandarización, optimización de producción y costes y con la normativa vigente. La atmósfera interna de estos lugares era muy parecida en todos los casos: una recepción al entrar y residentes siguiendo rutinas muy específicas con poca oportunidad para el desarrollo y la expresión personal. La prioridad era cubrir las necesidades físicas y se hacía menos caso a las sociales y espirituales.
Un informe del United States Senate Special Committee on Ageing demostró en los años setenta que la mitad de los internos de residencias americanas se encontraban peor después de su ingreso porque pasaban el 56% del día sin hacer nada, en sus habitaciones, solos. Entonces, la Nursing Home Reform Act, como parte del Omnibus Reconciliation Act (OBRA), decidió en 1987 introducir una serie de innovaciones en el modelo de residencia para promover un cambio cultural respecto a los servicios que se ofrecían en estas. El objetivo era dirigir la atención hacia los valores de cada individuo y escuchar las voces de los mayores con más respeto.
En este contexto, la primera iniciativa real llegó en el año 1991, de la mano del Doctor Bill Thomas. Se llamó The Eden Alternative (TEA). Se trata de una organización internacional sin ánimo de lucro dedicada a crear calidad de vida para los mayores y sus cuidadores. Sus promotores defienden que, independientemente de la edad que se tenga, hay que luchar para seguir creciendo. Y esto solo puede conseguirse cuando la atención a los mayores no se convierte en una calle de sentido único, sino en una asociación de colaboración. En TEA prefieren llamar tanto a los enfermeros como a los internos “compañeros de cuidado” (care partners), porque ambas partes deben dar y recibir para garantizar el buen funcionamiento del centro. Unos y otros se esfuerzan por mejorar la sensación de bienestar de la comunidad promoviendo un clima en el que no quede lugar para lo que denominan “las tres plagas”: la soledad, la impotencia y el aburrimiento.
Inicialmente, TEA se pensó para las residencias, pero con el paso del tiempo se ha extendido a cualquier entorno de cuidado de mayores, incluyendo la atención domiciliaria (Eden at Home). Cualquier centro o cuidador interesado en su proyecto puede tener acceso a la educación necesaria en sus principios y prácticas para garantizar el envejecimiento digno de sus residentes. Pues bien, ¿en qué consisten esos principios?
Los 10 principios de The Eden Alternative son:
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Reconocer como principales factores de riesgo el aburrimiento, la soledad y la impotencia.
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Crear una comunidad centrada en los mayores donde exista el contacto continuo con plantas, animales y niños.
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Facilitar la compañía de otras personas.
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Intercambiar cuidados entre los mayores y los enfermeros, los familiares, los amigos, los vecinos, los voluntarios y otros mayores.
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Dar rienda suelta a la variedad y la espontaneidad en las actividades.
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Garantizar el acceso a actividades significativas que provengan de iniciativas de los internos.
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Colocar los tratamientos médicos al servicio del cuidado humano.
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Suavizar las jerarquías otorgando la maxima autoridad posible en la toma de decisiones a los mayores.
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Potenciar el crecimiento humano en un proceso de aprendizaje infinito.
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Contar con una directiva competente capaz de formar a otros en esta filosofía.
El Dr. Thomas imaginó un ambiente de cuidado en el que las personas pudieran “vivir y prosperar, no solo esperar a morir”. Para ello, era preciso luchar contra las tres plagas de las residencias para mayores: contra la soledad, creando una comunidad centrada en los propios residentes a los que se les permitiera el contacto con otros seres vivos, capaces de ofrecer compañía, a los que dar y de los que recibir cuidados; contra el aburrimiento, dejando espacio a la creatividad y a lo inesperado a través de la promoción de actividades significativas; contra la impotencia, asegurando que nadie viera mermadas sus posibilidades de crecimiento por culpa de tratamientos médicos, creando un entorno en el que primase la retroalimentación y apoyando la autodeterminación desde el respeto de los ideales, las aspiraciones y las habilidades de los mayores. Una de las prácticas que hacen tan interesante esta iniciativa, por ejemplo, son las reuniones regulares y espontáneas y planificadas entre residentes y cuidadores en las que se discuten temas importantes identificados por los primeros y en las que juntos toman decisiones sobre la marcha del centro. Esta es la forma de crear comunidades en las que la vida merezca la pena ser vivida.
Lo demuestran los estudios que se han llevado a cabo sobre The Eden Alternative. Uno de ellos, realizado por The Texas Long Term Care Institute, evidenció que los centros en los que se ha puesto en marcha este modelo de intervención reportan un 60% menos de incidentes relacionados con el comportamiento de los internos, un 57% menos de úlceras en los pacientes, un 25% menos de residentes que pasan a estar encamados y un 11% de aumento en el censo. Otro del Elmhurst Extended Care reveló un 63% menos de agresiones a empleados y que las horas de enfermería se redujeron a cero.
El modelo de intervención de TEA ha entrenado hasta el presente a más de 30.000 profesionales en todo el mundo y ha logrado que cientos de centros para mayores se “Edenicen”. Cuenta con un equipo de formadores que se encargan de llevar su filosofía fuera de los Estados Unidos, a lugares como Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia, Países Bajos, Austria, Alemania, Suiza y Mauritania. Si The Eden Alternative se encuentra en el top-10 de entre las innovaciones más influyentes y exitosas en el cuidado de mayores, ¿por qué en España nos hemos quedado al margen de este edénico proyecto?