Las ayudas a la vivienda se olvidan de nuestros mayores
Las personas mayores de 65 años son las más vulnerables al acceso a una vivienda. A pesar de que el 96,4 % de las personas que acceden a la jubilación deciden permanecer en su vivienda, no reciben ayudas publicas dirigidas a este colectivo vulnerable.
Según datos del estudio ‘Envejecer en casa. ¿Mejor en el pueblo o en la ciudad?’, publicado por el Observatorio Social de ‘la Caixa’, el 3,6% restante vive en residencias o instituciones de otro tipo. La problemática de estas personas que en muchos casos viven solas y en una vivienda sin ningún tipo de reforma, hace que ese “envejecimiento de su residencia” repercuta en la salud de su propietario de desiguales maneras.
Son datos del estudio realizado por Irene Lebrusán, Doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y Profesora en la Universidad Carlos III de Madrid, los mayores que residen en ciudades medianas son los que sufren mayor vulnerabilidad residencial en España.
Diferencias entre envejecer en un pueblo o en macrociudad
En este estudio, Irene Lebrusán, analiza “las diferencias entre envejecer en un pueblo pequeño o en una macrociudad”, a efectos de calidad de la vivienda. “La vulnerabilidad residencial extrema surge de la acumulación de problemas en una vivienda, que va mermando la calidad de vida de quienes residen en ella”, ha explicado la autora. También incide y mucho el código postal en la calidad de vida y en como se llega a la edad de jubilación.
Lebrusán destaca que “no han existido hasta la fecha programas específicos de vivienda para la tercera edad”. Ni el Plan de Vivienda anunciado por el exministro del PP, Iñigo de la Serna, ni el que dibujó recientemente en el Congreso el actual ministro de Fomento, José Luis Ábalos, han incluido medida alguna para el colectivo senior. “Se han concentrado la mayor parte de las políticas públicas en la gente joven y su acceso a la vivienda, pero hay una serie de personas que llevan mucho tiempo sin arreglar problemas graves en su propia vivienda”, señala la socióloga.
Hay personas que, al llegar a la jubilación, cobran pensiones de miseria que, sumado a la actual burbuja del mercado de alquiler y de los pisos turísticos, expulsa a nuestros mayores de los barrios, en muchos casos logran reubicarse en otra zona ajena a su vida activa, lo que afecta a su desarrollo cognitivo y a la posibilidad de desarrollar enfermedades como el Alzheimer o algún tipo de demencias o depresión.
La soledad de nuestros mayores es también preocupante, no solo por los problemas habitacionales, si no también por los problemas sociales que conlleva. La soledad afecta al estado de la vivienda, y a su deterioro.
La autora pone el foco en la necesidad “de corregir estos problemas para garantizar una vejez autónoma y de calidad, así como integrada en la sociedad, lo cual pasa por cubrir las necesidades básicas en las viviendas”. Como señala el informe, el 96,4 % de las personas mayores decide permanecer en su vivienda durante la vejez, frente al 3,6 % que vive en residencias o instituciones de otro tipo. La evidencia disponible, recuerda, muestra que “envejecer en casa beneficia la salud y el bienestar de los mayores, siempre que la vivienda favorezca un envejecimiento de calidad y no exponga a los mayores a situaciones de vulnerabilidad”, cosa que no sucede cuando se la expulsa para convertirla en vivienda turística y se la desubica de sus lugares sensoriales.
El informe apunta que el 20,1 % de las personas mayores de 65 años en España(1.596.675 personas) reside en viviendas que sufren vulnerabilidad residencial extrema, un porcentaje más elevado en las ciudades de entre 10.000 y 100.000 habitantes, pudiendo alcanzar el 23,5 % del total de la población mayor en aquellos municipios de entre 20.000 y 50.000 habitantes.
Los mayores de 65 carecen de ayudas públicas
“Muchas de las ayudas se han dirigido al mercado en propiedad. Da la sensación de que cuando adquirimos una vivienda hemos dejado de lado cualquier tipo de problema, cuestión que es errónea. Es lo que pasa con la gente mayor, muchos de ellos son propietarios y parece que no necesitan ningún plan específico de ayudas, pero la realidad es diferente”, señala Lebrusán. En cuanto a los que no son propietarios el porcentaje alcanza el 13,3% en la actualidad.
A su juicio, hay otros países más adelantados que el modelo español; “en nuestro país, se cree que las familias pueden arreglar los problemas de las personas mayores y no siempre sucede así”. Los países nórdicos están más avanzados en este tema “tienen mayor porcentaje de vivienda pública en alquiler que nosotros. En nuestro caso estamos muy bajo a nivel europeo, añade la experta.
La relación entre el problema de la vivienda y salud de sus propietarios parece directa “en este estudio, establecemos la relación clara entre el estado de salud del propietario y la vivienda. No solo hablamos de depresiones y otros problemas psicológicos más o menos graves, sino de otras enfermedades como neumonías o similares por el mal estado de la vivienda”. La mayor calidad de vida influye en que la existencia de estas personas se alargue más en el tiempo. “Estamos hablando de viviendas que han envejecido con escasas reformas, eso hace que necesiten una rehabilitación notable muchas de ellas”, aclara Lebrusán.
Los problemas más frecuentes
- Accesibilidad (5.289.113 personas afectadas)
- La falta de calefacción o de aparatos para calentar su vivienda (3.355.129)
- Edificio de más de tres plantas sin ascensor (1.740.376)
- Hacinamiento (959.936).
Falta de acceso a agua corriente, que afecta a 431.818 personas mayores. Se considera un problema grave ya que el agua es un bien necesario, imprescindible para obtener la cédula de habitabilidad de la vivienda y, además, casi la totalidad de la población española dispone de él, lo que indica su importancia relativa en la sociedad.
La vulnerabilidad residencial extrema surge de la acumulación de problemas en una vivienda, que va mermando la calidad de vida de quienes residen en ella. Lebrusán señala que “cualquier medida que se tome debe ser en forma de plan de choque, porque el tiempo va en contra de la calidad de las viviendas de este colectivo de mayores. Hay que hacer primero un diagnóstico de la situación y detectar donde están estas viviendas que pasan desapercibidas para las diferentes administraciones. No se sabe qué personas sufren esta situación”.
La autora del informe cree que “el funcionamiento de los Servicios Sociales debe tener más en cuenta la situación de estas personas y simplificar sus protocolos de actuación” porque “muchas de ellas no conocen Internet ni saben manejarse a nivel telemático. El problema de comunicación es importante. Si no tienen familiares que les ayuden no podrán acceder a esas ayudas. En otros casos, algunas de estas personas les cuesta reconocer que ahora necesitan pedir ayuda para sacar su vivienda adelante, y no siempre se logra que comenten su situación personal”, señala.
Vulnerabilidad extrema
La vulnerabilidad residencial extrema surge de la acumulación de problemas en una vivienda, que va mermando la calidad de vida de quienes residen en ella. Las ciudades de gran tamaño “se han visto beneficiadas por medidas de control y recursos públicos para luchar contra la infravivienda”, señala la experta. Mientras que los municipios rurales más pequeños “se valen de un mayor rango de formas solidarias de acceso a la vivienda y de un ahorro en los precios de los terrenos que redunda en una mejor calidad de las construcciones”.
Sin embargo, para Lebrusán, medidas como el cohousing, –viviendas colaborativas para vivir la vejez de otra manera-, “pese a que es una medida interesante, soy más partidaria del cohousing entre generaciones lo que ayudaría a sacar más provecho”. “Se nos quedarían fuera señoras y señores con más de 80 años, muchos de ellos tienen tanto apego a su barrio que no saldrían del mismo. El cohousing a la larga puede ser una solución, pero a corto y medio plazo en situaciones de vulnerabilidad extrema no parece que ayude a solucionar este tipo de problemática”, señala la autora del informe.
Hipoteca inversa
Paro los sindicatos, y en especial para UGT, la hipoteca inversa es una solución dañina para nuestros mayores. Está promovida por los mismos actores que quieren privatizar el sistema público de pensiones.
Para Lebrusán la hipoteca inversa no es una solución clara para este colectivo. “Además, tener una casa en malas condiciones no siempre suscita el interés del banco”, ha señalado.
Para esta experta muchas de las viviendas vacías existentes en nuestro país podrían convertirse en sociales para este colectivo, “el problema es también su localización. No siempre están donde se necesitan realmente”.
Fuente: Diario16