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Esperanza de vida saludable: cuando la ciencia mide el bienestar
Durante siglos, la humanidad midió su progreso contando años.
Cada década que ampliaba la esperanza de vida era celebrada como una conquista.
Pero hoy, en una sociedad que ya ha ganado tiempo, emerge una pregunta más decisiva: ¿cuánto de ese tiempo se vive realmente con salud, autonomía y bienestar?
El proyecto “Esperanza de Vida Saludable en España”, impulsado por el CENIE y desarrollado por el Centro de Estudios Demográficos (CED), responde a esa pregunta con un rigor científico y una ambición inéditos.
Dirigido por Iñaki Permanyer, investigador ICREA, y con la participación de Aïda Solé-Auró, Elisenda Rentería, Jordi Gumà, Jeroen Spijker, Sergi Trias, Pilar Zueras y Albert Esteve, el estudio ha situado a España en la vanguardia del análisis sobre cómo la longevidad se traduce —o no— en bienestar real .
Un nuevo mapa para entender la salud
El proyecto nació con un propósito doble: medir y comprender.
Medir, porque los indicadores tradicionales —la esperanza de vida o las tasas de mortalidad— ya no bastan para describir las complejas trayectorias vitales de una población que envejece.
Y comprender, porque detrás de los datos hay vidas: generaciones, géneros y territorios que viven la longevidad de forma muy distinta.
El equipo del CED está combinando por primera vez en España encuestas nacionales de salud, registros de mortalidad y bases de datos clínicas anonimizadas de más de 1,5 millones de personas en Cataluña, gracias al programa PADRIS.
Esa integración de datos —de escala, precisión y alcance sin precedentes— permite observar no solo cuándo morimos, sino cuándo y de qué manera empieza la enfermedad, cuánto dura y cómo varía según el sexo, la educación o la condición social .
El estudio analiza cuatro dimensiones clave:
- La evolución territorial, para dibujar un mapa de desigualdades regionales en salud.
- Las diferencias de género, para entender por qué las mujeres viven más años, pero también más tiempo con enfermedad.
- El gradiente socioeconómico, que muestra cómo la educación y la renta determinan los años vividos con buena salud.
- Las causas médicas, para identificar las enfermedades que más ensanchan la brecha entre longevidad y salud.
La paradoja femenina: vivir más, pero no siempre mejor
Entre los hallazgos reveladores destaca la aportación de Aïda Solé-Auró, que explora la relación entre género, educación y salud.
España, uno de los países con mayor esperanza de vida del mundo, muestra una paradoja: las mujeres viven más, pero acumulan más años con dolor crónico, limitaciones o deterioro cognitivo .
Su análisis demuestra que la educación funciona como una vacuna silenciosa.
Una mujer de 45 años con estudios básicos puede llegar a vivir ocho años más con mala salud que otra con formación universitaria.
En los hombres la diferencia también existe, pero se reduce casi a la mitad.
Ser mujer y tener bajo nivel educativo supone una doble desventaja: más riesgo de enfermedad y menos autonomía en la vejez.
A medida que las generaciones jóvenes, más formadas, envejezcan, la brecha de género podría reducirse, pero Solé-Auró advierte que el progreso no es automático.
Invertir en educación sigue siendo una de las políticas de salud pública más eficaces y menos reconocidas.
“Pensar en salud —afirma— no es solo reforzar hospitales: es garantizar educación equitativa desde la infancia.”
La deriva generacional: una alerta silenciosa
Por su parte, Iñaki Permanyer ha documentado un fenómeno inquietante: la “deriva generacional de la salud”.
A partir del análisis de registros de salud y mortalidad en Cataluña entre 2010 y 2021, su equipo ha constatado que las generaciones más jóvenes presentan mayores niveles de multimorbilidad —es decir, padecen varias enfermedades crónicas al mismo tiempo— que las cohortes anteriores a la misma edad .
En mujeres nacidas en los 90, por ejemplo, la prevalencia de multimorbilidad a los 25 años es un 50 % mayor que en las nacidas una década antes.
Esto podría significar que, por primera vez, los hijos y nietos de quienes conquistaron la longevidad podrían envejecer con peor salud que sus padres.
La causa, según Permanyer, es múltiple: desigualdad social, aumento de trastornos mentales, obesidad, sedentarismo y una detección diagnóstica cada vez más precoz.
El hallazgo no busca alarmar, sino anticipar.
El reto —dice el investigador— es transformar el conocimiento en prevención: diseñar políticas basadas en evidencia, promover hábitos saludables desde la juventud y reforzar la vigilancia epidemiológica antes de que las desigualdades se cronifiquen.
De la medición a la acción
El proyecto Esperanza de Vida Saludable en España no pretende solo describir una realidad, sino transformarla.
Sus indicadores permitirán orientar políticas más precisas, diseñar intervenciones regionales y definir estrategias preventivas que integren lo social y lo sanitario.
Su valor no está solo en la ciencia, sino en la mirada estructural que propone: entender la salud como un bien común, la longevidad como una responsabilidad colectiva y la prevención como una política de país.
En la visión del CENIE, esta investigación es más que un estudio: es una base de conocimiento para el futuro Observatorio OLAS, que unirá datos clínicos, sociales y territoriales para anticipar los riesgos de fragilidad y diseñar programas comunitarios y personalizados.
El proyecto consolida así el papel del CENIE como espacio donde la ciencia, la política y la cultura se encuentran para repensar lo que significa vivir más tiempo.
El legado de un nuevo paradigma
El gran valor de este trabajo es que traduce en números una intuición humana: vivir más solo tiene sentido si vivimos mejor.
Y para lograrlo, necesitamos comprender las desigualdades que aún persisten entre territorios, generaciones y géneros.
Con la colaboración del CED, España se sitúa a la vanguardia de un movimiento global que busca redefinir la salud no como ausencia de enfermedad, sino como capacidad de vivir plenamente.
Este es, sin duda, uno de los grandes hitos científicos y sociales del año del CENIE: un proyecto que no solo mide el bienestar, sino que ayuda a imaginar cómo construirlo.