28/06/2025

Reescribir la vejez: del estereotipo al reconocimiento

Reescribir la vejez: del estereotipo al reconocimiento

La vejez no es un epílogo, ni una caricatura, ni una etapa de retirada. Es una forma más —y plena— de estar en el mundo. Pero seguimos mirándola con los ojos del prejuicio.

Un imaginario construido para excluir

Durante siglos —y aún hoy— la vejez ha sido representada como lo contrario a todo lo que una sociedad valora: belleza, juventud, productividad, velocidad. En un mundo obsesionado con lo nuevo, lo viejo molesta.

Esa incomodidad se traduce en estereotipos, en frases hechas, en decisiones políticas, en exclusiones cotidianas. El edadismo —la discriminación por motivos de edad— es, según la OMS, una de las formas de prejuicio más extendidas y socialmente aceptadas. Y muchas veces, ni siquiera somos conscientes de ejercerlo.

No siempre grita. A veces susurra. Se disfraza de protección, pero opera como exclusión. Se infiltra en los servicios de salud, en los medios, en las relaciones familiares. No ver a los mayores como sujetos plenos de derechos tiene consecuencias reales: menos oportunidades, menos autonomía, menos voz.

Cuando el prejuicio se vuelve norma

El daño no acaba en la exclusión externa. También se interioriza. Muchas personas mayores terminan creyendo que ya no pueden, que no deben, que no tienen derecho. La discriminación se convierte en renuncia silenciosa.

Estudios recientes muestran que vivir rodeado de estereotipos negativos sobre la vejez se asocia a peor salud, más aislamiento, menor calidad de vida… e incluso mayor riesgo de muerte prematura.

Y no es un prejuicio aislado. Se entrelaza con otros: género, clase, raza, discapacidad. El edadismo refuerza desigualdades existentes y socava la cohesión social.

Cambiar el relato, cambiar el rumbo

Pero lo construido culturalmente puede deconstruirse. Y reescribirse. No estamos condenados a repetir los mismos relatos. Podemos generar nuevas narrativas: más justas, más reales, más diversas.

La pandemia fue un espejo. Mostró la fragilidad y la resiliencia de las personas mayores. Expuso los vacíos de cuidado y el valor de su presencia. Y dejó una pregunta abierta: ¿seguiremos tratando la longevidad como un problema, o empezaremos a reconocerla como una conquista colectiva?

Algunos líderes internacionales han pedido que este sea el punto de inflexión. Que dejemos atrás la mirada asistencialista o decorativa y avancemos hacia una cultura del reconocimiento. Una que entienda que la vejez no es un bloque homogéneo, sino una etapa múltiple, activa, contradictoria.

Acciones para un cambio real

Para lograrlo, necesitamos actuar en varios frentes:

• En el legal: con leyes antidiscriminatorias que reconozcan el edadismo como forma de exclusión.

• En la educación: incorporando contenidos sobre envejecimiento positivo y derechos desde la infancia.

• En los medios: mostrando la complejidad, la potencia y la humanidad de la vejez sin estereotipos.

• En las políticas públicas: garantizando participación, consulta y acceso igualitario.

Y, sobre todo, necesitamos más presencia. Más voz. Las personas mayores deben ser protagonistas del cambio cultural. Contar sus historias. Decidir sobre lo que les afecta. No como gesto simbólico, sino como parte de un pacto generacional donde el tiempo vivido sea reconocido como capital social.

Una revolución también cultural

Reescribir la vejez no es solo cambiar cómo hablamos de ella. Es cambiar cómo la miramos, cómo la tratamos, cómo la proyectamos. Es entender que todos —si la vida lo permite— seremos mayores algún día.

Y que el modo en que construimos hoy los relatos sobre la vejez define, en el fondo, qué tipo de futuro estamos dispuestos a habitar.

Porque no hay sociedades longevas sin justicia cultural.

Y no hay justicia sin representación, sin dignidad, sin igualdad.

La revolución de la longevidad necesita también una revolución del imaginario.

Una que devuelva a la vejez su lugar legítimo en la vida colectiva.

Ni como carga.

Ni como decoración.

Ni como epílogo.

Sino como una etapa plena, viva y necesaria del ciclo humano.

 

¿Qué tipo de vejez deseas para ti… y estás ayudando a construir para los demás?