El problema de la vivienda también afecta a las personas mayores.
En ocasiones, los análisis sobre desigualdad son interpretados en términos comparativos. Pareciera que, si los jóvenes están mal, significa que en el resto de las edades las problemáticas están resueltas. No cometería el error de invertir la relación: la pobreza no es una cuestión de edad, sino de clase. Si no entendemos esto, no seremos capaces de desarrollar las herramientas necesarias para abordar el malestar que sufre la población.
Entre las diferentes dimensiones de la manifestación de la pobreza, la vivienda es uno de los elementos clave. Es un acelerador de la pobreza, es la ejemplificación de la exclusión y una de las manifestaciones que, siendo determinante en el bienestar, suele quedar invisibilizada. En la actualidad el problema de la vivienda impide que numerosas personas jóvenes no puedan independizarse. Aunque no es un problema exclusivo de la ciudad, en estas es donde se concentran las mayores dificultades en términos económicos para poder pagar un alquiler. La compra tampoco ha disminuido su dificultad mientras aumentaba el coste del alquiler: la vivienda ha quedado vetada para las clases socioeconómicamente menos pudientes.
Pero lo anterior, real y causante de un enorme sufrimiento, no implica, en absoluto, que en el otro extremo de la pirámide las necesidades residenciales estén cubiertas. De hecho, en la actualidad existe un profundo desajuste entre el parque residencial, existente ocupado y las necesidades de personas de todas las edades, pero que se agudizan a medida que aumentan los años. El diagnóstico pormenorizado arroja una variedad de situaciones caracterizadas por una gran desigualdad residencial en la que, además, existen situaciones de extrema vulnerabilidad. Dicho de otro modo: si bien la mayor parte de la población mayor de 65 años tiene resueltas sus necesidades residenciales, parte de esta población 65+ sufre en su vivienda problemas derivados de la inadecuación entre las características del entorno y las demandas (cambiantes a menudo que avanza la edad) y otra parte de las personas mayores no tiene, en absoluto, cubiertas sus necesidades mínimas en materia de vivienda.
Distinguiríamos, por un lado, la situación de la vivienda; la situación del edificio y la situación del entorno inmediato. Tenemos situaciones, en aumento, de personas que pueden tener cubiertas sus necesidades residenciales básicas pero que se encuentran en edificios con diferentes problemas (destacando la accesibilidad; ausencia de ascensor y problemas de accesibilidad en muchas ocasiones encubiertas). En el entorno inmediato (aledaños del portal) también encontramos problemas de gravedad que impiden, en la práctica, el contacto entre la persona y el exterior. Es aquí cuando yo hablo de soledad impuesta. Quien no puede salir a la calle no podrá relacionarse y
quedará condenada a una vida de aislamiento y de dependencia de los otros.
Dentro de la vivienda encontramos una variedad de situaciones: un porcentaje nada desdeñable de personas 65+ no han conseguido cubrir adecuadamente el acceso a la vivienda adecuada (20,1% según los cálculos de mi tesis doctoral, que puedes consultar en La vivienda en la vejez). Estas personas acumulan problemas de diferente gravedad que, en conjunto, disminuyen su calidad de vida y dificultan su permanencia
en el entorno deseado.
¿Y las soluciones? Lo cierto es que el sector privado desconoce, en su mayoría, las necesidades y demandas de las personas 65+. Esto se debe, entre otras cuestiones, al edadismo que caracteriza el análisis de la vejez. Se ofrecen soluciones a problemas que no han sido diagnosticados.
Por ejemplo, el cohousing sería una alternativa, pero no una solución: siendo una opción respetable y, en algunos casos, interesante, no es la solución a ninguno de los problemas residenciales que he señalado. Nos parecería una barbaridad que, ante un problema en la vivienda de un hogar joven se les dijese “no, lo que tenéis que hacer es ir a una vivienda colaborativa”. No existe un diagnóstico ni un gran conocimiento sobre qué desean las personas mayores. Se ha hecho una generalización de lo particular, a pesar de que el deseo de envejecer en cohousing o residencia caracteriza a un porcentaje mínimo de la población. No se analizan otras alternativas.
¿Qué pasa con la elección? Sacar a la persona de su entorno tiene una serie de consecuencias de gravedad, que en el caso de los y las mayores (precisamente cuando más impacta) suelen ser ignoradas.
Es decir: la permanencia de la persona mayor en su entorno no se favorece y no recibe atención específica. Se asume que la persona tiene necesidades derivadas de la demanda de cuidados (solución=residencia) o derivadas de cuestiones relacionales (solución=cohousing), pero no se abordan las necesidades que puede tenerse dentro de la propia vivienda y los abordajes que posibilitan que la persona permanezca en su entorno en situación de bienestar.
Necesitamos un diagnóstico que incluya datos objetivos veraces y que refleje las opciones y la dimensión subjetiva de las personas mayores, de los y las interesadas. Por un lado, deben analizarse las condiciones residenciales, teniendo en cuenta las tres dimensiones señaladas: vivienda, edificio, entorno inmediato, desde la dimensión técnica y objetiva pertinente. Por otra parte, es necesario incorporar la dimensión subjetiva. ¿qué desean las personas 65+? ¿Qué necesidades detectan ellos y ellas? ¿son iguales las necesidades de las personas que viven en ciudades grandes o mediadas o en medios rurales?
Si deseamos aliviar el malestar residencial de las personas mayores necesitamos responder a estas preguntas. Tenemos un gran desconocimiento al respecto y tiramos de estudios de caso (de pequeña escala) o de estadísticas de hace tiempo, que ignoran la aparición de una nueva vejez que ya no se caracteriza por ni se identifica con las definiciones tradicionales. Los escasos datos con lo que contamos que permiten dar respuesta a algunas de estas preguntas (o a parte de estas) son insuficientes y no abordan determinadas aristas e interpretaciones de la realidad que sería necesario tener en cuenta.
Una de las posibilidades en el abordaje de las soluciones, una vez realizado un diagnóstico adecuado, debe partir de la configuración de equipos interdisciplinares en el que se incluyan a personas mayores afectadas por el problema de la vivienda y que pongan sobre la mesa las distintas visiones. Tampoco debemos olvidar que la situación residencial de las personas mayores está incluida en otra realidad amplia y también expuesta a nuevas dimensiones de desigualdad; la del espacio en el que se ubican las viviendas. Debemos evitar aquellas visiones/soluciones que pasen por la segregación socioespacial de las personas mayores. Una sociedad intergeneracional también es la que favorece el contacto espacial de personas de todas las edades.