LA RESISTENCIA DE AQUILINO

Aquilino Fernández señala el cauce del Órbigo (León). A un lado, maizales verdes y altos, alimentados por el riego modernizado; al otro, huertos secos, tierra cuarteada y acequias vacías donde antes corría la vida de los pueblos ribereños. A sus más de 70 años, lejos del sosiego que promete la jubilación, Aquilino se ha convertido en una de las voces que denuncian que ese progreso ha dejado fuera a los pequeños huertos, molinos, acequias que dependen del agua para subsistir. Aquilino no necesita alzar la voz. Su presencia aquí, frente a un río que ha alimentado generaciones, es ya una forma de resistencia. Junto a una asociación vecinal reclama el caudal ecológico pactado y la protección de un territorio que se niega a perder su pulso. Esta es una batalla por la defensa de la tierra, de la biodiversidad y de un modo de vida que se apaga cuando el agua deja de llegar.