21/06/2025

Conectados o excluidos: la tecnología como aliada (o barrera) para la longevidad

Conectados o excluidos: la tecnología como aliada (o barrera) para la longevidad

 

Envejecer bien, hoy, también implica envejecer conectado. Y la tecnología puede ser puente… o frontera.

Longevidad digital: promesa y paradoja

Envejecer no es lo mismo que envejecer bien. Y en el siglo XXI, envejecer bien tampoco es lo mismo que envejecer conectado. A medida que la vida se alarga, la tecnología —ese entorno invisible que atraviesa lo cotidiano— puede ser una aliada poderosa… o una nueva forma de exclusión.

La longevidad promete más tiempo para aprender, trabajar, compartir. Pero también implica retos: menor movilidad, más dependencia, mayor necesidad de vínculos y cuidados. En este contexto, la tecnología podría garantizar derechos, sostener la autonomía y mantenernos conectados. Siempre que no se convierta en un privilegio para pocos.

De la interfaz a la inclusión

Según Joseph Coughlin, director del MIT AgeLab, la relación entre envejecimiento y tecnología ha pasado por varias olas: primero, adaptar dispositivos a los cuerpos que envejecen; luego, sensores y hogares inteligentes; más tarde, la visión del mercado sénior como motor económico.

Hoy, dice Coughlin, necesitamos una cuarta ola: la de la equidad tecnológica. Porque los avances existen, sí. Pero no llegan a todos por igual.

La pandemia evidenció esa brecha: mientras unos hacían videollamadas y teletrabajo, otros quedaban aislados sin conexión, sin herramientas ni acompañamiento. El acceso a internet se reveló como un derecho esencial. Como dijo Coughlin: “el broadband es el nuevo agua”. Conectividad es dignidad.

No es solo técnica. Es política, económica y cultural

El problema no es solo de infraestructura. Es también de coste, de diseño, de formación y de confianza. Aunque muchas personas mayores quieren usar tecnología, los dispositivos no siempre son accesibles, intuitivos ni seguros.

Faltan referencias claras, mediación personalizada, acompañamiento con sentido. Sobran estereotipos, barreras invisibles y soluciones pensadas sin contar con quienes las van a usar.

La tecnología que no incluye, excluye.

Cuatro claves para una inclusión real

1. Acceso universal.

La conectividad básica debe garantizarse como un derecho. Sin ella, no hay participación plena. Y en muchas zonas rurales o vulnerables, sigue siendo una deuda pendiente.

2. Formación significativa.

No basta con enseñar “a usar el móvil”. Hay que acompañar procesos de inclusión digital con sentido: para comunicarse, aprender, cuidarse, participar. Aquí nace una nueva figura clave: el mediador digital gerontológico. No se trata solo de saber de tecnología, sino de tener sensibilidad relacional, pedagogía adaptativa y comprensión profunda del proceso de envejecimiento. Una figura puente, que acompañe sin infantilizar y traduzca sin imponer.

3. Seguridad y confianza.

Las soluciones tecnológicas deben ser fiables, éticas y claras. No se puede permitir la venta de promesas vacías ni la recogida opaca de datos. La alfabetización digital crítica es ya parte del derecho a la información.

4. Participación real.

Las personas mayores deben participar desde el diseño. No como “usuarios finales”, sino como cocreadores. Si no se les consulta, si no se les escucha, no se construirá nada que responda a sus verdaderas necesidades.

Democratizar la innovación

La tecnología puede ayudar a detectar caídas, controlar enfermedades, facilitar gestiones, mantener redes afectivas o estimular el aprendizaje. Pero para que eso ocurra, no basta con innovar. Hay que democratizar la innovación.

El diseño universal, la ética de la accesibilidad, la justicia digital… ya no son opcionales. Son los nuevos pilares de una longevidad digna. Sin ellos, corremos el riesgo de ampliar las brechas de edad, de renta y de autonomía en lugar de reducirlas.

Tecnología para seguir habitando el mundo

Envejecer en el siglo XXI no debería implicar desconectarse del mundo. Debería ser otra forma —más sabia, más pausada, más consciente— de seguir habitándolo plenamente. Una forma de participar, de elegir, de seguir siendo.

La tecnología puede acompañar esa presencia. Puede traducirse en herramientas que conectan generaciones, estimulan la creatividad, permiten seguir aprendiendo o simplemente estar más cerca de quienes queremos. Pero para eso, debe dejar de estar diseñada solo desde la ingeniería, y empezar a pensarse desde la vida.

Porque la longevidad también necesita una revolución digital. Una que no deje a nadie atrás.

 

PREGUNTA ABIERTA

¿La tecnología te ha hecho sentir más cerca… o más lejos?