Del latín apathia, y este del griego apátheia (ἀπάθεια) ‘falta de sentimientos’.
La apatía es una de las manifestaciones psicológicas y conductuales más frecuentes de entre las que se asocian a la enfermedad de Alzheimer. La mayoría de los pacientes, en algún momento de la enfermedad, sufren una progresiva pérdida de interés por su cuidado personal, sus actividades y su entorno.
«El enfermo apático no desarrolla ninguna actividad espontáneamente o está muy disminuida. No se ocupa de las actividades rutinarias, es incapaz de limpiar la casa, hacer la cama o la comida, o cumplir con otras obligaciones cotidianas. Se pasa el tiempo sentado en el sillón y ni siquiera enciende el televisor. No inicia una conversación de forma espontánea y tiende a no participar cuando hay varios interlocutores. Abandona los pasatiempos que siempre le distrajeron y que ahora no parecen divertirle. La vida social carece del menor interés para él. No manifiesta capacidad emocional, de forma que no reacciona ante situaciones que previamente le habrían causado satisfacción o pesar. Cuando la apatía se agrava, el enfermo abandona incluso la higiene» (Alberca, 2010: 91).
«La paciente muere tras cuatro años y medio de enfermedad. Al final se encontraba en un estado de completa apatía, con las piernas encogidas en la cama, sufría incontinencia y, pese a todos los cuidados que recibía, desarrolló úlcera de decúbito» (A. Alzheimer, en Maurer y Maurer, 1998/2006: 195).
Pérdida o disminución de la respuesta afectiva a los estímulos emocionales.