El rostro olvidado de la longevidad tiene nombre de mujer

Viven más años, pero no necesariamente mejor. Y, aun así, siguen siendo las grandes invisibles del debate sobre la vejez. Es hora de cambiarlo.
La paradoja de vivir más… y con menos
Las mujeres viven más. En casi todas las sociedades, en todos los continentes, con todos los niveles de renta. La brecha de longevidad entre hombres y mujeres se mantiene firme: alrededor de cinco años más a favor de ellas.
Pero esa buena noticia —aparente— encierra una paradoja persistente: viven más, pero no necesariamente mejor.
Llegan a edades avanzadas con más enfermedades crónicas, más fragilidad, más dependencia y, en muchos casos, más soledad. La biología influye, sí, pero lo que agrava la situación es una estructura social que no se jubila cuando ellas sí lo hacen: roles impuestos, trayectorias laborales precarias, cuidados no remunerados.
Doble discriminación: por edad y por género
Envejecer siendo mujer no solo suma años: suma desigualdades. La discriminación por edad se entrelaza con la desigualdad de género, agravando cada vulnerabilidad.
Muchas han limitado su carrera profesional por cuidar, han trabajado en sectores informales o mal pagados, han sostenido hogares sin reconocimiento económico.
Cuando llega la vejez, eso se traduce en pensiones más bajas, más pobreza y mayor vulnerabilidad. Si a eso se suma la viudez, la pérdida de ingresos y la falta de redes, el riesgo se multiplica.
Además, los estereotipos hacen el resto: la mujer mayor sigue apareciendo como cuidadora abnegada o figura invisible. Pocas veces como agente de cambio, referente cultural o líder comunitaria.
¿Dónde están sus relatos, sus cuerpos, sus deseos?
Reimaginar la longevidad con mirada de género
Frente a esta invisibilidad, se hace urgente redefinir la longevidad con perspectiva de género. No para victimizar, sino para reconocer la diversidad, el talento y la voz de millones de mujeres mayores.
Porque no existe una única forma de ser mujer mayor.
Hay muchas. Tantas como biografías. Tantas como cuerpos.
Una agenda urgente para el cambio
Para que esta transformación sea real, no basta con buenos deseos: es imprescindible cambiar políticas, sistemas y narrativas. Necesitamos, entre otras cosas, sistemas de pensiones que reconozcan el valor del trabajo de cuidados no remunerado; una atención sanitaria que tenga en cuenta las necesidades específicas de las mujeres mayores; mecanismos eficaces de apoyo ante la violencia de género en etapas tardías de la vida; viviendas accesibles y transporte adaptado que garanticen su autonomía; así como programas culturales y educativos diseñados con ellas y para ellas. Y, por encima de todo, representaciones públicas que las visibilicen, las celebren y las nombren con la dignidad y la diversidad que merecen. Porque sin imágenes, sin relatos y sin referentes, no hay verdadera inclusión.
La longevidad femenina no es solo un dato demográfico: es una oportunidad histórica para redefinir lo que significa envejecer con plenitud. La mujer mayor no es únicamente quien cuida; también puede ser quien crea, quien lidera, quien transforma. Y tiene pleno derecho a hacerlo sin pedir permiso, sin tener que justificar su presencia, y sin ser juzgada por su cuerpo, su edad o su grado de dependencia. Envejecer no debería ser sinónimo de desaparición, y ser mujer mayor no puede seguir siendo una identidad sin derechos ni relato.
Si no hay género, no hay longevidad inclusiva
Hablar de longevidad sin hablar de género es mirar solo una parte del problema… y de la solución.
Si queremos sociedades longevas verdaderamente inclusivas, las mujeres mayores deben dejar de ser el rostro olvidado del envejecimiento.
Deben convertirse en lo que ya son: protagonistas visibles, diversas y poderosas de este nuevo tiempo.
Ellas ya están.
Falta que las veamos.
Falta que construyamos para ellas —y con ellas— un futuro en el que vivir más signifique también vivir mejor: con derechos, con reconocimiento y con libertad para envejecer como quieran.
Porque la longevidad, si no es para todas, no es plenitud. Y si no incluye a las mujeres mayores, no es justicia.
¿Qué mujeres mayores han sido referentes en tu vida?