Del latín recordāre, formado este a partir de cor, cordis ‘corazón’.
Uno de los deterioros que se detectan en la enfermedad de Alzheimer es la incapacidad para recordar lo aprendido o las experiencias vividas. En la fase intermedia o moderada de la enfermedad, el paciente puede recordar anécdotas de su infancia como si las hubiera vivido el día anterior. Pero, a medida que sigue avanzando, va perdiendo la capacidad de recordar hechos recientes, la dirección de su casa, la letra de canciones antiguas o el nombre de sus nietos e hijos; y en una fase ya muy avanzada, no podrá mantener ciertos recuerdos del pasado que antes conservaba. Como actividad terapéutica, se le puede ayudar a recordar los momentos más felices de su vida, los positivos, con el fin de que reviva las emociones más placenteras.
«La capacidad de recordar algo involucra tres procesos primordiales: registro o codificación, almacenamiento y recuperación. Platón comparó la memoria al acto de poner un pájaro en una jaula, mantenerlo vivo y liberarlo posteriormente. Según él:
-El registro consiste en atrapar el pájaro y ponerlo en una jaula.
-La retención o almacenamiento consiste en mantener el pájaro vivo en la jaula.
-La recuperación consiste en atrapar el pájaro y liberarlo.
Fallos en estos diferentes procesos causan un trastorno de la memoria. […] Las personas con enfermedad de Alzheimer no lograrán mantener vivo el pájaro en la jaula y por lo tanto olvidarán» (Slachevsky et al., 2009: 24).
«Dadas las características de la enfermedad, en las que las capacidades de los pacientes para recordar sucesos pasados permanece más clara que los acontecimientos presentes, estimular y utilizar los recuerdos de hace mucho tiempo facilita la comunicación, al mismo tiempo que rescata algunos de los beneficios de la reminiscencia, ya que incrementa su autoestima, favorece la interacción social, conserva un sentido de historia y de continuidad con el pasado y mejora su calidad de vida» (Feria Ochoa, 2005: 125).
Traer a la memoria un hecho pasado.