¿Cómo deberíamos medir el envejecimiento de la población: Utilizar la tasa de dependencia de población envejecida o hay una alternativa?
El envejecimiento de la población constituye un cambio en la estructura por edades de la población dentro de la cual las personas mayores forman una proporción cada vez mayor del total. Pero mientras la sociedad entiende el concepto de envejecimiento de la población, otra cosa es cómo debemos medirlo. En un contexto de mejores niveles de supervivencia entre las personas mayores y un mercado laboral infrautilizado, se podría cuestionar si es aconsejable basar toma de decisiones sobre las políticas de empleo y salud en indicadores de dependencia de población en la vejez donde la edad de 65 años está considerada como “umbral de vejez” y la edad 15-64 como la “población productiva”. Para este debate, ofreceré brevemente los principales argumentos teóricos y hallazgos empíricos para utilizar indicadores alternativos que mide la dependencia en la vejez y aportar una reflexión para el caso español. Para concluir, recomiendo basar el “umbral de vejez” en la esperanza de vida restante y no en una edad exacta para dar una visión más exacta del grado de envejecimiento al tener en cuenta las mejoras en la esperanza de vida en edades avanzadas.
El envejecimiento de la población es el proceso donde la baja fecundidad y el descenso en la mortalidad dan lugar a cambios en la estructura por edades de la población dentro de la cual las personas mayores constituyen una proporción cada vez mayor del total. Este proceso se considera de importancia económica debido a una característica fundamental del ciclo de la vida económica, a saber, que los adultos en edad de trabajar producen más –a través de su fuerza de trabajo– de lo que consumen al contrario a los ancianos y los niños que ellos sostienen en una forma directa o indirecta. Pero mientras la sociedad entiende el concepto de envejecimiento de la población, otra cosa es cómo debemos medirlo.
La sociedad entiende el concepto de envejecimiento de la población, otra cosa es cómo debemos medirlo
Hasta ahora, probablemente el indicador de envejecimiento de población más utilizado es la tasa de dependencia de población envejecida (en adelante TDE), que se obtiene dividiendo la población de edad avanzada (65+) por la población en edad de trabajar (16-64 o 20-64). Una razón importante porque se basa las medidas del envejecimiento de la población en límites de edad estáticas se debe a la edad de elegibilidad establecida por la política pública en los acuerdos sociales relacionados con el envejecimiento, en particular los planes públicos de pensiones. La pregunta que se puede plantear, sin embargo, es lo útil que realmente es tal definición porque asuma que no habrá avances en factores importantes como la esperanza de vida. Basado en trabajos anteriores (Sanderson y Scherbov 2010, Spijker y MacInnes 2013, Spijker 2015, Spijker y Schneider 2020), la idea de este artículo es resumir los principales argumentos teóricos y hallazgos empíricos para utilizar indicadores alternativos que mide la dependencia en la vejez a los tradicionales.
Desde la demografía uno puede argumentar que el envejecimiento demográfico es “el incremento de la edad media de una población”, tal como alega Dr. Julio Pérez en su respuesta a la pregunta de debate. Tiene razón: si aumenta la edad media, la población envejece.
Para las personas en general y la política en particular la edad media tiene poca utilidad. Además, y clave para el debate, es que se comete el error de ver la edad como un concepto estático
Parece obvio. En 1970 esa edad equivalía a sólo 33 años, en 2000 40 años y en 2019 44 años. La población española ha envejecido 11 años en medio siglo. ¡Pero para mí este debate no queda zanjado! Eso es porque para las personas en general y la política en particular la edad media tiene poca utilidad. Además, y clave para el debate, es que se comete el error de ver la edad como un concepto estático.
Contar las personas mayores ‘dependientes’
Para las personas de 65 años, tradicionalmente el umbral vinculado a la edad legal de pensiones y del comienzo de la vejez, la esperanza de vida restante (EVR) no ha parado de aumentar. Eso nos lleva a la gran pregunta: ¿Cuándo se considera que una persona es “vieja” o “anciana”? Las políticas vigentes suelen adoptar el criterio de la edad legal de jubilación.
La edad legal de jubilación, hasta hace bien poco, era la misma edad que cuando entró en vigor el primer sistema público de pensiones en España en 1919, a pesar de que la probabilidad promedio de sobrevivir desde el nacimiento hasta los 65 años aumentó del 32% entonces al 90% ahora
No obstante, es, hasta hace bien poco, la misma edad que cuando entró en vigor el primer sistema público de pensiones en España en 1919, a pesar de que la probabilidad promedio de sobrevivir desde el nacimiento hasta los 65 años aumentó del 32% entonces al 90% ahora (las mujeres un poco más, los hombres un poco menos) y la esperanza de vida a los 65 años de 10 a 21 años. Es decir ¿podemos comparar una persona de 65 años de hoy con otra de hace un siglo si por delante tiene el doble de años por vivir? ¿O incluso con una de hace apenas una década, ya que todavía no hay indicios de que las mejoras se ralenticen? Yo diría que no. Aún más importante es tal vez constatar que estas mejoras no han ido acompañadas con proporcionalmente más años en mala salud o con limitaciones físicas. De hecho, la mayoría de los gastos de atención médica aguda se producen en los últimos meses de vida, con poco impacto de la edad en la que se producen, mientras que la discapacidad severa está siendo aplazado a edades más avanzadas. Para capturar el significado cambiante de la edad es considerar que la edad de una población consta de dos componentes: los años vividos de sus miembros (sus edades) y el número de años que quedan hasta la muerte (es decir, la EVR). En un período donde la duración de vida se alarga, no sólo la edad media de la población aumenta, también lo hace la EVR asociada a cada edad.
En lugar de hacer depender el umbral de edad de los “ancianos” en un límite de edad fijo, 65 años, podemos hacerlo depender de una esperanza de vida restante fija
En el contexto de ancianos convertirse en “joven” la idea de “años restantes” en vez de “años vividos” puede ser aplicado para estimar la proporción de la población que consideramos ancianos. En concreto, en lugar de hacer depender el umbral de edad de los “ancianos” en un límite de edad fijo, 65 años, podemos hacerlo depender de una esperanza de vida restante fija. Habitualmente se utiliza 15 años en países con bajos niveles de mortalidad, que hoy en día corresponde a unos 70 años para hombres, pero igualó aproximadamente 65 a finales de 1980. Una alternativa a la proporción de la población mayor de 65 años entonces se convertiría en la proporción de la población en grupos de edad que tienen una EVR de menos de o igual a este umbral. Del mismo modo, como una alternativa a la TDE, la población con una EVR15 o menos, puede ser dividido por la población con más de 15 años de EVR y más de 20 años de edad (en lugar de 16 ya que muchos adolescentes siguen estudiando). Esto ha sido llamado la tasa prospectiva de dependencia en la vejez (TDPV):
Contar la población ‘activa’
Sin embargo, ambos la TDPV y la TDE asuman que todo el mundo de la edad laboral también trabaja, aunque la economía de conocimiento mantiene los jóvenes en educación para más tiempo mientras que muchos trabajadores de 60-64 años eligen o están obligados a jubilarse anticipadamente (en 2019 sólo 41% trabajaban). Al mismo tiempo, más igualdad de género y familias con dos carreras han añadido millones de mujeres en el mercado de trabajo durante los últimos 50 años.
Hay más personas dependientes en la edad de trabajar que en el caso de personas mayores que no trabajan
Utilizando la edad para definir la populación activa entonces tampoco tiene mucho sentido. De hecho, si contásemos los no empleados, por cualquier razón, como dependiente nos encontramos con la situación que hay más personas dependientes en la edad de trabajar que en el caso de personas mayores que no trabajan. Por lo tanto, una alternativa sugerida es aplicar el mismo numerador como antes, pero dividirlo por la población en el empleo remunerado, independientemente de la edad (la Tasa Real de Dependencia en la Vejez⸺TRealDV; Spijker y MacInnes, 2013).
Una ilustración
Para el denominador también existen otras variantes que tienen en cuenta la productividad económica o los ingresos fiscales que refleja la capacidad potencial del conjunto de la economía en poder cubrir la salud y bienestar por cada adulto mayor dependiente (Spijker 2015), pero a fin del argumento, sólo se muestran una comparación entre las TDE, TDPV y TRealDV. El nivel y la tendencia de estos nuevos indicadores son muy diferentes que la TDE. En el caso de la TPDV, la tasa de dependencia es casi igual en la actualidad (17,3/100 en 2019) que en 1950 (17,9/100) y en 1970 (16,4/100). En comparación, la TDE era 30,2/100 en 2019, casi el doble que en 1970 (15,7/100) y casi 3 veces más que en 1950 (11,1/100). Si además de controlar por las mejoras en la EVR (es decir, considerando como umbral de vejez la edad donde la EVR es igual a 15 años) también incluimos los cambios en la participación laboral (ya que son los trabajadores los que finalmente pagan el sistema de salud y las pensiones) vemos que hasta recientemente la dependencia real (TRealDV) estaba por encima de la TDV, pero debido al aumento en la EVR entre las personas mayores y la entrada masiva de mujeres en el mercado laboral, la ratio bajó desde los años 80 hasta el comienzo de la anterior crisis económica (2008-14). Ahora, si la tasa de empleo subiese del 64% en 2019 hasta un 67% en 2030 (que era el nivel del 2007, el año en que la tasa de empleo era la más alta en medio siglo), la TRealDV no cambiaría en absoluto hasta 2030.
Figura. La Tasa de Dependencia Envejecida (TDE), la Tasa Prospectiva de la Dependencia en la Vejez (TPDV), la Tasa Real de Dependencia en la Vejez (TRealDV) y la TRealDV ajustada por un aumento en la edad de jubilación, España 1950-2050
Fuente: La EVR y los efectivos de la población por edad simple y sexo están disponibles desde 1950 hasta 2018 en la Human Mortality Database (www.mortality.org) y para las proyecciones hasta 2050 en la página web del Instituto Nacional de Estadística (INE) (www.ine.es). Los datos de empleo requeridos para el denominador de la TRealDV provienen de la Encuesta de la Población Activa (EPA) (www.ine.es). Elaboración propia.
Discusión
Históricamente, la vejez estaba más relacionada con parecer viejo físicamente y no poder cuidar a sí mismo, pero durante la segunda mitad del siglo pasado a menudo la edad 65 fue utilizado para separar las personas mayores de los demás adultos, tal vez facilitados por la coincidencia con la edad de jubilación. No obstante, es una edad arbitraria con poca relevancia o validez económica, política o a nivel individual. El quid de la cuestión es si podemos comparar personas de la misma edad en el tiempo si ahora viven, 2, 5 o 10 años más, o si podemos usar un denominador que no refleja la población empleada en el mercado laboral.
La TDE define todas las personas sobre la edad legal de jubilación como ‘dependiente’, independientemente de sus circunstancias económicas, sociales o médicas. Sin embargo, como la expectativa de vida restante (EVR) se eleva, las personas mayores así se convierten en siendo más joven y más saludable que sus pares en cohortes anteriores. Cuando la duración de vida se extiende, cualquier edad se convierte en un marcador adonde se llega antes a lo largo de un curso de la vida y, como consecuencia, hace que la edad cronológica es una deficiente medida de su progreso. No obstante, y tal como he argumentado anteriormente en un trabajo donde recopilé 20 indicadores que estaban de alguna manera relacionados con el envejecimiento de la población (Spijker 2015), el indicador para utilizar debería depender de los aspectos del envejecimiento que se estudia. Definir el umbral de vejez utilizando la edad de 65 años puede ser útil para estimar el “cargo” de pensiones (aunque más exacto sería usar la edad promedio de salida del mercado laboral puesto que bajó de los 68 años en 1960 a 60 en 2001, aunque ha aumentado 2 años desde entonces) pero no para estimar el “cargo” para la salud pública si la esperanza de vida (y también en salud) de las personas mayores ha subido sustancialmente durante los últimos 5 décadas.
Resumiendo, en un contexto de mejores niveles de supervivencia entre las personas mayores y un mercado laboral infrautilizado, los economistas y los responsables de las políticas públicas deben tener cuidado basar sus argumentos y toma de decisiones en indicadores de dependencia de población en la vejez que utilizan la edad de 65 años como “umbral de vejez” y la edad 15-64 como la “población productiva”. En su lugar, se aconsejaría basar el “umbral de vejez” en la esperanza de vida restante (EVR), ya que da una visión más exacta del grado de envejecimiento al tener en cuenta las mejoras en la esperanza de vida en edades avanzadas. En cambio, la tasa tradicional (TDE) prevé un nivel de envejecimiento sobreestimado, pero que los economistas y políticos neoliberales han utilizado para sus discursos alarmistas, viéndolo como una amenaza para el crecimiento económico y los presupuestos gubernamentales. De hecho, una población que envejece incluso tiene el potencial para el crecimiento económico con las políticas adecuadas en el lugar.
Para concluir, es importante que los políticos se dan cuenta que la misma edad no es siempre comparable en el tiempo. Los recién jubilados saben que pasarán más años inactivos que las generaciones anteriores (Post y Hanewald 2012), que es, a su tiempo, un incentivo para que la gente acumule activos para su retiro y siguen trabajando más allá de los 65 años. En este sentido, la medición de la TPDV representa una “cota superior” de optimismo sobre la potencial liberación de capital humano mediante la optimización de las experiencias de la población de más de 65 años que todavía tengan una EVR mayor de 15 años. Se podría decir que este colectivo de la nuestra sociedad es frecuentemente, pero erróneamente, descrito como “viejo” o “dependiente” dado su buen estado de salud, su participación no-económica en la sociedad e independencia económica (Spijker y Schneider 2020).
Observar la vejez desde sus dos dimensiones, edad cronológica y esperanza de vida restante, en lugar de una sola, nos ofrece una imagen más equilibrada del envejecimiento
Aunque la modificación de la estructura de la población por el aumento en la EVR es una dimensión que no ha tenido suficiente atención debido a que técnicamente es más complejo de medir (Spijker y MacInnes 2013), incorporando esta nueva dimensión para el análisis del envejecimiento ayudaría complementar la imagen tradicional de edad cronológica sobre la cual se analiza esta dinámica. Observar la vejez desde sus dos dimensiones en lugar de una sola nos ofrece una imagen más equilibrada del envejecimiento.
Referencias
Post, T. & Hanewald, K. 2012. Longevity risk, subjective survival expectations, and individual saving behavior. Journal of Economic Behavior & Organization, 86(200-220.
Sanderson, W. C. & Scherbov, S. 2010. Remeasuring Aging. Science, 329(5997), 1287-1288.
Spijker, J. 2015. Alternative indicators of population ageing: An inventory. Vienna Institute of Demography Working Papers 4/2015. Vienna Institute of Demography. Available: www.oeaw.ac.at/fileadmin/subsites/Institute/VID/PDF/Publications/Workin….
Spijker, J. & MacInnes, J. 2013. Population ageing: the timebomb that isn’t? British Medical Journal, 347(f6598).
Spijker, J. & Schneider, A. 2020. The myth of old age: Addressing the issue of dependency and contribution in old age using empirical examples from the UK. Sociological Research Online, Online first. Available: https://doi.org/10.1177/1360780420937737.
Pregunta
Respuestas de los expertos
Jeroen Spijker is not only one of today's real experts on this subject, but we are friends and work together for many years. That is why I will interpret his question as an invitation to express my criticism, which he knows well, not only of the concept of "ageing population" itself, but also of the debate on how to measure it.
"Demographic ageing" is a metaphor, typical of the prevailing organicism in the origins of the discipline of demography. And as I have repeatedly explained (https://apuntesdedemografia.com/envejecimiento-demografico/que-es/447-2/), it is a fallacious and malicious metaphor, coined by the fierce natalism of the first decades of the 20th century. It denotes a lack of understanding of the causes and mechanisms of the reproductive revolution that has brought us to the current demographic system, but also a remarkable effort to tinge it with negativity and to fight against it. Today, we know that low fertility is much more efficient, but providing long lives to all those who are born. In fact, this is the strategy that, in little more than a century, has multiplied the human population to unprecedented numbers.
I insist; populations are not organisms that are born, develop to maturity, and then age and die; populations have no age, they do not age, as the catastrophists who are bent on treating falling fertility as a symptom of decline and extinction claim.
The process we call "demographic ageing" is in fact the change in the age composition, that which is graphically depicted by the population pyramids. It is not true that it only results from lower fertility and longer life expectancy. Migrations also produce it, when many younger people migrate or when many older people migrate (in fact, rural ageing is explained in this way, not by reproductive changes). Only if we focus on planetary, systemic ageing, that of the whole of humanity, does it in fact result from the new reproductive dynamics, based on longer lives and fewer children per woman.
In any case, it is a process that demographers know how to measure without ambiguity or equivocation, in a very simple and understandable way, with an indicator that is not affected by the historical moment or the particular population to which it applies. Jeroen's question (How should we measure population ageing: using the old-age dependency ratio or is there an alternative?) is based on a false problem and an accumulation of misunderstandings and traps set by current language. The level of demographic ageing is measured by calculating something as simple as the average age of all the components of the population we are interested in. So much so that it could be defined in this way: demographic ageing is the increase in the average age of a population.
All the doubts begin when the proportion of older people in relation to the whole population is used, a simpler and easier indicator to calculate, but one that brings us back to the misunderstandings. If demographic ageing is identified with the increase in the proportion of older people, a methodological and analytical problem is created which is not related to demography, and through this gap, an anthropological, sociological and even philosophical question arises which is difficult to exaggerate, but which is very different, which is the age at which we establish the cut between older people and non-elderly people. In other words, when does old age begin?
This is the real question behind Jeroen's question, because we are all capable of seeing that old age is not reached at the same age under the present conditions as it was only a few decades ago. If we maintain a limit such as 60 or 65 years, the passage of time makes it obsolete and asks us to review the criteria with which it was established at the time.
If we choose to construct an indicator that establishes a mobile limit to define what we consider to be old age at any given time, each person can propose their own (sociologists, biologists, anthropologists, doctors...)
There is room for very important lines of research on the social and symbolic significance of each age, on the historical change in health and disability, on the beginning and end of working life, on the generational differences in living conditions during the life cycle, and even on the values with which each human group attends to and treats those who are at different stages of life. And in all of them the collaboration of demographics can be useful. But interdisciplinarity cannot lead to the abandonment of the concepts, methods and specificities of each discipline, and demography would be wrong to forget that its specific field of research is much clearer and more systematic than that of most other social sciences and that, above all, this specific field is not in any of these lines. With an addition of some importance: if we choose to construct an indicator that establishes a moving limit to define what we consider to be old age at any given time, each person can propose their own (sociologists, biologists, anthropologists, doctors...), thus increasing the current difficulty and, furthermore, it becomes equally difficult to compare historical moments and different places, as each one would be obliged to determine their own limit beforehand.
I am sorry to disappoint anyone who expected a different approach, but I am a demographer and I understand that I was asked the question as a demographer. As such, I must say emphatically that the doubt about the best way to measure the degree of demographic ageing is false, while the other doubt, the real one, about the best way to set the barrier between adult life and old age does not seem to me to be very relevant, by the way, to demography. Probably one of the consequences of demographic change has been to blow up that barrier.
I do not know if this is possible, but if it is, I would like it to be noted that the author maintains his own website on demographics in which demographic ageing plays a central role: https://apuntesdedemografia.com
Similarly, if possible, refer to any publications of your own on the subject of the question,
Abellán García, A.; Pérez Díaz, J. (2020) Cuatro décadas de envejecimiento demográfico, en J.J. González -Ed-, Cambio social en la España del siglo XXI. Alianza Editorial.
Pérez Díaz, J. (2018). Miedos y falacias en torno al envejecimiento demográfico, en A. Domingo -Ed- Demografia y Posverdad. Estereotipos, distorsiones y falsedades sobre la evolución de la población. Barcelona: Icaria.
The advances in the longevity and health of individuals, which constitute one of the main achievements of contemporary societies, make it necessary to rethink the indicators used to quantify the so-called demographic ageing, overcoming the classic segmentation based on fixed age criteria. It is obvious that age 65 does not mean the same thing when life expectancies remaining at that age are 15, as in the 1960s, as when they are 21, as at present, or when they reach 24, as is predicted for the middle of this century. Therefore, it is necessary to integrate into the ageing measure criteria that modify the age from which the older population is considered according to the remaining life expectancy at any given time. These indicators can be further refined by introducing health status, since as age moves, situations of dependency and/or limitations to daily life activities become more relevant. The criterion for establishing the age that defines the older population would then be the remaining life expectancy in good health or without dependency. The use of these indicators modulates the growth rate of the elderly population in the coming decades and allows a wider understanding of the phenomenon of population ageing, overcoming the most catastrophic views of demographic development.
In the debate on the sustainability of the Welfare State, indicators based on the mere numerical relationship between ages, such as demographic dependency ratios or rates, are often used and abused. These ratios, in addition to being based on fixed age criteria, do not take into account levels and variations in the population's activity, state income or transfers received at different stages of the life cycle. The construction of dependency indicators that also integrate variables related to employment or productivity makes it possible to shift the focus of attention and debate from the demographic sphere to the economic sphere, especially in countries with relatively low labour participation in young and mature ages and/or among women. Then, at least in the short and medium term, the key would be the capacity of the economy to generate jobs and increase productivity, and of the State to redistribute wealth.
In the debate on the sustainability of the Welfare State, indicators based on the mere numerical relationship between ages are often used and abused
Finally, not only the measure but the concept of old age itself must be reformulated. The characteristics of tomorrow's elderly will not be the same as those of today, even more so in countries like Spain which are characterised, especially for women, by strong differences in the life cycle between the generations born in the first and second half of the 20th century in many areas such as education, forms of cohabitation, labour and social participation, among others. In this sense, the debate on what is known as "demographic ageing" goes beyond mere numbers.
We would like to thank the author and add some extra comments on the handling of this dependency ratio and which affects the pension system and indirectly the Dependency System:
First, we think that using the dependency ratio in the pension system contributes to the fact that this abstract figure is being used and not a real one to include elements in the design of the system that are damaging the purchasing power of the elderly; and second, that the use of this ratio should not be a disincentive for pensioners to work while they are pensioners. That is, they should not have their pension reduced if they have other work or income.
Using the dependency ratio in the pension system should not be a disincentive for pensioners to work while they are pensioners
In Spain this is the case, while in Sweden they do not have LOWER taxes for working pensioners and lower employer's tariffs for these cases ... The important thing is to make it easier for pensioners to continue working without this reducing their pensions.
In this way, we believe that older people will feel socially productive and useful as a significant part of their work and taxes would contribute to generating public income and wealth at the national level. Professor Spijker suggests raising the official retirement age: this was done recently in Sweden. Currently it is 66, then 67 and then 68, because of increased survival after retirement. But, in addition, people can (and could before) obtain their pension up to four years before the set age (66) and up to a few years later, either by reducing or increasing the pension, as the case may be. In Sweden, older people are increasingly working: in 2001, 9% of the 65-74 were in paid employment, in 2010 13%, and in 2019 18%. The rates were higher among men than women: 13% and 6%, 18% and 8%, and 21 and 15% respectively. One third of them were in full-time employment (Arbetskraftsundersökningarna 2019) / Swedish Statistics' Labour Force Surveys/
In parallel, we would like to point out a confusion similar to that of the dependency rate and which occurs in the analysis of the System for Autonomy and Care for Dependency and in Long-term Care when the "access to carers" ratio is used. This ratio compares those over 65 years of age with people between 45 and 64 years of age ("potential group of middle-aged carers", generally women) The latter group is getting worse and worse. Therefore, we are facing a problem similar to the one suffered by the dependency ratio, since this ratio on carers is also very affected by the demographic changes and changes in the groups of people who can actually care.
Again, in this situation what matters is not these arithmetic calculations and abstract figures, but the real situation of the elderly. As J. Spijker says, it is important to know the number of elderly people in real need, and then the number of carers who can potentially care for them in the end, and these are not all people of caring age.
At least in Sweden and probably also in Spain, older people now have MORE carers available (partners and children) than before. In fact, much of the family care (always bigger than public services) is provided by couples, men and women, both in Spain and in Sweden (Abellán, A; Pérez, J; Pujol, R; Jegermalm, M; Malmberg, B. & Sundström, G. 2017. Partner care, gender equality, and ageing in Spain and Sweden. International Journal of Ageing and Later Life, 11, 1, 69-89.)
In the past, older people in Sweden had on AVERAGE more middle-aged children (because that generation had more children), BUT also more older people had none: 23% childless among 67+ in 1954; by 2019 it is 10%, and many more live with a partner. If the neighbours have many children, it may not help the person who has none These data can show the differences between the use of real numbers and those coming from arithmetic calculations of the ratio.
According to the current arithmetic calculations of the ratio access to care it follows that only a few older people will have potential carers, while reality shows that more older people have children and partners = potential carers. And that is why we believe that this ratio should also be modified and is not useful because it does not show the real situation of the families.
Respuestas de los usuarios