La soledad en la vejez: ¿una relación indisoluble?
En España, según la Encuesta continua de Hogares (INE), 2.037.700 personas mayores de 65 años viven solas. Esta cifra, unida a ciertas creencias, hace que se relacione la vejez con la soledad de manera automática. También viven solas 2.694.800 personas menores de 65 años, aunque esta cifra suele recibir una menor atención. ¿Significa que no se acusan problemas de soledad entre la población general?
Indudablemente esto no es cierto. La soledad es dura a cualquier edad y se ha demostrado su relación con una serie de problemas de salud. Por ejemplo, algunas investigaciones han relacionado el aislamiento social y la soledad con mayores riesgos para sufrir problemas físicos y mentales. Por así decirlo, y de la misma manera que el estrés nos afecta de forma muy negativa, nuestro cuerpo, nuestras defensas, también reaccionan ante la soledad no deseada. Entre los problemas físicos, padecer una presión arterial alta, diferentes enfermedades cardíacas, obesidad, debilitación del sistema inmunológico. Otros problemas serían el incremento de la ansiedad, depresión o el declive cognitivo. Sin duda somos seres sociales y necesitamos de la compañía (aunque tengamos ese refrán tan válido que dice que mejor solo que mal acompañado).
No obstante, necesitamos distinguir entre estar solo, de manera voluntaria o involuntaria, y sentirse solo, pues es distinto. Pero también entre acusar la soledad de forma negativa (sufrirla) o disfrutarla, incluso necesitarla en ocasiones. También cabe la posibilidad de que se disfruten algunos aspectos de la soledad y que se rechacen o se sufran otros.
La cuestión es que, de forma automática, algunas investigaciones sobre vejez centran su foco en la cuestión de la soledad, como si vejez y soledad fueran cuestiones indisolubles. En prensa, cuando se habla de personas mayores la mayor parte de las veces se refieren cuestiones sobre la soledad. Lo vemos últimamente, cuando se asume que los hogares unipersonales en la vejez están dominados, de manera invariable, por la soledad. Vamos a ahondar un poco más sobre esto.
Cierto es que, si nos vamos a la RAE, el primer significado para soledad es la Carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Pero es la tercera acepción la que deriva en la conversión de soledad al pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo. Incluso diferentes teorías sobre la vejez (afortunadamente sustituidas por teorías más novedosas) se centraban en esta idea de la desconexión entre la vejez y la sociedad, como un resultado natural del deseo de ambas partes.
No estoy diciendo, en absoluto, que la soledad no sea un problema a cualquier edad. Concretamente, sentirse solo es terrible. Pero me niego a asumir que el hecho de que las personas mayores vivan solas equivalga a que se sientan solas. ¿Por qué? Porque esto implicaría negar su participación en la sociedad. Implicaría negar que una persona mayor que vive sola puede recibir visitas (más allá de las familias) y hacerlas, que tiene amigos, que conversa con sus vecinos, que participa en actividades sociales, que va al cine o a las manifestaciones. Y no creo que sea cierto ni que esa descripción defina a la vejez española. Algo que sí me preocupa es que la soledad sea impuesta, porque las personas mayores no puedan participar en la sociedad porque su vivienda se lo impida, por ejemplo.
Aunque la Encuesta de Condiciones de Vida de las Personas Mayores (IMSERSO) trataba esta cuestión de forma directa, he decidido mirar unos indicadores indirectos que nos da la Encuesta Nacional de Salud del año 2017 (Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social e INE) y que me han parecido muy interesantes. La ENSE, recoge información sanitaria relativa a toda la población sobre el estado de salud, los determinantes personales, sociales y ambientales de la salud y el uso y el acceso a los servicios sanitarios. También recoge una serie de preguntas sobre apoyo afectivo y personal en la vida diaria, que son las que vamos a analizar. Cada una de las preguntas se refiere en escala del nivel de deseo. Es justo esto a lo que refiero. Podemos sentirnos solos, imaginemos, pero no es lo mismo sentirse solo a veces, sentirse un poco solo o sentirse muy solo. Digamos que operacionalizamos esa variable tan compleja en cuestiones que refieran qué hace que las personas se sientan solas. Yo diría, y sé que esto es subjetivo, que sentirme sola es no tener a nadie con quien hablar cuando lo necesito, por ejemplo. O no recibir visita cuando lo deseo. Aunque sean solo ejemplos, la cuestión de necesitar y desear (o no) es para mi lo que definiría la soledad como algo negativo, neutro, o positivo.
Para aproximarnos a nuestra cuestión, he decidido analizar la situación de las personas mayores de 65 años en lo que refiere a diferentes variables que recoge la ENSE. Las diferentes preguntas sobre el apoyo social tratan cuestiones relacionadas con la soledad en una escala que va desde “mucho menos de lo que deseo” a “tanto como lo deseo”. La primera cuestión a analizar es contar con visitas de amigos y familiares. Pues es verdad que el 2,4% de las personas mayores considera que tiene “muchas menos de las que desea” o bien “menos de lo que desea” (699.188 personas, el 8,1%). Frente a esto, el 44,8% de las personas mayores recibe tantas visitas como desea y el 26,8% casi tanto como desea.
Gráfico 1: Personas 65+(%) que reciben visitas de amigos y familiares según grado de deseo. España, 2017.
Fuente: elaboración propia a partir ENS 2017
Pero más interesante aún me resulta la segunda cuestión por ser más activa, pues implica salir de casa. ¿Reciben las personas mayores invitaciones para salir y distraerse? Pues según la ENSE, más de la mitad de los 65+ recibe tantas invitaciones como desea. El 22,0% casi tanto como desea, el 15,9% ni mucho ni poco y el 10,5% menos de lo que desea (el 2,1% mucho menos de lo que desea).
Gráfico 2: Personas 65+(%) que reciben invitaciones para distraerse y salir con otras personas según grado. España, 2017.
Fuente: elaboración propia a partir ENS 2017
Estas son solo algunas cuestiones muy limitadas para acercarnos a una realidad tan compleja como es la cuestión de la soledad. Y no, en ningún momento afirmo que la soledad (no deseada) no sea importante. Es más, creo que es un problema social en aumento, y que se relaciona además con otros problemas de desconexión social. Estamos lejos de que sea un problema tan grave como en otras sociedades (en los Estados Unidos me parece un problema de primera importancia), pero sí pienso que cada vez nos sentimos más solos, con todo lo negativo que esto conlleva. El problema de la soledad es grave, con efectos sobre la salud, pero especialmente sobre la salud psicológica. Todos y cada uno de nosotros podríamos colaborar para disminuir el sentimiento de soledad de los demás. A veces basta con ser amable, con saludar, con entablar una conversación casual en el autobús o mientras esperamos en la consulta del médico. Porque, además, lo estupendo de trabajar en la soledad de los demás es que, cuando lo hacemos, también trabajamos en la propia.