La accesibilidad como elemento de la vivienda adecuada
En el post anterior hablamos sobre los problemas de las personas mayores que residen en edificios sin ascensor. Está lejos de ser este el único problema que tienen las personas mayores en las viviendas, aunque tiende a minimizarse la importancia de estos problemas, o incluso a invisibilizarse. Y como de lo que no se habla, no sabemos (o lo que no se nombra no existe, decía Lledó) hoy vamos a ampliar un poco nuestro conocimiento de la situación residencial de las personas mayores.
La situación de la vivienda en España es tan sumamente compleja (por poner un adjetivo no malsonante) que cuando hablamos del problema de la vivienda y del incumplimiento del derecho a la vivienda, nos centramos en los problemas más acuciantes, más urgentes, más visibles, como son la capacidad de acceso de los nuevos hogares o la sobrecarga económica que supone.
Sin duda hay un motivo de preocupación real detrás: el precio de la vivienda en España, tanto en propiedad como en alquiler, deja fuera del mercado a numerosos hogares y como sabemos ha conducido al aumento de los desahucios (aquí también interviniendo las condiciones abusivas de los préstamos bancarios). Sin viviendas accesibles (económicamente) no podemos conformar nuevos hogares, y esto tiene consecuencias catastróficas a nivel social. Influye en diferentes fenómenos sociales, como en el retraso y la reducción de la natalidad, que justo es un factor determinante del envejecimiento. Resulta paradójico que se dediquen tantos esfuerzos a reducir el coste de las pensiones pero que se olvide el otro extremo de la balanza y su equilibrio en positivo, como sería facilitar la maternidad, por ejemplo, a partir de políticas de acceso a la vivienda. El ejemplo me sirve para incidir (de nuevo) en que vivir más no es el motivo -único y exclusivo- de envejecimiento, pero, sobre todo, en que vivir más sería la parte positiva.
Volviendo al tema, la situación residencial de un país nos está diciendo cómo marcha su economía, cómo funcionan sus políticas públicas y también nos aporta información sobre el nivel de desigualdad que experimenta. Soy consciente, de que existen numerosas medidas para cuantificar estas cuestiones, pero también de que sin una vivienda adecuada no es posible poder cubrir otros derechos básicos.
Cuando planteamos la idea del derecho a la vivienda (ese concepto complejo, más filosófico a veces que dotado de contenido real, y que da nombre a parte de mi proyecto posdoctoral) a veces podemos olvidar que no vale cualquier vivienda, que no nos referimos a la mera disponibilidad de un techo, sino que la vivienda debe reunir unas características adecuadas. Es decir, para que el derecho a la vivienda se cumpla, debemos evolucionar a la concepción de derecho a la vivienda adecuada. La pregunta por tanto sería: ¿Residen las personas mayores en viviendas adecuadas?
Tendemos a asumir que así es, y que las personas mayores cumplen esta premisa de residir en viviendas adecuadas. Esta idea pudiera derivar de un argumento lógico: el ciclo de vida nos debería permitir evolucionar y mejorar nuestra situación, tanto económica como residencial. Pues en su mayor parte, lo hacen, pero eso no significa que la situación de la vivienda esté completamente resuelta. Tampoco debemos olvidar que estar mejor de lo que estuvimos en el pasado no significa necesariamente estar bien en la actualidad.
Ya vimos que la accesibilidad física es un problema real. Pero no lo es solo por la ausencia de ascensor, que es un problema muy presente en nuestra sociedad: casi el 22% de las personas mayores residen en edificios que tienen más de 3 plantas y carecen de ascensor. Como me dijo un amigo tras leer el post anterior, hay personas mayores que quedarían “secuestradas” en sus casas sin poder salir a la calle. Si analizamos la accesibilidad de los edificios en que residen las personas mayores, la situación es aún peor.
Primero definamos accesibilidad: un edificio es accesible cuando una persona en silla de ruedas puede acceder desde la calle hasta dentro de cada una de sus viviendas sin ayuda de otra persona (Glosario Censo 2011). Podemos pensar en las sillas de ruedas como algo extremo, pero si una silla de ruedas no puede acceder significa que tenemos escalones u otros impedimentos arquitectónicos. Y eso supone una mayor dificultad, no solo para las personas que se ayudan de andadores o bastones, también para las que no. No podemos asumir (no debemos) que todas las personas mayores necesitan usar silla de ruedas o andador, pero estos datos nos están diciendo que, incluso en aquellos casos en los que hay ascensor, pueden existir escaleras de acceso al mismo. O que el ascensor, por problemas con la instalación del ascensor, solo llega a las mesetas intermedias, así que tenemos un tramo de escaleras que subir para poder llegar a casa. De nuevo, cuando no tenemos problemas de movilidad puede parecer una cuestión menor, pero podría estar aislando en su casa a la persona mayor.
Bueno, pues consultando los datos (Censo de Población y Viviendas 2011, INE) comprobamos cumplen con la accesibilidad. Como podremos comprender, y sin que la edad implique dependencia (lo vimos aquí) a mayor edad tendremos ciertas dificultades añadidas relacionadas con nuestra movilidad (nos cuesta un poco más subir los escalones, vaya, y es normal). Pues, además, cuando analizamos el reparto de la ausencia de accesibilidad vemos que empeora a medida que aumenta la edad: el 67,4% de los mayores de 75 residen en edificios sin accesibilidad y 7 de cada 10 personas por encima de los 85 años residen en edificios con problemas de acceso. Aun así, estamos ante una mejora con respecto a diez años atrás: en 2001 el 78,9% de la población 65+ vivía en edificios con carencia de accesibilidad, cifra que se elevaba para los mayores de 85 hasta ¡el 80,2%!
La situación de la vivienda ha mejorado con el paso del tiempo, pero este tipo de problemas que afectan a características estructurales de los edificios son las más difíciles de erradicar, porque en muchas ocasiones no dependen de la capacidad de decisión de los mayores, y pueden además producirse dificultades de ejecución desde el punto de vista arquitectónico. Pero necesitamos reflexionar sobre cómo de inclusivas son las viviendas en España: este problema de la accesibilidad afecta a numerosas personas de todas las edades e impide su integración en sociedad.