¿Las personas mayores no se drogan? el consumo de drogas en la vejez

Cuando se habla de consumo de drogas, la imagen que comúnmente viene a la mente es la de una persona joven. Sin embargo, los datos recientes empiezan a romper ese estereotipo: los mayores también se integran en esta realidad silenciosa. En Europa, el consumo de drogas entre personas mayores —especialmente aquellas con antecedentes de uso prolongado, es decir, que ya lo hacían desde edades tempranas— está en aumento. Esta tendencia rompe ciertos estereotipos (muchos, aunque sea en un hábito tan malo) pero, sobre todo, plantea importantes desafíos sanitarios y sociales.
El fenómeno es lo suficientemente relevante como para que comience a ser estudiado en informes europeos de forma específica, como en el Older people and drugs: health and social responses (2023). Sobre personas más jóvenes tenemos el European Drug Report 2024, pero también muchos otros. En ellos no se hace referencia a personas mayores, pero me resultó el punto de partida de este post pues señalan el aumento de muertes a edades avanzadas causadas por el consumo de drogas. Para dimensionar esta realidad, el informe señala que entre 2012-2022 el incremento en las muertes inducidas por drogas entre personas de 50 a 64 años ha aumentado un ¡66%! Contrario a la percepción común de que las sobredosis afectan principalmente a jóvenes, los datos muestran que muchas de estas muertes ocurren en hombres de 40 años o más. También se señala (y esto es importante) que la población de consumidores de opioides en Europa está envejeciendo, lo que tiene sin duda implicaciones para los servicios de tratamiento y atención médica. Más que hacerme sospechar que se produce un aumento entre las personas mayores (es decir, que la gente comienza a consumir a edades tardías) lo que me hace pensar es que las personas adictas también alargan su esperanza de vida, pero hay otras realidades contenidas en esta.
En los informes analizados, se hace referencia al consumo de drogas ilegales (como la heroína, el cannabis, la cocaína y los nuevos psicoactivos), pero también se incluyen sustancias legales que son utilizadas de forma indebida y que pueden esconder fuertes adicciones (por ejemplo, opioides prescritos). Es decir, cuando hablamos de consumo de drogas no hace falta que nos imaginemos innecesariamente a la señora Juana de 85 años consumiendo algún psicotrópico en un festival de música, sino que podría ser que Juana (o Juan) estuviese accediendo a estas sustancias a través del sistema sanitario, pero haciendo un uso problemático. Siguen siendo drogas y siguen siendo una respuesta ante un problema que Juana tiene, que sufre (sea ansiedad, tristeza, malestar psicosocial a grandes rasgos). Pero más adelante hablo un poco más sobre esto.
Como señalaba antes, según el Informe Europeo sobre Drogas 2024 de la Agencia de la Unión Europea sobre Drogas (EUDA), uno de los cambios más significativos en los últimos años es el envejecimiento progresivo de la población con trastornos por consumo de sustancias (para complementar: igual Juana era consumidora de antes y sí que sigue yendo a festivales). No estamos hablando (al menos, no en gran medida) de personas que comienzan a consumir drogas en la vejez, sino de personas con trayectorias de consumo prolongadas que están envejeciendo. Este fenómeno se observa de forma clara en los datos sobre tratamientos y muertes: en 2022, el 27% de las muertes inducidas por drogas correspondió a personas de 50 años o más. Entre 2012 y 2022, el número de fallecimientos por sobredosis en el grupo de 50 a 64 años aumentó un 66% (EUDA, 2024).
Aquí es importante hacer cierta mención a la consideración de persona mayor. En este blog he hablado en diversas ocasiones sobre el umbral de la vejez que, desde mi perspectiva, ha de adecuarse a cuestiones que no tienen que ver necesariamente con cuestiones subjetivas. En este caso, y aunque tradicionalmente consideremos como “mayor” a alguien de 65 años o más, en el ámbito del consumo de drogas puede ser pertinente bajar ese umbral. Los informes señalan que las personas con consumo problemático de larga duración pueden experimentar un envejecimiento prematuro, con problemas de salud típicos de personas mucho mayores. Esta es otra realidad a tener en cuenta.
Pero ¿quién consume más entre las personas mayores? Lo primero que vamos a señalar es que los datos que nos ofrecen las estadísticas disponibles no son “muy finos”, pero sí lo suficiente como para poder saber que existen diferencias intragrupo: los informes muestran que la mayoría son hombres, con trayectorias de consumo que comenzaron en la adolescencia o juventud, especialmente con heroína u otros opioides. Sin embargo, también hay mujeres y personas con otro tipo de consumos (quizá más en esta otra línea que señalábamos, que parten de un consumo pautado por su médico que se convierte en adicción, como nuestra pobre Juana, no la de los festivales de música, la anterior). Sin duda, estas están menos visibilizadas, pero es importante señalar que no estamos hablando exclusivamente de personas adictas que envejecen, sino que estaríamos ante casos de inicio tardío del uso problemático de sustancias, muchas veces relacionado con situaciones de dolor crónico, deterioro mental o aislamiento social. Y esta es la parte que más me importa; son estos casos y situaciones las que suelen implicar el uso indebido de medicamentos (especialmente opioides) que pueden haber sido prescritos en contextos médicos. Es lo que sucede, por ejemplo, con la medicalización de la soledad o la simplificación de que determinadas afecciones (que son sociales) pueden ser tratadas a golpe de medicina. Un “no estés triste” a base de medicación.
No obstante, es importante remarcar que una de las grandes limitaciones señaladas por los informes es precisamente la falta de estudios cualitativos o de encuestas dirigidas específicamente a personas mayores que consumen drogas. Por ejemplo, la European Web Survey on Drugs no tiene muestras representativas de personas mayores (incluso si bajamos el umbral). Esto acusa, una vez más, un tipo de edadismo que asume que las drogas no son problema de mayores o que no importan lo suficiente como para analizarlo. ¿Por qué consumen las personas mayores? Pues tengo más dudas que evidencias, pero los escasos estudios que existen señalan que la soledad y el aislamiento pueden ser un detonante, pero también existen factores que les hacen más difícil el proceso de abandonar las drogas, como la estigmatización (no se atreven a reconocerlo) o las dificultades para acceder a servicios, ya sea de forma física (aquello de la falta de accesibilidad también afecta aquí) o desconocimiento de los mismos. También hay una cuestión muy dura, que es la misma que sucede a otras edades: reconocer que se es adicto o adicta cuesta un mundo.
Los modelos actuales están diseñados en gran medida para personas jóvenes; no es que esto sea un problema (son cuantitativamente más afectados por este gran problema), sino que este abordaje (edadista, al fin y al cabo) puede suponer una barrera importante para personas mayores que requieren atención y que pueden necesitar enfoques diferentes que los y las más jóvenes.
Por terminar esta reflexión breve (pero creo que necesaria, por lo ignorada) sería importante incorporar el enfoque del envejecimiento en los servicios de reducción de daños y tratamiento. Si realmente hablamos del “reto del envejecimiento” (expresión o denominación que no comparto, sea dicho), debemos incorporar también estas realidades. Es necesario formar al personal que trabaja en adicciones —y también a quienes trabajan en atención primaria— en la detección y el acompañamiento de personas mayores con consumos problemáticos. También es importante reflexionar sobre las prescripciones médicas: ¿qué hay detrás de ese dolor?, ¿es un dolor social?, ¿estamos tratando la tristeza con pastillas? No es una crítica a la práctica médica (que bastante sobrecargada está), sino una invitación a mirar con más complejidad lo que está ocurriendo. Porque no todos los dolores son físicos y no todos se solucionan con medicamentos.