Análisis del confort térmico en residencias de ancianos en el espacio de cooperación transfronterizo de España - Portugal
1. Introducción
Según las Naciones Unidas (2017), la esperanza de vida en los últimos años ha aumentado, elevando así el número de personas mayores. En 2017, se estima que había 962 millones de personas de 60 años o más en el mundo, que representan el 13% de la población mundial. La población de 60 años o más está creciendo a una tasa de alrededor del 3 por ciento por año. Actualmente, Europa tiene el mayor porcentaje de población de 60 años o más (25%). También se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique para 2050, y que para 2100 aumente a casi siete veces su valor en 2017.
Esta tendencia explica la creciente demanda de servicios de atención a largo plazo (Damiani et al., 2009), como los Centros de Atención a Personas Mayores (ECC). Además, considerando que las personas mayores de 65 años pasan una parte considerable de sus vidas en el interior, el consumo de energía para mantener las condiciones interiores de estos centros es alto (Mendes et al., 2015). Claramente, el confort térmico de estos centros no puede ignorarse.
Determinar los parámetros influyentes en el confort térmico es necesario tanto para diseñar espacios agradables como para garantizar el bienestar y la salud de los ocupantes de los edificios. Un buen diseño y gestión de los edificios construidos no solo ofrece una sensación térmica confortable a los ocupantes, sino que también determina la cantidad de energía que consumirán los sistemas de refrigeración y calefacción del edificio. En el contexto actual de cambio climático y calentamiento global, la inclusión del concepto de confort térmico adaptativo en los estándares de confort térmico permite adoptar nuevas estrategias de eficiencia y ahorro energético y cumplir consistentemente con los requisitos del desarrollo sostenible.
Tanto las normas internacionales ISO 7730:2005, ASHRAE Standard 55:2013 como la EN 15251:2007 tienen como objetivo especificar las condiciones ambientales recomendables a una población de mediana edad.
Los estudios de campo muestran que las normativas existentes actuales no pueden ser aplicables a las personas mayores porque sus respuestas térmicas son diferentes. Este segmento de población tiene características muy específicas tales como niveles de actividad más bajos, no poder cambiar fácilmente su nivel de actividad o de ropa, falta de vasoconstricción que puede hacer disminuir la sensación térmica, o más tolerancia al calor que puede causar deshidratación en verano.
Este proyecto tiene por objeto analizar el confort térmico de personas mayores en Residencias de Ancianos situados en diferentes zonas climáticas de espacio de cooperación transfronterizo de España-Portugal y predecir qué condiciones térmicas son aceptables o preferidas para este grupo de personas.
Para ello, se analizarán los parámetros ambientales (temperatura del aire, temperatura radiante media, velocidad del aire y humedad del aire), condiciones exteriores (temperatura y humedad relativa), actividad física, vestimenta y sensación térmica de los residentes de diversas residencias de ancianos situados en climas mediterráneos y en climas atlánticos.
Para mejorar el envejecimiento y la calidad de vida de los ciudadanos en la zona transfronteriza del Espacio de Cooperación de España y Portugal, este proyecto plantea determinar los parámetros influyentes en el confort térmico para la gente mayor teniendo en cuenta que en la zona transfronteriza coexisten dos climas diferentes: clima atlántico y clima continental mediterráneo. Las condiciones de confort pueden variar substancialmente en función del clima. Es pues de gran interés analizar las diferentes modelos de confort térmico bajo las diferentes condiciones climáticas. El equipo multidisciplinar (España y Portugal) va a permitir evaluar las diferentes zonas climáticas, compararlas y determinar sus características específicas.
Se seleccionarán 5 ECCs en el área metropolitana de Porto (clima atlántico) y 5 ECCs en la zona limítrofe entre España y Portugal (clima continental mediterraneo) y se realizará un análisis longitudinal a lo largo diversas estaciones en las zonas comunes de los ECCs. Paralelamente se encuestará a los residentes una vez a la semana para determinar su sensación térmica dentro de la escala Ashrae. Con estos datos se analizarán los factores influyentes en el confort térmico para la gente mayor y se desarrollarán modelos analíticos que determinen las características de bienestar térmico para este grupo de personas dentro de las diferentes zonas climáticas.
La aplicación de modelos de confort adaptativo para la gente mayor ofrece la posibilidad de mejorar su calidad de vida y al mismo tiempo ofrece un gran potencial en el ahorro de energía. Este ahorro se traduce en aproximadamente el 30% de la carga de refrigeración, en comparación con la de un punto de ajuste de temperatura fijo según lo indicado por la teoría de confort convencional.
La aplicación de modelos de confort ambiental para la gente mayor ofrece la posibilidad de mejorar su calidad de vida y al mismo tiempo puede ofrecer adicionalmente un ahorro de energía. Es por ello que, a partir del modelo analítico obtenido se comparará con datos ambientales históricos de los mismos centros para, por un lado, poder crear buenas prácticas que mejoren la calidad de vida de las personas, y por otro lado objetivar la eficiencia energética de los centros residenciales.
2. Evaluación del confort térmico
El confort térmico puede describirse como las características del ambiente que afectan el intercambio de calor entre el cuerpo humano y el medio ambiente (Ashrae 2013). El confort térmico depende tanto de parámetros físicos como fisiológicos y se ve afectado por el vestuario, la actividad, la edad, el estado de salud, el sexo y la adaptación al clima y al entorno local del individuo y el espacio (Vandentorren et al., 2006).
Cuando se habla de evaluación del confort térmico, existen dos modelos principales que pueden utilizarse: el modelo de voto medio previsto (PMV) y el modelo adaptativo.
2.1. Modelo de voto medio previsto (PMV)
El modelo más utilizado para evaluar el confort térmico general o del cuerpo es el modelo del voto medio previsto (PMV) de Fanger (1973). Según este modelo para que una determinada situación pueda considerarse térmicamente confortable debe cumplirse, como condición básica, que permita a los mecanismos fisiológicos encargados de la termoregulación alcanzar el equilibrio térmico; es decir, que el cuerpo sea capaz de equilibrar el calor ganado (de origen metabólico o procedente del entorno) y el calor eliminado mediante diferentes procedimientos.
Sin embargo, alcanzar el equilibrio térmico no garantiza el confort. El método de Fanger considera el nivel de actividad (met), las características de la ropa (clo), la temperatura seca (Ta), la humedad relativa (HR), la temperatura radiante media (Trd) y la velocidad del aire (va). Todas estas variables influyen en los intercambios térmicos hombre-entorno, afectando a la sensación de confort.
PMV se expresa en la escala Ashrae de 7 puntos de sensación térmica (frío, fresco, ligeramente frío, neutro, ligeramente caliente, caliente). El resultado del modelo es una hipotética sensación térmica de voto para una persona promedio: es decir, la respuesta media de muchas personas con igual vestimenta y niveles de actividad, que están expuestas a condiciones ambientales idénticas y uniformes. Ashrae (2013) define la sensación térmica como un sentimiento consciente, que requiere una evaluación subjetiva. El modelo PMV lo adoptan las normas internacionales ISO 7730 (2005), Ashrae Standard 55 (2013) y EN 15251 (2007). Estos estándares tienen como objetivo especificar las condiciones de confort de personas de mediana edad dentro del edificio. La EN 15251 (2007) menciona que, para los espacios ocupados por personas muy sensibles y frágiles, PMV debe mantenerse entre -0,2 y +0,2 en la escala termal de Ashrae de 7 puntos. La norma EN 15251 (2007) incluye tres categorías (I, II y III) e indica que la categoría más restrictiva debe adoptarse para los ocupantes de edad avanzada, mientras que la norma de Ashrae 55 (2013) presenta sólo 2 rangos (80% o 90% de personas satisfechas) y ninguna indicación específica para la gente mayor.
El modelo PMV de Fanger es ampliamente utilizado y aceptado en el campo de la evaluación del confort térmico. Sin embargo, se trata de un modelo estacionario (modelo estático) por lo tanto no tiene en cuenta las variaciones de temperatura a lo largo del día, es resultado de investigaciones en cámaras térmicas, solo es aplicable a humanos expuestos a un largo periodo en condiciones constantes y con una tasa metabólica constante y no considera la adaptación de los ocupantes para conseguir unas condiciones de confort (Fanger 1973).
Estos motivos han hecho que existan en la comunidad investigadora autores que dudan de la capacidad predictiva del modelo PMV en edificios reales, planteándose incluso otros modelos.
2.2. Modelo adaptativo del confort térmico
El criterio adaptativo es el resultado de estudios de campo cuyo propósito era el de analizar la real aceptabilidad de ambientes térmicos, lo que depende estrechamente del contexto, el comportamiento de los ocupantes y sus expectativas.
Frente al modelo estático de confort térmico, en el modelo adaptativo las personas juegan un papel instrumental creando sus propias preferencias térmicas a través del modo en el que ellos interactúan con el ambiente, modifican su propio comportamiento o gradualmente adaptan sus expectativas en función del ambiente térmico en el que se encuentren (Brager & de Dear, 1998). Una definición genérica del termino adaptación podría ser una disminución gradual de la respuesta del organismo a una estimulación repetida del ambiente.
A partir de esta definición general es posible distinguir claramente tres categorías de adaptación térmica (Brager & de Dear, 1998):
- Ajuste de comportamiento: Se trata de ajustes de actividad, poner y quitar ropa, regular aire acondicionado, dormir una siesta en día de calor, etc.
- Adaptación fisiológica: Los cambios en la respuesta psicológica como resultado de la exposición a factores térmicos del medioambiente. Esto pude conducir a una disminución gradual de la tensión producida por esta exposición. Sin embargo, estos procesos se dan con exposiciones prolongadas a condiciones extremas. Por lo tanto, su influencia en la edificación no es muy significativa.
- Adaptación psicológica: La percepción alterada y la posterior reacción a la información sensorial debido a experiencias pasadas y a las expectativas.
En los últimos años muchos autores han sumado estudios de campo a los de laboratorio con el objetivo de obtener información más real sobre el confort en espacios de trabajo. Estudios de campo también permiten analizar otros factores que no pueden ser simulados en cámaras térmicas, como respuesta de los individuos en sus hábitos diarios, su vestimenta diaria y su comportamiento sin la existencia de ningún tipo de restricción (de Dear et al. 1998). La subjetividad de la experiencia térmica y el flujo interpretativo de las complejas interacciones entre los ocupantes y su ambiente han sido el foco de una cantidad de estudios y proporcionan los fundamentes teóricos de los estudios sobre el confort térmico desde un punto de vista adaptativo.
De Dear et al. (1998) concluyeron que existe una tendencia a que la temperatura de neutralidad térmica aumente a medida que aumenta la temperatura exterior. Ese aumento es mucho mayor en edificios ventilados de forma natural. Muchos autores explican este aumento de la temperatura de neutralidad en parte como respuesta adaptativa de comportamiento de los usuarios aumentando su nivel de vestimenta. Sin embargo, como ellos mismo demuestran, este aumento sólo explicaría un porcentaje de esta desviación. El resto de la desviación se justifica con un proceso de adaptación psicológico derivado del nivel de expectativa. Así, nuestra experiencia térmica nos indica subconscientemente que, en espacios exteriores o interiores con una notable relación con el exterior, el ambiente sufre variaciones térmicas frecuentes (de Dear et al. 1998).
Ashrae Standard 55 (2013) y EN 15251 (2007) incluyen modelos de confort térmico adaptativo. El estándar adaptativo de Ashrae sólo se aplica a edificios sin refrigeración mecánica instalada, mientras que EN15251 puede aplicarse a edificios de modo mixto siempre que el sistema no esté funcionando.
Nicol y Humphreys han liderado la investigación sobre los modelos de confort adaptativos y han propuesto diversos modelos para tipologías de edificios con y sin ventilación (Humphreys M & Nicol F; 2017; Nicol F & Humphreys M (2010); Rijal, Humphreys & Nicol 2017; 2009).
3. El confort térmico en la gente mayor
Dado el rápido aumento del envejecimiento de la población en los últimos años, es importante abordar el confort térmico de este grupo de personas (Hoof et al., 2017; Yang et al., 2016; Alves et al., 2016; Hong et al., 2015; Tweed et al., 2015; Mendes et al., 2013; Mendes et al., 2015; Hwang y Chen, 2010; Schellen et al., 2010; Hoof et al., 2010).
Aunque Ashrae sugirió que la sensación térmica de las personas mayores y de los adultos más jóvenes no difiere, y que los efectos del sexo y la edad se deben a la actividad y la ropa, varios estudios han indicado que la sensación térmica óptima de las personas mayores difiere de la de los adultos más jóvenes. (Jiao et al., 2017; Schellen et al., 2010; Hwang y Chen, 2010; DeGroot, 2007; Hoof, 2006) y la sensibilidad de las dos poblaciones a los ambientes fríos y calientes puede variar. El proceso de envejecimiento biológico puede afectar la percepción del confort térmico debido a una disminución en la capacidad de regular la temperatura corporal con la edad. En promedio, los adultos mayores requieren temperaturas ambientales más altas (Hong et al., 2015; Tweed et al., 2015; Hwang y Chen, 2010; Schellen et al., 2010; Hoof et al., 2010).
En general, los ancianos parecen percibir el confort térmico diferente de los jóvenes debido a una combinación de envejecimiento físico y conductual diferencias (Hoof et al., 2010; Hoof and Hensen, 2006). En promedio, los adultos mayores tienen un menor nivel de actividad, y por lo tanto una menor tasa metabólica, que los más joven, razón principal por la qué requieren temperaturas ambientales más altas (Hwang and Chen, 2010). Los ancianos han reducido (i) el músculo, (ii) la capacidad de trabajo, (iii) la capacidad de sudoración, (iv) la capacidad para transportar calor de cuerpo a la piel, (v) los niveles de hidratación, (vi) la reactividad vascular, y (vii) la estabilidad cardiovascular. Tsuzuki y Ohfuku (2002) también encontraron que los adultos han reducido la sensibilidad al calor en temporadas frías. La capacidad de regular la temperatura corporal tiende a disminuir con la edad y hay una reducción en la actividad de sudoración de la gente mayor en comparación con los grupos de edad más jóvenes (Hoof and Hensen, 2006). Estas diferencias son aún más pronunciadas en las mujeres de edad. Tsuzuki e Iwata (2002) encontraron que la pérdida de agua por evaporación no aumenta significativamente con tasa metabólica en adultos mayores que hacen ejercicio ligero. Según Hwang and Chen (2010), fisiológicamente los adultos mayores prefieren un unos 2oC más que las personas más jóvenes. Varios estudios (Hoof and Hensen, 2010; Hwang and Chen, 2010; Guedes et al., 2009; Raymann and Van Someren, 2008; Schellen et al., 2010) también corroboran que psicológicamente también prefieren ambientes más cálidos y que la zona de confort de 20-24° C no es lo suficientemente cálida para este grupo de población. La temperatura óptima sería alrededor de 25.3oC para ancianos sedentarios. Por otra parte, las medidas de temperatura operativa (lo que las personas experimentan térmicamente en un espacio) en residencias de ancianos portugueses (Guedes et al., 2009) osciló entre 16oC y 25oC en invierno y 22oC y 31oC en verano.
Por otro lado, diversos estudios en viviendas habitadas por ancianos han asociado el confort térmico a la mortalidad cardíaca debido a las bajas temperaturas en las viviendas aisladas (Raymann y Van Someren, 2008; Bokenes et al., 2011). Además, el proyecto europeo PHEWE (Analitis et al., 2008) informó un aumento significativo a corto plazo de la mortalidad cardiovascular del 1,72% en asociación con una caída de 1°C en una temperatura promedio de 15 días (Lanzinger et al., 2014). Además, también concluyó que hay un riesgo elevado a corto plazo de infartos de miocardio con una disminución de 10°C en la temperatura del aire asociada con temperaturas frías (Wolf et al., 2009). Los grupos susceptibles deben estar a una temperatura mínima de 20°C para evitar problemas cardiovasculares (Ormandy y Ezratty, 2012). En este sentido, el ambiente térmico en las residencias generalmente no produce enfermedades graves; sin embargo, este factor puede tener un impacto significativo en el bienestar general y el confort diario de sus residentes. Un entorno térmico deficiente también agrava la influencia de los contaminantes atmosféricos en la salud de los ocupantes (Mendes y Teixeira, 2014). Las normas antes mencionadas se basan principalmente en oficinas, donde los usuarios tienen entre 20 y 65 años de edad aproximadamente. La mayoría de las personas en ECC son mayores de 65 años.
Recientemente el equipo de investigación de Mendes et al. (2017) encontró que la calidad de vida de la gente mayor está relacionada con su confort térmico en la temporada invernal. En este estudio, valores del PMV por encima de -0.7 obuvieron un coeficiente de calidad de vida (QoL) de 11.13 unidades en comparación con los valores de PMV por debajo de -0.7. Estos hallazgos son relevantes para la salud pública y pueden ser útiles para comprender qué variables de las zonas habitables tienen incidencia en la calidad de vida y consecuentemente poder implementar políticas preventivas en relación a estándares y directrices para este grupo susceptible de población.
Por otro lado, el equipo de investigación del GRIC (UPC) realizó un análisis en el centro residencial de Sanitas Mayores Les Corts (Barcelona). Allí se analizaron las condiciones interiores en diferentes zonas del ECC y se evaluó el grado de confort térmico de los residentes mediante una encuesta (Gelabert, 2016, Pujol 2017, Molina 2017). Este primer estudio concluyó que todos los encuestados se sentían cómodos con ambientes más cálidos que los previstos en los modelos actuales (Gelabert, 2016, Pujol 2017, Molina 2017). Se concluyó que el estándar 21-23oC para el invierno y 25-27oC para la zona de confort durante el verano puede no ser lo suficientemente cálido para los adultos mayores, quienes informaron una temperatura óptima superior a 25oC en todas las estaciones.
De estos estudios se destaca la necesidad de modelos específicos de confort para adultos mayores. En general, las normas de confort no se aplican actualmente a la población de edad avanzada. Sólo determinan límites restringidos más altos de PPD, en lugar de determinar las condiciones que afectan el confort térmico.
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