Senescencia celular: otro de los marcadores de envejecimiento que estudia la ciencia de la longevidad
En la compleja (y fascinante) coreografía del envejecimiento, la senescencia celular es uno de esos pasos que no siempre se ven, pero que resultan decisivos. Como la autofagia celular o la longitud de los telómeros —de los que hablamos en este blog—, es uno de los 12 marcadores del envejecimiento citados en el archi referenciado estudio de 2013 The hallmarks of aging, ampliado en 2022, que explicó y definió esos marcadores que dan pistas sobre el proceso de envejecimiento biológico en los humanos.
Hace solo un año, en agosto 2024, un artículo publicado en la prestigiosa revista Cell presentaba una guía que aportaba pautas para identificar las células senescentes in vivo, elaborada, entre otros, por los científicos españoles Juan Carlos Acosta y Manuel Collado, investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “La senescencia celular es un proceso por el cual una célula dañada entra en un estado de reposo, sin dividirse, pero desencadenando señales que permitan a las células vecinas conocer el daño y promover la reparación del tejido”, explicaba Collado. “Este mecanismo es muy eficaz a corto plazo, sin embargo, su acumulación a lo largo de la vida provoca la aparición de otras enfermedades crónicas asociadas con el envejecimiento”.
Es decir, la senescencia celular es un mecanismo de defensa. Las células que han sufrido daños —por ejemplo, en su ADN, por estrés oxidativo o por replicaciones repetidas— pueden detener su ciclo de división y entrar en un estado de “hibernación funcional”, convirtiéndose en las llamadas células zombi. Ya no se reproducen, pero tampoco mueren, quedan ahí, en un limbo biológico, vivas pero inactivas. Este fenómeno puede parecer, a primera vista, positivo. Y en muchos casos lo es. La senescencia evita que células dañadas sigan dividiéndose y se conviertan, por ejemplo, en células tumorales.
Sin embargo, cuando estas células se acumulan en exceso —algo que ocurre con la edad—, el efecto se vuelve negativo. Las células senescentes no son meramente inactivas: liberan una serie de moléculas inflamatorias, enzimas y factores de crecimiento conocidos como SASP (del inglés Senescence-Associated Secretory Phenotype) que pueden alterar el tejido circundante y promover enfermedades crónicas relacionadas con la edad. Es lo que algunos científicos han bautizado como inflammaging o inflamación crónica del envejecimiento, una especie de fuego lento que nos va consumiendo por dentro.
Uno de los artículos que describen esta ambivalencia de la senescencia celular es el de Judith Campisi y Fabrizio d’Adda di Fagagna, publicado en Nature Reviews Molecular Cell Biology en 2007: Cellular senescence: when bad things happen to good cells. En él explican que la senescencia actúa como una potente barrera contra el cáncer, pero su persistencia en el organismo puede provocar efectos deletéreos a largo plazo, como la degeneración de tejidos y la promoción de un entorno inflamatorio. El papel exacto de las células senescentes en enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, cáncer o fibrosis, entre otras, todavía está investigando. Pero se sabe que su acumulación excesiva contribuye a la disfunción de órganos y a la pérdida de resiliencia celular. Hace solo unos días, científicos del Cima Universidad han identificado un ARN que desempeña un papel clave en la regulación metabólica durante la senescencia celular. El estudio abre nuevas vías a terapias contra el cáncer y el envejecimiento.
La buena noticia es que, si entendemos este proceso de senescencia, podemos intervenir. En los últimos años se habla cada vez más de los fármacos senolíticos, otro de esos temas recurrentes cuando se trata el nuevo escenario de la medicina antienvejecimiento. Son medicamentos en estudio, que generan grandes expectativas y una creciente atención mediática. “La primera persona que se tomará una pastilla para envejecer menos ya ha nacido”, dice Salvador Macip, director de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y catedrático de la Universidad de Leicester (Reino Unido), que investiga las bases biológicas del envejecimiento desde hace más de 25 años y que, como Manuel Collado, forma parte de la recién constituida Sociedad Española de Senescencia Celular.
Muchos investigadores creen que estamos relativamente cerca, más de lo que creemos, de poder eliminar selectivamente las células senescentes a través de dianas farmacológicas. En estudios con ratones, los resultados han sido prometedores: los animales tratados con senolíticos mostraban una mejora en múltiples parámetros de salud y, en algunos casos, una extensión de la vida útil. Uno de los estudios pioneros en este campo fue publicado en Nature Medicine en 2018. En él, se mostraba que la eliminación farmacológica de células senescentes en ratones no solo mejoraba la función cardíaca y la resistencia física, sino que también retrasaba la aparición de enfermedades típicas del envejecimiento.
Pero cuidado, aterricemos, conviene ser prudentes. Los senolíticos aún están lejos de formar parte del botiquín cotidiano. Mientras tanto, hay estrategias más simples, al alcance de casi todos, que ayudan a mantener a raya este tipo de envejecimiento celular: el ejercicio físico regular, una alimentación variada y rica en antioxidantes, un descanso de calidad, la gestión del estrés… Son esos hábitos que, admitámoslo, quizá no vendan los titulares más llamativos, pero que, una y otra vez, demuestran ser nuestros mejores y más fieles aliados. Si conseguimos reducir la carga de células senescentes, podríamos retrasar la aparición de enfermedades asociadas a la edad y prolongar la vida saludable. Nada que no sepamos, sentido común.
Al final, como en tantas otras facetas del envejecimiento, la senescencia celular nos habla de equilibrios, de mecanismos que en su justa medida protegen, pero que en exceso dañan. Y de una ciencia que avanza entre preguntas complejas y promesas fascinantes. Mientras la investigación sigue desentrañando cómo y cuándo intervenir, nosotros podemos seguir cultivando aquello que sí está en nuestras manos: un estilo de vida que nos permita vivir el máximo de tiempo posible con buena salud.