El valor de reinventarse: retos y sueños pueden cumplirse, también en nuestro último tercio vital

“Hacer balance vital es positivo y necesario. A partir de cierta edad es bueno irse planteando si estás ejecutando tu proyecto de vida de acuerdo con tus intenciones y capacidades”, me contaba Àngel Guirado, doctor en Psicología y presidente de la delegación de Girona del Col·legi Oficial de Psicología de Catalunya, con motivo de un reportaje sobre esta cuestión. Ese balance vital puede conllevar cambios importantes, como un divorcio, un cambio de ciudad o cortar con relaciones familiares tóxicas. Pero también puede comportar pasos más pequeños —aunque relevantes—, como explorar una nueva afición deseada, o viajar a un destino todavía pendiente.
A los 67 años, Carme Rami volvió a una antigua fantasía: bailar ballet clásico. Lo hizo sin más ambición que moverse y sentir. Hoy, el ballet forma parte de su día a día. “Ha sido un regalo, como si la vida me diera una segunda oportunidad”, nos contaba en una entrevista en la sección ‘Después de los 60’, en La Vanguardia. Teresa Sánchez, con 81 años actualmente, asegura que empezar a escribir novelas, cuando tenía 60, le devolvió “la ilusión de seguir soñando”, después de una vida dedicada a la familia y a la casa.
Con el nuevo escenario de longevidad, cada vez son más personas las que se atreven a reescribir su biografía a una edad avanzada, para reenfocar el último tercio de su vida. Esta disposición a repensar la propia existencia puede nacer desde el entusiasmo, pero también por un vacío, un duelo, o una sensación de estancamiento. A veces no se trata de “empezar de cero”, sino de permitirse otra versión de uno mismo. A menudo, es en este momento, en la madurez o la vejez, ya sin cargas familiares y con disponibilidad de tiempo, es cuando aparece una libertad desconocida en etapas anteriores. ¿Qué impulsa estos giros tardíos? ¿Y por qué nos siguen sorprendiendo?
Durante mucho tiempo, la vejez se consideró el tiempo del cierre, del recogimiento, del “así soy, y así seré hasta el final”. Las narrativas vitales parecían cristalizar a cierta edad, como si después solo quedara vivir lo ya escrito. Pero esta visión está siendo puesta en cuestión. En España, el 31% de las personas entre 65 y 74 años usaron internet en 2023 para actividades de aprendizaje, según Eurostat. Un estudio publicado por el Centre for Ageing Better (Reino Unido) en colaboración con el Greater Manchester Combined Authority y el Manchester School of Architecture, y titulado Locked out: A New Perspective on Older People's Housing Choices, muestra que cada vez más personas mayores se mudan por razones de proyecto personal: buscar comunidades más activas, vivir en entornos rurales, o comenzar nuevas etapas en otro país. Según los datos de la última Encuesta Social Europea (ESE), analizados por Funcas con motivo del Día Internacional de los Voluntarios, el 15% de los españoles de más de 65 años ha participado en voluntariados.
Nuevos estudios universitarios, aprendizaje de idiomas, voluntariados, escritura, arte, activismo, divorcios tardíos, nuevas relaciones afectivas, viajes… Una vida más larga también abre ventanas inesperadas.
El pensador Charles Handy, autor y filósofo irlandés especializado en comportamiento y gestión organizacional, hablaba de la “segunda curva”: una nueva etapa vital que surge cuando ya hemos descendido de la primera —la carrera profesional, la crianza, las obligaciones sociales— y descubrimos otra forma de vivir con propósito. Más libre, más elegida, a veces más auténtica.
La psicóloga Laura Carstensen, fundadora del Stanford Center on Longevity, señala que en la vejez se afina la inteligencia emocional, se reducen las decisiones impulsivas, y crece la capacidad de priorizar lo que realmente importa. Es decir: cambiar tarde puede ser también cambiar mejor.
¿Es el momento?, nos habremos preguntado muchos, y también en una edad avanzada. “Yo propongo no preguntarse si es el momento, porque no hay un momento adecuado: debemos preguntarnos si tenemos la necesidad”, aconseja Pep Marí, psicólogo y autor de Decisiones vitales (Plataforma Actual). El experto sugiere poner atención en la duración de esa voz interior que sugiere movimiento, cambio o decisión. “Un capricho pasa al cabo de pocos días o semanas, una necesidad dura hasta que la satisfaces. Si desaparece de tu cabeza fácilmente, es un montaje, un autoengaño. Si pasan meses o años y sigues deseándolo, se trata de una necesidad”.
Cambiar después de los 60 años no es un acto de valentía ni una extravagancia. Es una forma de seguir vivos en el tiempo que nos queda. Porque en la longevidad, la vida no se alarga solo en años, sino también en posibilidades.