Europa se tiñe de gris
La sociedad europea está envejeciendo. En 1950, sólo el 12% de la población europea tenía más de 65 años. Actualmente, la proporción ya se ha duplicado, y las proyecciones muestran que en 2050 más del 36% de la población europea tendrá más de 65 años.
Los “culpables” son las tasas de natalidad y la longevidad. En el pasado, una mujer en Europa tenía de promedio más de dos hijos. Desde el año 2000, la tasa de natalidad ha caído por debajo de ese umbral. Los europeos también viven más ahora: 78 años en promedio, bastante más que los 66 años de la década de 1950.
La vida humana prolongada es un signo de la prosperidad de Europa, pero combinada con la baja tasa de natalidad, también está creando una serie de problemas sociales y financieros para el viejo continente.
Quizás el más crítico sea el hecho de que la proporción de personas que trabajan y que pueden brindar atención a las personas mayores se está reduciendo, y todo ello se agrava a medida que aumenta la cantidad de personas que necesitan atención.
Este desequilibrio entre la demanda y la oferta, que conduce a la escasez de enfermeras y otros proveedores de atención profesional, ya está desafiando a los países de rápido envejecimiento como España o Portugal.
El aumento de la demanda de atención también requerirá importantes recursos financieros. En 2014, los países de la OCDE gastaron en promedio el 1,4% del PIB en atención a largo plazo, pero se prevé que estos costes aumentarán sustancialmente hasta alcanzar el 6,4% para 2060.
El gasto público en atención a largo plazo es mayor en países como Holanda y los países escandinavos (donde cuesta entre un 3% y un 4% del PIB) y el más bajo en Europa Central y Oriental. En Polonia, Hungría y Estonia, menos del 1% del PIB se gasta en atención a largo plazo.
Esta diferencia en los gastos refleja no sólo la proporción de la población que envejece, sino también la diversidad de los sistemas de atención a largo plazo en Europa. Holanda y los países escandinavos, por ejemplo, tienen sistemas bien desarrollados de atención formal para personas mayores, que ofrecen una amplia gama de servicios gubernamentales y del sector privado en el hogar o en instituciones.
En los países de Europa Central y Oriental, por otro lado, el cuidado de las personas mayores se considera en gran parte responsabilidad de las familias. En estos países, al igual que en los países mediterráneos, una persona mayor que necesita cuidado diario durante un largo período de tiempo probablemente se mudará con sus hijos o familiares, quienes brindan apoyo social y brindan asistencia médica cuando sea necesario.
Desafíos del cuidado informal
Aún cuando buscan aumentar su estabilidad de proveedores profesionales de atención a largo plazo, los países se esfuerzan por fomentar la atención informal basada en la familia, que se cree más beneficiosa para las personas mayores y ejerce un menor costo social, y por ello, más factible.
En Alemania, los cuidadores no remunerados tienen la opción de reducir sus horas de trabajo con un beneficio de licencia pagada a medio plazo. En República Checa e Irlanda, existen exenciones fiscales para los cuidadores informales para compensar sus esfuerzos.
Este tipo de apoyo seguirá desempeñando un papel importante en los países de Europa occidental y oriental. Pero también plantea preguntas sobre el control de calidad. ¿Cómo saben los países que sus mayores reciben una atención adecuada? ¿Y quién vigila su bienestar?
Los cuidadores informales, como los familiares y vecinos, generalmente no tienen capacitación especializada, lo que significa que, en general, carecen de habilidades y conocimientos sobre el reconocimiento de los síntomas y, por lo tanto, sobre el tipo de atención médica necesaria, lo que hace que el establecimiento de mecanismos de control de calidad en el cuidado informal sea un desafío necesario.
Las personas mayores de hoy no son pasivas en este proceso. La digitalización generalizada de la sociedad y el mayor conocimiento tecnológico le han dado a las personas mayores un mejor acceso a la información, lo que puede aumentar sus expectativas sobre la calidad y el tipo de atención que deben recibir.
Encontrando nuevos sistemas de cuidado a largo plazo
En toda Europa, desde el oeste rico hasta el este en desarrollo, siempre hay demandas competitivas de recursos públicos. Así hemos de ser conscientes que cualquier dinero invertido en el crecimiento de los sistemas de cuidado de los mayores a largo plazo también podría usarse para satisfacer otras necesidades sociales apremiantes, como por ejemplo el lanzamiento de nuevos programas de salud pública o ambientales.
En Europa occidental, donde ya existen amplias estructuras de atención, sus precios cada vez más elevados harán que sean difíciles de mantener en los próximos años, ya que la población necesitada sigue creciendo.
Los países de Europa del Este enfrentan un dilema político diferente: brindar atención a los familiares mayores tiene un coste considerable para los miembros de la familia, y los recursos públicos para crear residencias siguen siendo escasos.
A medida que cada país comienza a meditar sobre un futuro en el que su población trabajará menos pero necesitará más, todavía no está claro cuál es el camino.
Hasta la fecha, la Comisión Europea ha comenzado a estimular la colaboración entre países en el cuidado de personas mayores con plataformas supranacionales como la European Innovation Partnership on Active and Healthy Aging, un portal que ayuda a instituciones, profesionales e investigadores en el campo de la salud y el envejecimiento a encontrar recursos de capacitación. buenas prácticas, modelos de cuidado y similares.
Este es un paso relativamente pequeño para enfrentar un problema social en todo el continente. En el pasado, la UE ha respondido a la necesidad de coordinar problemas nacionales similares, como la agricultura, por ejemplo, definiendo subsidios, regulaciones e inversiones para los países de la UE.
De manera similar, un programa europeo común sobre el envejecimiento basado en el compromiso y la iniciativa de los países individuales también podría funcionar, ayudando a cada Estado miembro de la UE a construir un sistema de atención específico para el contexto que beneficie tanto a sus ciudadanos más longevos como a la sociedad en general.