04/10/2025

El futuro del envejecimiento: ¿cuántas formas de vejez caben en una sociedad?

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La vejez nunca fue una sola, pero las sociedades longevas del futuro lo harán aún más evidente. No existe un único modo de envejecer: cada trayectoria vital, cada contexto y cada identidad dibujan formas distintas de transitar el tiempo. La pregunta que se abre es tan sencilla como radical: ¿estamos preparados para reconocer y acoger todas esas vejeces?

La diversidad como norma

Durante mucho tiempo, la vejez se representó como una etapa homogénea: jubilación, nietos, cuidados. Pero la realidad actual ya contradice esa simplificación. Personas de 70 años que inician proyectos empresariales, otras que viven con fragilidad y dependencia, mayores que militan en causas sociales, artistas que reinventan su obra a los 80, voluntarios que dedican tiempo a la comunidad. El futuro del envejecimiento será, más que nunca, pluralidad.

Este mosaico no es anecdótico: refleja el modo en que la longevidad multiplica los caminos posibles. En una misma generación conviven quienes alcanzan la vejez con un capital cultural y económico sólido, y quienes lo hacen tras una vida de esfuerzos invisibles y escasos recursos. Reconocer esa diversidad no es un gesto retórico: es la condición para diseñar sociedades justas y adaptadas al tiempo que vivimos.

Factores que multiplican las diferencias

La longevidad se cruza con desigualdades acumuladas. No es lo mismo envejecer en la ciudad que en el medio rural, tras una vida de precariedad laboral que tras una carrera estable, siendo mujer o varón, habiendo migrado o permaneciendo en el mismo lugar. A estas condiciones se suman factores emergentes: el impacto de la tecnología, la personalización de la medicina, las nuevas formas de convivencia y familia.

La medicina de precisión permitirá diseñar tratamientos adaptados a la biología de cada persona, alargando la autonomía de unos más que de otros. La digitalización creará oportunidades de conexión, pero también nuevas brechas entre quienes acceden a herramientas y quienes quedan fuera. Incluso la manera de formar familias influirá: hogares multigeneracionales, parejas mayores sin descendencia, redes de amistad que se convierten en soporte vital. Todo ello multiplica las formas de vivir —y narrar— la vejez.

El reto de las políticas públicas

Si la diversidad será la norma, las políticas no pueden seguir diseñadas para un “adulto mayor tipo”. El futuro del envejecimiento exige sistemas de salud flexibles, pensiones que reconozcan trayectorias dispares, servicios sociales que integren lo comunitario y lo tecnológico.

Significa también pensar en políticas culturales, educativas y urbanísticas que contemplen a mayores diversos en intereses, capacidades y modos de habitar. Ciudades accesibles, pueblos con servicios básicos, transporte adaptado, espacios de participación cívica: cada una de estas dimensiones marcará cómo se vive la vejez. Una sociedad longeva no puede imponer un molde único: necesita marcos adaptativos, capaces de responder a contextos múltiples.

Narrativas que acompañen la pluralidad

La cultura y los medios de comunicación tendrán un papel central. Necesitamos relatos que representen distintas vejeces: activas y frágiles, rurales y urbanas, solitarias y comunitarias, creativas y cuidadoras.

El futuro del envejecimiento también se juega en el imaginario colectivo: en las historias que contamos sobre lo que significa llegar a viejo y en las imágenes que usamos para representarlo. Una novela, un documental o una serie pueden contribuir tanto como una ley a derribar estereotipos. Si solo mostramos un tipo de vejez, corremos el riesgo de invisibilizar la diversidad real y de empobrecer la experiencia social del envejecimiento.

Ciencia y tecnología como catalizadores

El futuro traerá innovaciones que modificarán la manera de envejecer. La inteligencia artificial aplicada a la salud podrá anticipar riesgos y personalizar intervenciones. Los biomarcadores permitirán evaluar la edad biológica más allá del calendario. Nuevos modelos de vivienda —cohousing, residencias abiertas, comunidades intergeneracionales— ofrecerán alternativas a la residencia tradicional.

Pero toda innovación plantea un dilema: ¿serán estas opciones accesibles para todos o quedarán reservadas a minorías privilegiadas? La tecnología puede ampliar las posibilidades de la vejez, pero también profundizar desigualdades si no se acompaña de políticas inclusivas. El reto está en que la ciencia no homogeneice ni excluya, sino que potencie la diversidad como valor.

Hacia un nuevo pacto social

El reconocimiento de múltiples vejeces obliga a repensar la solidaridad intergeneracional. No se trata solo de garantizar recursos, sino de construir un pacto social donde la diversidad de trayectorias sea aceptada como riqueza.

Envejecer distinto no debe implicar marginación, sino pertenencia. Una sociedad que aprende a convivir con la pluralidad de vejeces se fortalece: gana en resiliencia, en creatividad y en humanidad. El futuro del envejecimiento es, en última instancia, una oportunidad: la de construir comunidades más inclusivas, capaces de valorar a cada persona en su singularidad.

Porque la vejez no es un molde, sino un abanico de posibilidades. Y el verdadero desafío no es añadir años a la vida, sino asegurar que todas esas formas de vivirlos tengan cabida y sentido en la sociedad que compartimos.


Si pensaras en tu propio futuro, ¿qué forma de vejez desearías vivir y qué necesitarías de la sociedad para hacerlo posible?