La longevidad y el cambio en la concepción del conocimiento están transformado la sociedad y el papel de la Universidad. En la actualidad, el aprendizaje continuo a lo largo de la vida se ha convertido en una condición necesaria para la plena inclusión y la consecución de un Estado democrático. Por ello, la longevidad no puede ser entendida únicamente como un aumento en la esperanza de vida, sino que se hace necesario plantearse una nueva forma de estructurarla independientemente de los límites impuestos anteriormente con respecto a la edad. Alfonso González, licenciado en derecho por la universidad complutense de Madrid, explica en este artículo que esta nueva era de hibridación multigeneracional debería reflejarse también en los entornos educativos, dejando de hablar de una educación para toda la vida y pasando a referirnos a una educación durante toda la vida, llegando de esta manera a la considerada como sociedad del aprendizaje.
Hace unos meses, Lucio Chiquito, ingeniero natural de Medellín, se convertía en noticia a raíz de la lectura de su tesis doctoral, a sus ciento cuatro años, en la Universidad de Manchester. Un logro que nos invita a reflexionar acerca de cómo la longevidad y la progresiva implantación de la sociedad del aprendizaje están transformando nuestras vidas y, en consecuencia, cómo estos cambios inciden en las funciones que han sido atribuidas a las universidades, a lo largo del siglo XX, a la vez que esbozan los desafíos a los que deben deben hacer frente en el siglo XXI. Lo que parece difícil de rebatir es que aquellas comunidades que no dispongan de instituciones, competentes y comprometidas, dedicadas a facilitar el acceso al conocimiento a todas las personas, así como a la creación crítica del conocimiento científico y artístico en abierto, están condenadas a la pobreza moral y a la exclusión de una parte significativa de su población. El coste de la pasividad es inasumible1. Gobiernos y universidades se enfrentan al reto de dirimir el papel que corresponde a los sistemas universitarios en la consecución de un Estado social y democrático de derecho, inherente al siglo XXI, en el marco de la construcción de lo que bien podemos denominar la sociedad del aprendizaje.
En el periodo que siguió al final de la II Guerra Mundial, la Universidad occidental contribuyó, de manera decisiva, al periodo de mayor crecimiento económico de la historia de la humanidad la y lo hizo asumiendo profundos cambios en su función. La democratización en el acceso a la formación para los jóvenes profesionales y el impulso a la innovación tecnológica empresarial supusieron en ese momento, cambios revolucionarios , todavía hoy contestados, pero que actuaron como factores determinantes del progreso social y económico de la época. 2Este escenario, propio del desarrollismo, se ha quedado obsoleto a día de hoy, viéndose desbordado, tanto ideológicamente, como por los cambios vitales acaecidos durante las últimas décadas. El aprendizaje a lo largo de la vida, sin distinción de edad, se ha convertido en una condición necesaria para alcanzar la plena ciudadanía, a la vez que la empleabilidad, en prácticamente cualquier profesión. De igual manera que también lo es la lucha contra las ignorancias, muchas veces provocadas, que nos conduce a la obligación de disponer de centros de investigación públicos y locales, capaces de compartir lo que sabe la ciencia, pero sobre todo, lo que realmente ignoramos y lo que queremos saber.
Este cambio de referencias tiene lugar en una civilización en la que, en palabras de Joaquín Rodríguez, expresadas a través de las páginas de su libro “La furia de la lectura”, “vuelve a necesitar que salvaguardemos la condición y la dignidad humanas por encima de cualquier cosa” Una sociedad cuyo futuro se haya limitado por la ausencia de límites, lo que propicia la emergencia de visiones distintas del mundo y de prácticas diversas, relacionadas con la búsqueda de una realidad ecológicamente responsable y socialmente justa.
Junto a la aparición de nuevos públicos y la urgencia de la soberanía tecnológica y académica, el papel de las Universidad en el siglo XX también se ve cuestionado por otros factores externos como son la progresiva pérdida de control de los títulos habilitantes para el ejercicio profesional, la liberalización y globalización del mercado de la formación, impulsada tanto por universidades transnacionales como por empresas tecnológicas o la privatización del conocimiento. Circunstancias todas ellas que cuestionan severamente la relevancia de las universidades en los futuros ecosistemas de aprendizaje.
El impulso de la sociedad del aprendizaje exige políticas públicas que vertebren y alineen los sistemas universitarios en torno a las demandas sociales. Políticas que conforman el “Derecho a la Universidad”, entendido como un propósito colectivo más que como un derecho subjetivo. Un derecho a una universidad entre todos para una sociedad de aprendices permanentes.
Cambios demográficos
Un niño nacido a día de hoy ,en un país de la OCDE tiene más del 50% de posibilidades de vivir por encima de 105 años, mientras que un niño nacido hace más de un siglo tenía menos de un 1% de vivir hasta dicha edad3. La longevidad no podemos entenderla como la simple suma de años. La longevidad modifica nuestra relación con la existencia, y por lo tanto con el estudio y el aprendizaje. La posibilidad de alcanzar edades mucho más altas de las que estamos socialmente acostumbrados obliga a estructurar la vida de forma completamente distinta a la de las generaciones precedentes. La ciencia y el progreso social han transformado la edad en un indicador del cual no podemos deducir automáticamente un estilo de vida o una forma de ser. Ello afecta no sólo a los que se acercan al final de sus vidas, sino a todas las personas. La edad ha dejado de ser la variable que define la forma en la que vivimos. 4Como indica Pascal Bruckner en su libro “Filosofía de la longevidad”, “La voluntad de aprender es signo de la frescura de espíritu. La iniciación durará hasta la tumba. Podemos acumular la alegría de enseñar y la alegría de ser enseñados, de recibir y dar lecciones, de ser la boca que enseña y la boca que pregunta, en perfecta reciprocidad. Todavía tenemos tiempo suficiente para abrirnos de nuevo al mundo y volver al conocimiento” Mientras haya oportunidad de aprender juntos, la vida mantiene su sentido.
Mantener o recuperar la actividad social y laboral significa eliminar la visión de las personas mayores como parásitos que deben ceder el paso a los más jóvenes. Nunca antes como ahora, ha sido tan importante para interpretar el mundo y actuar sobre él que las generaciones se entrelacen mediante la amistad y los interés comunes. Gratton, Lynday Scott, Andrewen “The 100-year life Living and working in an age of longevity” plantean que estamos ante una nueva era de hibridación multigeneracional. “Las escuelas, institutos y universidades podrían crear espacios donde jóvenes, adultos y ancianos procedentes de distintos caminos de sus vidas puedan conocerse lo suficiente para construir respeto mutuo, desarrollar relaciones cooperativas y encender de nuevo la mecha del cariño de las personas”. En un espacio de aprendizaje intergeneracional, los límites entre la educación y el aprendizaje y la excepcionalidad educativa entorno a la autoridad y la tradición, planteados por Hannah Arent, en su célebre artículo “La crisis de la educación'“Más también el mundo necesita protección para impedir que sea arrasado por la irrupción que se abate sobre él a cada nueva generación”, adquieren una nueva perspectiva.
Lejos quedan las admoniciones de Nicholas Negroponte y sus imaginarios “nativos digitales” cuando nos advertía, en 1995, en su libro “El hombre digital”, "Lo importante ya no será pertenecer a una clase social, a una raza o a una clase económica determinada, sino a la generación correcta. Los ricos son ahora los jóvenes, y los pobres, los viejos". En todas las situaciones vitales hay lugar para el aprendizaje en el cual la esperanza es patrimonio compartido.
Hacia la sociedad del aprendizaje
“El afán de aprender constituye no sólo el rasgo distintivo de nuestra especie, sino lo que dota de valor y sentido a nuestra experiencia particular. Durante nuestro tránsito por este mundo todo nos interpela. El cultivo de la curiosidad presenta el primer y último propósito de la educación, pues una vida plena significa una vida de continuo aprendizaje”. A través de esta declaración Santiago Beruete, en su libro “Aprendívoros”, nos exhorta a tomar conciencia de hasta qué punto están unidas la curiosidad y el aprendizaje a la condición humana, para concluir que “Los seres humano para mantenerse cuerdos y conservar las ganas de vivir, o lo que es lo mismo, de continuar aprendiendo, necesitan sentirse necesarios, auténticos y unidos a sus semejantes”. La sociedad del aprendizaje maximiza la condición de aprendiz de las personas y de las organizaciones con el fin de reconocernos en tanto que aprendices permanentes de un mundo incierto y vertiginoso.5
La idea de concebir una educación no para toda la vida, sino durante toda la vida, por disruptiva que nos parezca está arraigada en los ideales de la Ilustración. Así, Nicolas Condorcet reivindica la obligación de “ilustrar a los hombres para convertirlos en ciudadanos” y de hacerlo conforme las exigencias de cada momento. En sus “Escritos pedagógicos” Condorcet defiende que, “La instrucción debería abarcar todas las edades, que no hay ninguna en la que no sea útil y posible aprender, y que esta segunda instrucción, es tanto más necesaria, cuanto más estrechos hayan sido los límites que hayan encerrado la instrucción en la infancia”.
Sin perjuicio de la edad, hoy más que nunca, es el deseo de aprender, junto con la capacidad de pensar creativamente, lo que nos brinda la oportunidad de disfrutar de una vida digna y de encontrar un empleo de calidad. En la sociedad del aprendizaje, empleabilidad y civismo están indisolublemente unidos al devenir de aquellos aprendices que quieran ser protagonistas reales de su futuro. La globalización y la digitalización amenazan la destrucción de aquellos puestos de trabajo que no se soporten, en la flexibilidad cognitiva, las habilidades sociales y un enfoque ético. Estas competencias son las mismas que las requeridas a la ciudadanía en una sociedad como la actual, la cual ha puesto en marcha sofisticados instrumentos de dominación, y en la que demasiadas personas hacen ostentación de sólo creer lo que les conviene creer, pero en la que, a la vez, la información circula de manera accesible y libre como nunca antes ha sido posible.
La propuesta de la sociedad del aprendizaje supera algunas de las restricciones de ladenominada sociedad del conocimiento. La libertad y la equidad no son un punto del que partimos como sociedad, sino que son un objetivo que adquiere sentido pleno en tanto que propósito colectivo, planteado desde la visión del aprendizaje. Así, aprender se configura como una responsabilidad personal, a la vez que como principal fuerza de transformación social. Como señala Antonio Lafuente, “La llamada sociedad del conocimiento, fórmula que sirve para denominar nuestro mundo, construida mediante políticas que lo ponían en valor por la vía de su incorporación al mercado como un activo monetizable, tendría que ser sustituida por una nueva sociedad del aprendizaje en cuyo centro estaría el sujeto que aprende, más aún alguien que adquiere la condición de sujeto porque aprende. Mejor aún, hablamos de un sujeto colectivo antes que individual: somos porque aprendemos.” El aprendizaje es una reflexión compartida sobre el significado de lo sucedido y una prospección colectiva de lo que el futuro debería llegar a ser. Aprender es un acto de creación compartida de conocimiento.
En este sentido pocos informes son tan clarificadores sobre los desafíos a los que se enfrenta la institución universitaria como “The Futures of Universities Thoughtbook”, en su edición de 2020 “Universidades en tiempos de crisis” ofrece una sugerente visión prospectiva sobre el ecosistema global de educación superior para el año 2040. En esta panorámica se recoge la idea “Life partner”, considerada como uno de los cinco ámbitos esenciales para la transformación de la Universidad; “Más allá de los estudiantes tradicionales que comienzan sus estudios universitarios directamente después de la enseñanza secundaria y antes de tener experiencia laboral, la noción de estudiantes se expande para incluir individuos en todas las etapas de la vida”. En definitiva, el estudio prevé que cada vez en mayor medida será un cometido esencial de la Universidad el incremento y la mejora de las habilidades de los miembros de la sociedad a lo largo de sus vidas, con el fin de que puedan afrontar con éxito los retos de un mundo cambiante.
En palabras de Arun Sundararajan, autor del libro “The Sharing Economy: The End of Employment and the Rise of Crowd-Based Capitalism”, “En lugar de concentrarse ante todo en las instituciones postsecundarias de dos o cuatro años que educan en etapas tempranas de la vida, como hicimosen el siglo XX, la sociedad debe crear instituciones educativas sólidas que ayuden a los trabajadores a hacer una transición a mitad de su carrera. Países de todo el mundo, sobre todo Estados Unidos, han invertido fuertemente en universidades e institutosde educación superior que preparan a su fuerza laboral en una etapa temprana de la vida para una carrera de empleo a tiempo completo. Gran parte de ese esfuerzo debería orientarse hacia un aumento drástico de la disponibilidad y la calidad de la educacióncontinua”.
Ciudadanía y empleabilidad, longevidad y aprendizaje durante la vida están cambiando los términos de la relación entre la Universidad y la sociedad, y nos invitan a pensar en cómo dar forma a “La esperanza educada” de la que habla Henry Giroux en “When Hope is subversive” desde la Universidad, y actuar “abriendo un espacio para el disenso, responsabilizando a la autoridad y convirtiéndose en una presencia activa en la promoción de la transformación social.” En definitiva a construir el “derecho a la Universidad”.
Bibliografía
Beruete, Santiago Aprendivoros. Editorial: Turner 2021
Broncano, Fernando.Puntos ciegos. Ignorancia pública y conocimiento privado. Ediciones Lengua de Trapo. Madrid, 2019
Bruckner, Pascal Un instante eterno. Filosofía de la longevidad.Ediciones Siruela, S.A. 2021
Centro nacional del envejecimiento CENIE Universidad de Salamancahttps://cenie.eu/es/blogs
De Lucas Sanz, Milagros. La escuela vaciada. Editorial popular. 2021
Dede Christopher J. , John RichardsThe 60-Year Curriculum New Models for Lifelong Learning in the Digital Economy Published by Routledge 2020
Gratton, Lynda,Scott, AndrewThe 100-year life. Living and working in an age of longevity Editorial:Bloomsbury Publishing 2016
López Alós Javier Crítica de la razón precaria: la vida intelectual antela obligación de lo extraordinario. Editorial Catarata, 2019
Magro, Carlos Co.labora.redhttps://carlosmagro.wordpress.com/carlosmagro/
Rodríguez, Joaquín La furia de la lectura Ediciones TUSQUETS. 2021
Sundararajan Arun. The Sharing Economy: The End of Employment and the Rise of Crowd-Based Capitalism. The MIT Press 2016
Trujillo Sáez Fernando Propuestas para una escuela en el Siglo XXI (Educación Activa) 2012
U-Ranking 2021. Indicadores sintéticos de las universidades españolas. Fundación BBVA y el Ivie
Referencias
1. “Estrategia España 2050” recientemente presentada por el presidente del gobierno plantea a la sociedad española unos desafíos plenamente coincidentes con la Sociedad del Aprendizaje.. Y lo hace con una claridad “España tendrá que hacer una apuesta decidida y contundente por la educación (desde el nacimiento hasta la senectud), multiplicar sus esfuerzos en I+D”, para señalar a continuación “El cambio demográfico reducirá sustancialmente nuestra fuerza laboral, pero si logramos recortar la tasa de paro y elevar la tasa de empleo hasta los niveles actuales de los países más avanzados de Europa (esto es, 15 puntos de aumento hasta el 80%), conseguiremos neutralizar en buena medida los efectos negativos del envejecimiento. De perder 2,5 millones de ocupados potenciales, Al menos cinco de los ocho ítems del documento Estrategia España 2050afectan directamente a las propuestas del presente artículo: “El primer capítulo examina el desafío de la productividad y el patrón de crecimiento económico. El segundo capítulo examina el desafío de la educación de la población más joven. El tercer capítulo aborda el desafío de la formación y recualificación de la fuerza trabajadora. El quinto capítulo analiza el desafío de adaptar nuestro estado de bienestar a una sociedad más longeva. El capítulo séptimo examina las deficiencias de nuestro mercado de trabajo y su potencial evolución futura”.
2. En el caso de España podemos afirmar que el papel de la universidad ha sido clave en el éxito como país que ha supuesto la transformación social, económica y culturalmente experimentada en las últimas cuatro décadas. En este periodo España ha incrementado enormemente su proporción de habitantes con un título terciario (universidad o FP superior) hasta converger con los países de la UE-8. La proporción de personas con educación superior (universidad o FP superior) ha aumentado del 16% (entre los nacidos en la década de 1940) al 47% (entre los nacidos en la década de 1980).
3. ”Tradicionalmente, vivir más años ha sido visto como ser viejo durante más tiempo, hay evidencias de que dicha convención se revertirá y la gente será más joven durante más tiempo”The 100-year life. Living and working in an age of longevity. Gratton, Lynday Scott, Andrew 2016.
4. Durante las próximas tres décadas, la esperanza de vida de la población española seguirá aumentando (podría hacerlo en más de 3 años), lo que provocará un fuerte envejecimiento de nuestra pirámide demográfica. En 2050, uno de cada tres españoles tendrá 65 años o más, y por cada persona en esta franja de edad habrá solo 1,7 personas entre los 16 y los 64 años (hoy, hay 3,4). La vejez del futuro no será la vejez del pasado. Comenzará mucho más tarde, será más dinámica, y no estará tan asociada a fenómenos como la inactividad o la dependencia. Eso significa que, si hacemos los cambios institucionales y culturales necesarios, en las próximas décadas, la tasa de empleo de los españoles y españolas en edades avanzadas podría aumentar considerablemente y por voluntad propia.
5. El Informe 2020 del Foro Económico Mundial sobre el Futuro del Empleo, nos ofrece una perspectiva global las demandas formativas, tanto de los trabajadores que probablemente permanecerán en sus funciones, así como a aquellos que corren el riesgo de perder el empleo, propiciadas por las transformaciones en el mercado de trabajo que estamos experimentando y su inevitable impacto en los proveedores de formación. En promedio, los empleadores esperan ofrecer capacitación y actualización al 70% de sus empleados para el 2025. Para 2025, 85 millones de puestos de trabajo pueden ser desplazados por un cambio en la división del trabajo entre humanos y máquinas, mientras que 97 millones de nuevos roles pueden surgir más adaptados a la nueva división del trabajo entre humanos, máquinas y algoritmos.
Pregunta
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In the late 1990s a study was published entitled Linguistic ability in early life and cognitive function and Alzheimer's disease in late life. Findings from the Nun study which observed that "the progression of Alzheimer's disease is associated with a decline in grammatical complexity and in the density of ideas expressed in sentences" and, to demonstrate the effect that early literacy education and its prolongation over the years could have on the absence of symptoms or on delaying the onset of the disease, they studied the lives of a group of nuns who devoted part of their time in the community to writing their autobiographies. The researchers modelled and measured two sets of variables: idea density and grammatical complexity. "Previous studies," the experts pointed out, "suggest that idea density is associated with educational level, vocabulary and general knowledge, while grammatical complexity is associated with working memory, performance on fast tasks and writing competence". In addition, several tests were conducted for the assessment of cognitive functions measuring memory, concentration, language, visual and spatial ability, and orientation in time and space. Finally, neuropathological assessment tests were also performed to determine the presence or absence of some evidence strongly associated with Alzheimer's disease: senile plaques and neurofibrillary tangles.
The 93 Sisters of Notre Dame began writing their autobiographies at an average age of about 22 years and were evaluated, on average, 58 years later, at ages ranging from 75 to 87. Correlations between the primary variables in the analysis showed a highly significant link between idea density and grammatical complexity and, additionally, a significant association between idea density and years of education. According to the researchers, "the analyses indicated that cognitive function was associated with idea density, with grammatical complexity and with years of education. Idea density, however, had the strongest correlation with cognitive function". In fact, low idea density at the youngest age was present in 90% of the sisters who developed Alzheimer's disease compared to only 13% of those who did not. In addition, it was found that the nuns who had a lower density of ideas in their youthful writings had developed significantly more neurofibrillary tangles in the hippocampus and neocortex, something that was not found in those sisters whose writings had exhibited a higher density of ideas. The data collected in this extensive study within a perfectly homogeneous community - except for the years of study prior to joining the order and their literacy proficiency - seemed to leave no doubt: "our findings support a strong relationship between cognitive ability in youth, as indicated by language ability, cognitive function and the development of Alzheimer's disease in old age. The low density of ideas in the autobiographies, written at an average age of 22 years, significantly increased the risk of poor cognitive function and the development of Alzheimer's disease 58 years later. These associations were also found in a subset of sisters who had received a higher school education and who had been teachers throughout their lives. Therefore, it seems unlikely that our findings are attributable to confounding by education or occupation. We suspect," the neuroscientists concluded, "that this relationship between language ability in youth, cognitive function and Alzheimer's disease in old age has more to do with cognitive ability acquired in youth than with lifestyle or environmental risk factors during maturity or old age.
Reading therefore interposes a momentary parenthesis between our lives and their end, between our existence and its deterioration. It does not guarantee immortality, although it does guarantee a certain form of survival prolonged by the dilation of time and, also, by the possibility of enduring in the memory of others. "The story grants a reprieve from the threatening death," writes Rüdiger Safranski. "In these extreme situations the narrative discovers its true meaning: as a game with time, it produces a momentary exemption from the serious threat of the time towards death. That is why death is so often narrated, because it is possible to survive it in narration". The philosophical intuition, once again, seems to be corroborated by empirical evidence: according to the researchers responsible for the publication A chapter a day: association of book reading with longevity, the life-prolonging effect of reading seems unquestionable:
We observed a 20% reduction in mortality in those who read books, compared to those who did not read books. Furthermore, our analyses showed that any level of book reading provided a significantly greater survival advantage than that of magazine reading. This is a novel finding, as previous studies did not compare types of reading material; it indicates that reading books, rather than reading in general, is a survival advantage. Mediation analyses showed for the first time that the survival advantage was due to the effect that reading books had on cognition [...] That is, as predicted, cognition mediated the relationship between reading and survival, but reading books did not mediate the relationship between cognition and survival. This finding suggests that reading books provides a survival advantage due to the immersive nature that helps maintain cognitive status.
And the apparent additional advantage, provided we were able to truly universalise the conditions of access to reading, is that reading extends the lives of all, irrespective of educational attainment, gender and other concomitant variables:
Moreover, stratified analyses showed that the effect is not driven by education, as the protective effect of reading was observed independently in low and high education groups, as well as in high and low income groups. Moreover, the survival advantage persisted after adjusting for baseline cognition.
The cognitive demands that reading makes on us are, apparently, at the same time our life insurance, our simple devil's bargain to extend our existence. Hence Alzheimer's, that disease that robs us of identity and time, that erases our memories and places us in a temporary limbo without a grip, can be at least partially combated through the practice of reading.
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