26/04/2025

Una nueva narrativa para un nuevo tiempo: por qué el CENIE habla hoy de longevidad

DSFV

Sin un cambio en la narrativa, no hay cambio cultural duradero. En esta tercera entrega, exploramos por qué repensar cómo hablamos de longevidad es el primer paso para transformar cómo la vivimos. 

Toda transformación comienza por la forma en que nos contamos. No hay cambio estructural sin un cambio narrativo que lo sostenga, lo inspire y lo explique. Durante décadas, hablar de envejecimiento fue una manera de anticipar el futuro. Hoy, ese futuro ya no está por venir: está aquí, y nos obliga a nombrarlo con nuevas palabras, a mirarlo con otros ojos. 

Desde el CENIE hemos asumido que, si queremos contribuir a construir sociedades más justas, inclusivas y longevas, el primer paso es revisar nuestro propio lenguaje. Porque no se trata solo de actualizar términos, sino de transformar los marcos desde los que pensamos, comunicamos e intervenimos. Si creemos en la necesidad de una nueva narrativa de la longevidad, ¿cómo no empezar por nosotros mismos? 

Del envejecimiento a la longevidad: no es solo una cuestión de estilo 

El lenguaje que usamos no es neutro. Condiciona lo que vemos, lo que priorizamos, incluso lo que imaginamos como posible. Durante mucho tiempo, el discurso sobre el envejecimiento ha estado anclado —aunque no siempre de forma intencionada— en una visión reduccionista: como etapa, como declive, como carga, como “problema” a resolver. Esa narrativa, por más que haya evolucionado en parte, sigue girando en torno a lo que falta, lo que se pierde, lo que se debe atender. 

Hablar de longevidad, en cambio, desplaza el foco. No niega las necesidades ni las vulnerabilidades, pero abre un horizonte más amplio. Nos permite pensar en el ciclo vital completo, en las transiciones, en las contribuciones. Nos obliga a preguntarnos no solo cuántos años vivimos, sino cómo, con quién, con qué sentido, con qué derechos. Y nos recuerda que vivir más tiempo es, ante todo, una conquista civilizatoria, no un problema logístico. 

La longevidad como fenómeno transformador 

Al poner la longevidad en el centro de nuestro relato institucional, no solo adoptamos un nuevo término: reformulamos nuestra forma de entender la realidad. Ya no se trata de centrarnos en un grupo de edad, sino de comprender una transformación estructural que afecta a toda la sociedad. Porque la longevidad no es un fenómeno individual: es una nueva condición social. 

Esto implica revisar la forma en que organizamos el tiempo, el trabajo, el aprendizaje, la protección social, los vínculos entre generaciones. Implica repensar la educación, la arquitectura, el urbanismo, el diseño de políticas públicas y la propia idea de ciudadanía. Y, sobre todo, implica construir nuevas formas de relación entre las edades. No como compartimentos estancos, sino como trayectorias diversas que se entrelazan y se enriquecen mutuamente. 

Contar de otra manera para vivir de otro modo 

La decisión de renovar la narrativa institucional del CENIE no surge de una moda ni de una estrategia de comunicación. Surge de un proceso de escucha, de análisis crítico, de convicción ética y de coherencia con lo que promovemos. Si queremos incidir en el modo en que las sociedades comprenden y gestionan la longevidad, debemos empezar por el modo en que la nombramos. 

Eso significa revisar nuestras secciones, nuestros textos, nuestras prioridades. Significa construir un lenguaje más justo, más preciso, más capaz de captar la complejidad del mundo que habitamos. Significa también dejar atrás una mirada centrada en la edad cronológica, para avanzar hacia una comprensión más rica del curso de vida, de los contextos, de las capacidades y de las oportunidades. 

Hablar de sociedades longevas, de esperanza de vida saludable, de economía de la longevidad, no es solo cambiar etiquetas. Es reordenar el pensamiento, abrir nuevas preguntas, invitar a nuevas respuestas. Es declarar que el CENIE no se limita a describir lo que pasa, sino que aspira a formar parte de lo que puede llegar a ser. 

Una transformación que empieza por casa 

Por eso este artículo no es solo una explicación. Es también una invitación. A quienes nos siguen, a quienes colaboran con nosotros, a quienes se sienten parte de esta conversación. Queremos compartir este proceso, hacerlo visible, ofrecerlo como ejemplo de algo más grande: la posibilidad de construir juntos una narrativa distinta para un tiempo distinto. 

Sabemos que los relatos no se imponen: se tejen. Y que una nueva narrativa de la longevidad no será el resultado de una sola voz, sino de muchas. Necesitamos filósofos y cuidadoras, economistas y vecinas, urbanistas y personas jubiladas, jóvenes y profesionales de la salud. Necesitamos pluralidad, escucha, imaginación, rigor y afecto. 

Desde La Bitácora del CENIE, este espacio que cultivamos con cuidado, queremos abrir camino a esos nuevos relatos. Y qué mejor manera de hacerlo que comenzando por el nuestro. Porque si algo hemos aprendido en este proceso, es que toda transformación empieza por la forma en que nos contamos.

¿Y si el problema no fuera la vejez, sino cómo la contamos?