13/08/2020

Soledad: una guerra de trincheras invisibles

Solidão: uma guerra de trincheiras invisíveis - Envejecimiento, Sociedad

En estos tiempos de pandemia de la COVID-19 parece evidente que hubo, y hay, un problema con nuestros mayores. Y no estamos hablando de los evidentes problemas en los modelos de cuidados o en la situación sanitária en los que se han visto envueltos, más que nadie. Estamos hablando de otra epidemia,  la epidemia de la soledad.

La soledad de nuestros mayores

Aunque no hay que echarle toda la culpa a la llegada de una epidemia vírica global. Ya que mucho antes un gran número de nuestros mayores ya sufrían una soledad angustiosa.

La sociedad ha experimentado en el último medio siglo un gran cambio y el cuidado de los mayores se ha visto perjudicado. También influye en ello la mayor longevidad alcanzada durante estas décadas. Así, muchas personas de avanzada edad se encuentran solas, ya sea en sus propias casas o en residencias de mayores.

En este aspecto, la jubilación y la viudez constituyen dos elementos importantes para que surja el sentimiento de soledad. Sobre todo en las personas de más de 65 años, porque, en general, los prejubilados o viudos más jóvenes enfocan sus días con otros ánimos. Sin embargo, a los mayores estas situaciones les afectan más, aunque no a todos, ya que muchos empiezan una nueva y satisfactoria vida.

Todavía muchas personas mayores sienten que tras jubilarse se acaba su vida, sobre todo aquellas que la han dedicado en exclusiva al trabajo, sin otros alicientes. Además, en muchas de ellas, sus relaciones sociales han sido casi en exclusiva tan solo con sus colegas y tras la jubilación pierden el contacto con ellos: llega la soledad.

Igual sucede cuando has compartido la mayor parte de tu vida con una persona y un día fallece. El sentimiento de soledad en este caso es todavía más intenso que tras la jubilación. En el caso de la viudedad, la falta de motivos para seguir viviendo suele acrecentarse cuando las circunstancias familiares son desfavorables, como cuando no se tienen hijos o cuando los mismos residen en localidades lejanas. Asimismo, el ritmo que impone la sociedad actual hace que las visitas a nuestros padres y abuelos no sean tan habituales como quisiéramos.

La España vaciada y las zonas rurales

El sentimiento de soledad se agrava en las zonas rurales y también en la España vaciada donde parece que nos hemos olvidado de nuestros mayores en un grado más elevado. Aunque tal vez porque sucede lo mismo con todos los vecinos de estas zonas despobladas.

Por ejemplo, las mujeres llevan peor su viudedad en las zonas rurales que en las urbanas, porque los prejuicios sociales ejercen sobre ellas una mayor presión que les hace más difícil asistir a actos sociales como bailes o fiestas. Aunque, por otro lado, al conocerse todos mejor que en las zonas urbanas, el sentimiento de soledad es menor y la ayuda mutua es mayor.

Durante la pandemia del COVID-19, la España vaciada presentaba los mayores porcentajes de población de riesgo, debido al superior envejecimiento que se da en esta zona del interior peninsular y la parte transfronteriza con Portugal. Aunque, por otro lado, tenía un menor porcentaje de riesgo de infección, por su mayor aislamiento.

Además, el abandono se agrava en estas zonas por, entre otras razones, las siguientes:

  • la menor inversión sanitaria, que obliga a los mayores a recorrer muchos kilómetros para recibir atención;

  • la falta de infraestructuras viales adecuadas, que hace difíciles y largos los movimientos de las personas de un lugar a otro;

  • o la falta de cobertura de las comunicaciones, lo que hace que resulten complicadas de usar o inexistentes las conexiones a través de internet o de teléfonos móviles.

Y, aunque ya se venía hablando de todo esto desde organizaciones y grupos políticos, la COVID-19 lo ha puesto en primera línea.

La soledad de los mayores no dependientes

Para paliar el sentimiento de soledad de nuestros mayores, en la medida de lo posible, debemos incentivar que perseveren en su actividad social, disfruten de sus tiempos de ocio y se sientan realizados y beneficiosos para los demás. En este aspecto los centros de día son una estupenda solución.

Además, existen diversos medios para evitar la soledad de las personas mayores no dependientes, como, entre otros, los siguientes:

  • participar en programas de voluntariado, 

  • afiliarse a una asociación cultural,

  • practicar deportes, 

  • confeccionar manualidades,

  • asistir a cursos y talleres. 

La soledad de los mayores dependientes

El problema de los mayores dependientes es algo más complicado, ya que suelen necesitar cuidados especiales y atenciones personalizadas. Aquí son muy importantes los servicios sociales municipales y las actuaciones en este sentido de las comunidades autónomas. Asimismo, el trabajo de las organizaciones no gubernamentales de voluntarios solidarios son un recurso muy apreciado en estos casos.

Las soluciones, en estos casos, son más limitadas. Lo mejor, si es posible, es el centro de día, ya que no solo se relacionan con personas de su misma edad sino que pueden recibir una atención personalizada y profesional.

Para las personas mayores con capacidades físicas muy limitadas, una buena solución es el cuidador o la cuidadora por horas en su propio domicilio. En numerosos ayuntamientos existe este servicio que se presta de forma gratuita o con una tarifa muy baja.

Por eso es muy importante por parte de las administraciones públicas incrementar los servicios sociales para atender a los mayores en sus propios domicilios. Así como incrementar las plazas en las residencias públicas o las ayudas y subsidios para que puedan acceder a las residencias privadas. 

Pero, y más importante, es importante que se centre desde ya en un cambio de modelo de cuidados. Un modelo en que los ingresos estén por debajo de los intereses de los residentes, donde las opiniones de los mismos se tengan en cuenta y que el bienestar sea más que estar atendido.

No debemos olvidarnos de nuestros mayores

En conclusión, con el ritmo de la sociedad actual las personas de más edad están abocadas a una mayor soledad y en muchos casos al aislamiento, sobre todo cuando no tienen familiares cercanos. Un hecho que se agrava cuando los mayores viven solos en sus hogares, ya sea por propia voluntad o por carecer de recursos que les permitan ingresar en una residencia para la tercera edad.

Sin embargo, también se dan numerosos casos de solidaridad como voluntarios altruistas que visitan de forma periódica a los mayores o cuidadores entregados que atienden a sus mayores con verdadero mimo. Asimismo, se plantean soluciones innovadoras y originales, como la convivencia entre una persona mayor y un joven estudiante en el domicilio de la primera.

Además, siempre tenemos que recordar que nuestros mayores nos lo dieron todo, pasaron una posguerra de hambre, una perído muy largo sin libertades, fueron y siguen siendo un pilar importante en la crianza de nuestros hijos y siempre y están ahí para echarnos una mano cuando los necesitamos. 

Así que ahora es el momento de que todos les ayudemos a ellos, porque todavía tienen mucho que aportarnos a todos.