En este contexto demográfico, la formación deberá estar presente permanentemente a lo largo de nuestras vidas, aportándonos las capacidades y habilidades que exige un entorno en evolución permanente. La vida laboral habrá de dotarse de una flexibilidad, variedad y sentido muy diferentes a los del pasado, con transiciones laborales continuas, deseadas o no, y en el marco de una sociedad más intergeneracional que nunca.
Y la jubilación no ha de significar necesariamente un retiro definitivo de la esfera productiva y social, sino, más bien, una nueva forma de seguir enriqueciéndonos como personas; aportando lo mejor de cada cual a la sociedad que nos acoge y nos necesita, y preservando los derechos sociales asociados, tanto en su calidad como en su sostenibilidad económica en el tiempo.
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