El imprescindible empleo en el sector de cuidados
Todas las personas hemos necesitado cuidados, y posiblemente los necesitaremos, a lo largo de nuestra vida. Desde la infancia a la vejez, en situaciones puntuales o de manera prolongada, nos encontramos con momentos concretos o etapas vitales en las que una persona no puede valerse por sí misma para llevar una vida plena en la sociedad en la que vive. Bien porque no tiene capacidad para alimentarse, asearse, moverse o relacionarse con otras personas, o bien porque, aun conservando cierta autonomía, requiere de apoyo para hacerlo.
En España, este acompañamiento tradicionalmente lo ha facilitado la familia dentro del hogar; especialmente, las mujeres compañeras, madres, hijas o nueras. De hecho, el 85% de quienes cuidan a mayores dependientes en el hogar son mujeres, ya sean familiares o empleadas del hogar (Moreno, 2020). La consideración de los cuidados como trabajo ligado al ámbito de lo femenino, en el espacio doméstico o en el ámbito del hogar y la familia, ha condicionado históricamente su falta de valoración, profesionalización y reconocimiento social y laboral.
La crisis de los cuidados en los países desarrollados pone de manifiesto el desequilibrio entre la creciente necesidad de atención y la capacidad de provisión de cuidados, que se soluciona parcialmente con trabajo de mujeres migrantes en lo que se conoce como cadenas globales de cuidados. Este sistema perpetúa la desigual distribución de la carga de responsabilidad de los cuidados, que recae desproporcionadamente sobre las mujeres.
Este escenario hace indispensable que el Estado provea los recursos necesarios para atender el derecho de toda persona a ser cuidada, en línea con la Estrategia Europea de Cuidados (2022), basada en el Pilar Europeo de Derechos Sociales (principio 18 sobre cuidados de larga duración). Al mismo tiempo, urge redistribuir y reequilibrar las tareas de cuidados, avanzando hacia una corresponsabilidad real.
Porque cuidar implica dedicar tiempo, esfuerzo y recursos. Es, por tanto, un trabajo. Y como tal debe ser visibilizado, valorado y dignificado, tal como viene señalando la economía feminista.
Definir el empleo en el sector de cuidados
El trabajo de cuidados directos (lavar, vestir, dar de comer…) puede prestarse atendiendo exclusivamente a una persona en el interior de un hogar. Pero también se pueden prestar cuidados indirectos (limpiar el hogar, lavar la ropa, hacer la comida…), realizando tareas que además pueden revertir en el conjunto de miembros del hogar. Este segundo caso lo asumen las empleadas del hogar, que realizan tareas esenciales para el bienestar de las personas, también denominados cuidados o trabajos domésticos. La Encuesta sobre salud laboral en el empleo de hogar y los cuidados señala que casi el 70% de las trabajadoras del hogar realizan tareas de cuidados de personas mayores y/o en situación de dependencia.
Uno de los elementos clave, por tanto, para delimitar el empleo en el sector, es la inclusión del trabajo de cuidados indirectos que realizan las empleadas del hogar.
Otro de los retos se refiere al espacio donde se realiza el trabajo, ya que puede desarrollarse en el propio hogar (de la persona dependiente o de la persona cuidadora) y prestarse tanto por profesionales como de manera informal (es decir, sin una cualificación certificada e incluso por parte de personas en situación migratoria irregular).
También puede realizarse en residencias o centros de día, con distinto grado de especialización y gestionados por entidades públicas o privadas. En estos espacios coexisten ocupaciones directamente vinculadas al sector de cuidados (medicina, enfermería, fisioterapia, psicología, trabajo social, terapia ocupacional, educación social, animación sociocultural…) que conviven con otro tipo de ocupaciones de apoyo fundamental para el funcionamiento de los centros (mantenimiento, seguridad, transporte o gestión y administración del propio centro).
Esta diversidad de perfiles muestra la interdisciplinariedad de los cuidados de larga duración, que abarcan numerosos perfiles ocupacionales, desde el ámbito sanitario hasta el social.
Precariedad del empleo de cuidados
Diversos estudios coinciden en señalar que el empleo en el sector de cuidados en España se caracteriza por:
- altísima feminización: cerca del 85% de las personas ocupadas en el sector son mujeres;
- elevada proporción de migrantes: un 22% de las personas empleadas en el servicio doméstico y en el cuidado a personas de edad avanzada provenían de otros países, especialmente de Latinoamérica y el Sur Global. Además, tienden a concentrarse especialmente en los empleos más precarios;
- alta incidencia del empleo irregular: entre el 30 y el 36% del empleo de cuidados no está declarado (personas no registradas en la Seguridad Social);
- precariedad que se observa en las siguientes dimensiones:
- respecto al tiempo de trabajo, conviven largas jornadas, turnos atípicos (nocturnos, fines de semana) y subempleo por insuficiencia de horas: hay una elevada proporción de trabajo a tiempo parcial no deseado, con jornadas muy cortas e intermitentes, lo que se refleja en salarios insuficientes y en la necesidad de compaginar distintos empleos (pluriempleo)
- bajos salarios: que pueden llegar a ser hasta un 20% inferiores en el sector de cuidados respecto al resto de sectores
- alta exposición a riesgos laborales: el 83% de las trabajadoras del hogar y cuidados indican tener o haber tenido problemas de salud relacionados con el empleo; el 80% declara problemas vinculados con salud mental; y el 40%, haber tenido algún accidente laboral. Los riesgos abarcan factores biológicos (exposición a microorganismos infecciosos), químicos (uso de desinfectantes), físicos y ergonómicos (movilización de personas dependientes), y psicosociales (incluidos la violencia, el acoso y la sobrecarga emocional).
Estas características, que muestran la precariedad del sector, no son exclusivas del mercado de trabajo español. Según recoge el Long-term care report de la Comisión, en Europa, la inmensa mayoría de personas que trabajan en el sector de cuidados de larga duración son mujeres (88%), habiendo nacido fuera del país en el 20% de los casos y encontrándose en situación irregular hasta en un tercio de las ocasiones.
En un contexto de envejecimiento poblacional y tras la experiencia de la pandemia (que puso de manifiesto el trabajo esencial de los cuidados), es el momento de transformar el sector, impulsando, valorando y garantizando unas condiciones laborales dignas. La modernización del Estado del Bienestar pasa por considerar el empleo en cuidados como pilar estratégico imprescindible para avanzar en una sociedad inclusiva, sostenible e igualitaria.
Referencias:
Domínguez Rodríguez, Antía; Lamas, Sarah; Pérez Caramés, Antía (2024). Encuesta sobre salud laboral en el empleo de hogar y los cuidados. Informe de resultados, Universidade da Coruña y Plataforma por un Empleo de Hogar y Cuidados con Plenos Derechos de Madrid
Eurofound (2025). Undeclared care work in the EU: Policy approaches to a complex socioeconomic challenge, Eurofound research paper, Publications Office of the European Union, Luxembourg.
Moreno Colom, Sara (2020). El desafío de género en los cuidados de la vejez. ¿Riesgo u oportunidad social?, VIII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España.
OIT (2024). El trabajo decente y la economía del cuidado, Ginebra: Oficina Internacional del Trabajo
Servicio Público de Empleo Estatal – SEPE (2024). El Empleo en España en el sector de los cuidados de larga duración, Informe del Observatorio de las Ocupaciones.
Social Protection Committee (SPC) y European Commission (DG EMPL) (2021). Long-term care report. Trends, challenges and opportunities in an ageing society