La percepción que tienes de la edad influye en tu bienestar al envejecer
Estudios científicos han demostrado cómo la percepción sobre la propia edad y también las creencias sobre nuestra edad que proyectan los demás sobre nosotros mismos, afectan a cómo envejecemos y a nuestra salud tanto física como mental.
Si no te da miedo envejecer y no sufres edadismo en tu entorno, vivirás mejor y con menos enfermedades. Aunque la afirmación puede ser demasiado categórica, diferentes estudios han arrojado conclusiones sorprendentes sobre esta cuestión, demostrando que tener ideas negativas sobre hacerse mayor, o sufrir edadismo —discriminación por motivo de edad, como se explica desde este espacio divulgativo— influye directamente en la calidad de nuestro envejecimiento y en el riesgo de tener enfermedades.
Una de las investigadoras más relevantes en este aspecto es Becca Levy, profesora de Epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Yale y profesora de Psicología en la misma universidad. Durante décadas, Levy, autora, entre otros, del libro Rompe los límites de la edad (Paidós), ha estudiado el efecto del edadismo en la salud de las personas, tanto física como mental. En 2009, junto a otros autores, demostró, en una prueba casi 400 participantes a lo largo de 40 años, que las personas que a edades tempranas habían tenido estereotipos negativos sobre el envejecimiento, tenían el doble de riesgo de sufrir un evento cardiovascular.
Cuestiones como la marcha o el equilibrio en edades avanzadas también están marcadas por la autoconfianza en esas aptitudes. Tener una idea positiva sobre la propia capacidad física cuando vamos cumpliendo años tiene un efecto directo en esa capacidad, según, otro trabajo de 2014 de Levy. Junto con otros colegas comprobó, en una muestra de 100 personas con una media de edad de 81 años, que las que fueron expuestos cada semana a estereotipos positivos sobre la edad, obtuvieron mejores resultados en pruebas de marcha, fuerza y equilibrio.
Yendo más lejos, las ideas negativas sobre la edad nos llevan incluso a perder años de vida, aunque suene desorbitado. La doctora y antropóloga Vânia de la Fuente en su recién publicado libro La trampa de la edad (Ediciones B, Penguin Libros), explica, citando a Levy, que en Estados Unidos se comprobó que “la supervivencia media de las personas con creencias más positivas sobre el envejecimiento era siete años y medio superior a la de aquellas con actitudes más negativas”.
Las ideas negativas sobre la edad avanzada tienen un efecto directo también, a pesar de que no siempre se perciba, también sobre la salud mental. Como explica De la Fuente, “el edadismo se asocia a un incremento de los niveles de estrés, así como a la aparición y persistencia de depresión y ansiedad” en edades avanzadas. Además, estas creencias negativas también afectan al deterioro cognitivo. Según han aportado estudios como el de 2015 de las investigadoras Deirdre A. Robertson, Bellinda L. King-Kallimanis y Rosa Ana Kenny, exponer a los adultos mayores a actitudes negativas hacia el envejecimiento produce descensos inmediatos en sus funciones psicológicas, físicas y cognitivas. En conclusión, según el estudio, “las percepciones negativas del envejecimiento pueden desempeñar un papel en el deterioro cognitivo en la población de mayor edad”.
También se ha podido comprobar, como cita también De la Fuente en su obra, que en que personas con ideas negativas sobre la edad a lo largo de su vida, se dan más elevados los biomarcadores relacionados con el Alzheimer, cuando se han hecho autopsias cerebrales post mortem. Uno de estos estudios, de 2016, fue llevado a cabo por Levy y un equipo de investigadores en envejecimiento. Aunque se sabía que los estereotipos negativos sobre la edad predicen resultados adversos entre las personas mayores, se desconocía si la influencia de los estereotipos se extiende a los cambios cerebrales asociados con la enfermedad de Alzheimer. Para rastrear esta posibilidad, el estudio mencionado se basó en los estereotipos de edad de los participantes sin demencia en el Estudio Longitudinal de Baltimore sobre el Envejecimiento que se habían medido décadas antes de que se realizaran resonancias magnéticas y autopsias cerebrales anuales. Según las conclusiones del trabajo, “aquellos participantes con estereotipos de edad más negativos en etapas anteriores de la vida tuvieron una pérdida de volumen del hipocampo significativamente más pronunciada y una acumulación significativamente mayor de ovillos neurofibrilares y placas amiloides en la autopsia”.
En conclusión, no podemos pensar que la negatividad -individual y colectiva- que rodea los conceptos de vejez y envejecimiento es inocua. Más allá de las consecuencias económicas y sociales, el edadismo y las ideas negativas sobre el hecho de hacernos mayores tiene un impacto directo en nuestro bienestar. Concienciarnos sobre ello sería una buena receta de longevidad saludable, aunque la acción de cada uno no es suficiente para conseguirlo. Se necesitan actuaciones globales y campañas gubernamentales para poner en valor lo que aporta la edad y combatir el enaltecimiento constante de la juventud per se o como un anhelo eterno.