El talento no se jubila: reivindiquemos el saber y la creatividad sénior
En una sala del Centro Internacional del Español, en Salamanca, unas vasijas, una bicicleta, un troco, brotan de los cuadros de Félix Felmart. No solo evocan la memoria rural, sino que lanzan una pregunta directa a quien los contempla: ¿por qué seguimos midiendo el talento con la dichosa vara de la juventud? La exposición El Talento No Tiene Edad, impulsada por el CENIE y la Fundación General de la Universidad de Salamanca, es un homenaje a la belleza de lo vivido y también una interpelación: ¿cuánto perdemos cuando ignoramos el caudal de sabiduría, creatividad y experiencia que poseen las personas mayores?
Vivimos en un mundo que glorifica la novedad, la innovación asociada a lo joven. El talento, en este imaginario, parece tener fecha de caducidad: después de los 50 —o incluso antes— se deja de contratar, de invitar, de escuchar… Y sin embargo, está demostrado que es en ese tramo de la vida donde la experiencia, la perspectiva y la profundidad pueden alcanzar su mayor esplendor, fruto de todo lo vivido, aprendido y experimentado. Dice el propio artista salmantino: “Pinto lo que he vivido y lo que aún recuerdo. La edad no me quita la creatividad, al contrario, me da profundidad”. Esa afirmación, simple y poderosa, encierra una verdad que se reivindica desde hace tiempo desde varios ámbitos.
La asociación entre juventud y creatividad ha calado hondo. No solo en la cultura popular, sino también en el ámbito académico y empresarial. Según datos de la Fundación Adecco, el 62% de los desempleados mayores de 55 años es parado de larga duración y el 75% creen que ya no volverá al mercado, piensan que su edad es un obstáculo para encontrar empleo. España es, junto a Italia, el país de la Unión Europea con los mayores índices de desempleo entre los 55 y los 69 años, según el II Mapa de talento sénior publicado por el centro de investigación Ageingnomics de la Fundación Mapfre.
A pesar del envejecimiento de la población activa, el 40 % de los responsables de Recursos Humanos admite descartar automáticamente los CV de mayores de 55 años, según datos del Libro Blanco del Talento Sénior elaborado por Fundación SERES y Fundación Adecco. Unos datos que los especialistas denuncian y piden combatir, por preocupantes e insostenibles, también por motivos de eficiencia y rentabilidad económica. ““Habrá una guerra de talento. Vamos a necesitar habilidades y competencias clave. Y el reto de las empresas es hacer empleables estas personas hasta su jubilación”, advertía en un reportaje Elena Cascante, presidenta del Observatorio Generación y Talento. Como Manel Fernández Jaria, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, quien nos avisaba “durante mucho tiempo se ha creído que el talento senior no era útil, pero esto va a cambiar”.
Desaprovechar el talento sénior no solo es una injusticia personal. Es, además, una pérdida económica colectiva. El Banco Mundial y la OCDE han advertido en repetidas ocasiones que la exclusión laboral y social de las personas mayores supone un coste directo para los sistemas productivos. En un país envejecido como España —donde más del 30% de la población tendrá más de 65 años en 2050, una cifra archi repetida— resulta un contrasentido mantener estructuras laborales que expulsan o minusvaloran a quienes acumulan más experiencia.
Más allá de cifras de paro y datos macroeconómicos, cabe reflexionar más profundamente sobre lo que representa el talento y lo que le aporta la edad. El economista David Galenson, profesor en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, e investigador asociado de la Oficina Nacional de Investigación Económica de este centro, es conocido por proponer una nueva teoría de la creatividad artística y distingue entre dos tipos diferentes: la creatividad conceptual (más frecuente en jóvenes, asociada a ideas rompedoras) y la experimental (más habitual en personas mayores, que perfeccionan su arte con el tiempo). Picasso y Mozart serían ejemplos de lo primero; Cézanne o Beethoven, de lo segundo. Una de las ideas de Galenson, expuesta en su libro Old Masters and Young Geniuses, sería que algunas personas hacen su mejor trabajo al principio de su carrera; otras, tras décadas de exploración y maduración.
Como explica Galenson, las pinturas de Cézanne más caras son las que pintó el año de su muerte, a los 67 años. Cézanne es el tercer artista francés más representado del siglo XX, pero de todas sus imágenes reproducidas, solo el 2 % son de sus veinte años. El 60 % las completó después de cumplir los 50, y pintó más de un tercio durante sus sesenta. ¿Podemos menospreciar, subestimar o ignorar el talento senior, y perdernos capacidades grandiosas como las de Cezanne, que florecen en la última etapa de la vida?
El problema no es solo económico, sino también social y cultural. “Seguimos muy condicionados por estereotipos que asocian juventud con talento o creatividad”, señalaba Óscar González Benito, director de la Fundación de la Universidad de Salamanca, durante la inauguración de la exposición. El fotógrafo Luis Malibrán, proponía una clave reveladora: no se trata solo de qué miramos, sino desde dónde lo hacemos. El talento sénior, a menudo invisible o desdibujado en la narrativa social, necesita otro enfoque. Más que una nueva mirada, una mirada antigua que se recupere.
Construir sociedades longevas exige más que alargar la vida. Exige transformar la mirada. Talento no es solo chispo ni novedad: también es poso, visión y paciencia. Y eso no se improvisa, se cultiva, se vive y se comparte. Reconocer el valor del talento sénior no es una concesión generosa hacia quienes “ya han contribuido”. Es una necesidad urgente si queremos sociedades sostenibles, diversas y verdaderamente inteligentes. El talento no se jubila, solo espera que alguien se atreva a mirarlo como merece.