Modelos de intervención para residencias de mayores (III): The Green House Project
A primera vista, puede parecer complicado dar con un modelo de residencia para mayores equilibrado: seguro sin que sea aburrido, atento a los deseos de los internos sin que sea anárquico, ajustado a normas sin que sea restrictivo, activo sin que sea estresante. Sin embargo, he mostrado en anteriores posts que algunas iniciativas americanas como The Eden Alternative (TEA) y The Pioneer Network (TPN) han dado con la clave para hacer de las residencias verdaderos hogares, auténticas comunidades capaces de garantizar tanto la calidad de vida como la calidad del cuidado de los mayores. El truco está en proporcionar una formación adecuada a las familias y al personal de los centros, así como a los propios interesados, para promover un cambio cultural dirigido hacia la construcción de relaciones significativas basadas en la igualdad, el empoderamiento de los mayores y el respeto mutuo entre las partes. La escucha y la colaboración han demostrado ser los pilares esenciales a la hora de garantizar que las residencias sean lugares en los que merezca la pena vivir y en los que la soledad, la impotencia y el aburrimiento queden desterrados.
Este recorrido por algunos de los proyectos que están haciendo posible dicho cambio de mentalidad con respecto a lo que debe aspirar a ser el lugar de residencia de los mayores finaliza con la presentación de la iniciativa The Green House Project (TGHP), enfocada hacia una radical modificación arquitectónica del entorno residencial. Fundada por el creador de TEA, el Doctor Bill Thomas, en el año 2001, la idea de TGHP consiste básicamente en facilitar que los mayores dependientes que requieren de cuidados permanentes puedan vivir, en lugar de en una institución, en casas reales, ¡en el más literal de los sentidos!
En 2003, un vecindario de pequeñas casitas se construyó en Tupelo, Mississippi, con el fin de alojar en aquellas a personas que se encontraban en situación de dependencia constante, evitando su internamiento en centros tradicionales incapaces de garantizar un envejecimiento digno. En pocos años, este programa se reprodujo a lo largo y ancho de los Estados Unidos, llegando a 27 estados con más de 170 complejos de viviendas que acojen a más de 2000 mayores con distintos grados de discapacidad. Se trataba de decir adiós a los largos pasillos, las enfermerías y las hileras de habitaciones individuales y compartidas para huir de la imagen del hospital. ¡Bienvenidos a casa!
TGHP no solo se preocupa por fomentar el necesario cambio cultural frente a la manera en la que vemos y cuidamos de los mayores o de formar al personal que provee los cuidados. Lo que este proyecto ha hecho es materializar su filosofía hasta el extremo creando complejos residenciales que consisten en una serie de aproximadamente 10-12 habitaciones con baños particulares que aseguran la privacidad y áreas de convivencia que incluyen la cocina abierta y el comedor, los salones y los jardines en los que los mayores pueden socializar entre sí y con otras personas.
No hay enfermerías, sino cuidadores que hacen las mismas funciones que en una residencia al uso, pero estando en contacto constante y directo con los mayores, incrementando los cuidados en un 22% respecto del modelo tradicional de residencia. De hecho, los cuidadores son en realidad facilitadores que ayudan a potenciar las habilidades y el valor de cada persona. Conviven con ellos en turnos de dos personas por la mañana y por la tarde y una por la noche, cercionándose de que las necesidades de cuidado y bienestar de los mayores estén cubiertas las 24 horas del día.
Los mayores son los jefes; ellos deciden el tiempo que pasan haciendo qué. Por ejemplo, si quieren dedicar dos horas a la cena, pueden hacerlo perfectamente. Si desean acostarse a altas horas, no tienen que preocuparse por llegar cansados al día siguiente al desayuno porque ellos deciden cuándo lo tomarán. Ellos disponen cómo decorar la casa y pueden tener consigo sus posesiones y a sus mascotas. Pueden asistir en las labores de lavandería, de cocina (y compartir con los cocineros las recetas que les han acompañado toda la vida), hacer deporte, recibir visitas de gente del vecindario y de niños que van a realizar actividades, organizar sesiones de canto, jugar con los ordenadores, tocar instrumentos y enseñar a otros a tocarlos... cualquier cosa que se les ocurra está a su alcance. Desde luego, dista mucho del modelo institucional en el que los internos son sentados a la mesa, esperan a que se les sirva la comida y se quedan durmiendo porque nadie les presta atención. En TGHP los mayores hacen todo lo que pueden hacer por sí mismos.
Este modelo de cuidado en la vejez es verdaderamente revolucionario. Cuando comenzó el proyecto piloto, los residentes que se mudaron desde las instituciones en las que vivían a las Green Houses se vieron repentinamente integrados en una comunidad en la que podían relacionarse de manera natural con otras personas de cualquier edad, e involucrarse en las preocupaciones, en la toma de decisiones y en las actividades del barrio en el que pasaron a vivir. Al ver los vídeos promocionales de esta iniciativa, es imposible no emocionarse comprobando cómo los residentes afirman que por fin se sienten libres, en un lugar en el que van a vivir, no a morir, y en el que notan que siguen creciendo y desarrollando sus talentos. Muchos cuentan cómo se les ha vuelto a abrir el apetito y han ganado peso, e incluso han recuperado el hábito perdido de comer solos. Quienes preferían aislarse en las residencias tradicionales por miedo a acabar discutiendo con los cuidadores por falta de adaptación a las estrictas reglas, se volvieron más habladores y recuperaron las ganas de relacionarse. Los que ya no se levantaban de la cama, acogían con gusto la silla de ruedas para volver a hacer cosas; los que estaban en silla de ruedas, se desasían de ella.
Las ventajas de este modelo de vivienda comunitario para mayores se extienden también a sus familiares. Para muchos, el hecho de tener que ir a visitar a sus padres y abuelos a la residencia tradicional suponía poco menos que una obligación; a veces incluso una tortura emocional. Evitaban el tener que hacerlo porque se marchaban de las instalaciones deprimidos. En las Green Houses, los familiares sienten la calidez del entorno y se tranquilizan porque comprenden que los mayores están en buenas manos. Es emocionante comprobar cómo aquellos que pensaban que jamás serían capaces de internar a sus progenitores en una residencia, llegan a reconocer que la vida en las Green Houses reporta muchos más beneficios que en la vivienda en la que aquellos residían habitualmente. Incluso para las comunidades en la que se integran estos complejos de viviendas el enriquecimiento es indescriptible, posibilitando el aprendizaje directo de los más jóvenes sobre de la importancia de cuidar y respetar a los mayores ayudándoles a conseguir un envejecimiento digno.
Pero no todo es idílico. Los promotores de esta iniciativa reconocen que para muchos mayores ya ha sido demasiado tarde porque no se han adoptado las medidas necesarias para que pudiesen beneficiarse de un sistema semejante. Los propios familiares se lamentan de no haber confiado en las ventajas de este modelo, pensando erróneamente que los costos serían muy superiores a los que implican los modelos tradicionales. Afortunadamente, ha quedado demostrado que no es así. Robert Wood Johnson, responsable de la fundación que lleva su nombre y que ha hecho posible en términos financieron la materialización de este proyecto, explica que es tan simple llevar a cabo la idea de TGHP que no se comprende por qué las políticas gubernamentales estadounidenses no están apostando por ella: “no tiene sentido no hacerlo, y no hacerlo lo más rápido posible”, asegura.
Si económicamente es sostenible, si los residentes vuelven a sonreir y describen las Green Houses como “el cielo en la tierra”, ¿qué impide que los modelos de residencia tradicionales dejen paso a la innovación? Quizá una mirada al panorama español, que está todavía lejos de estos planteamientos, nos dé la respuesta. ¿Acabaremos también nosotros lamentándonos, con el tiempo, de no haber puesto los medios antes para hacer posible el paraíso terrestre? En el próximo post voy a mostrar en qué punto nos encontramos nosotros actualmente con respecto al cambio cultural que empieza a expandirse a nivel global. Toca a hablar de España.