09/08/2025

Una portada para vidas de cien años: cuando la edad cuenta otra historia

ghjklñ.

Una reflexión a propósito del reportaje de Jesús Ruiz Mantilla en El País Semanal

Cara de un hombre con barba y bigote

El contenido generado por IA puede ser incorrecto.

El pasado domingo, El País Semanal publicó un reportaje titulado “Vidas duras y días de vino y rosas: los secretos de las personas centenarias en España”, firmado por Jesús Ruiz Mantilla. En sus páginas, se despliega algo más que un retrato de longevidad: se traza, con delicadeza y profundidad, una constelación de vidas que han atravesado el siglo sin dejar de mirar hacia adelante.

Josefa, Esperanza, Domingo… Son nombres concretos con voces reconocibles. Viven con más de cien años, pero no desde el peso de lo extraordinario, sino desde la continuidad de lo humano. Hablan de sus trabajos, de sus pérdidas, de sus hábitos, de sus ideas. No se definen por su edad, sino por su biografía. El artículo —al que se suman fotografías que invitan a detenerse— acierta en lo esencial: no romantiza, no infantiliza, no mitifica.

Escucha.

Entre los datos que acompañan al texto, se recuerda que en 2024 vivían en España más de 16.000 personas centenarias, y que en los próximos 50 años podrían superar las 230.000 si se mantiene la tendencia actual. La cifra no pretende alarmar, sino llamar la atención sobre una transformación profunda ya en curso. La longevidad, se quiera o no, ha dejado de ser una excepción biográfica para convertirse en una dimensión estructural de nuestras sociedades.

Lo importante no es vivir más, sino vivir con sentido

Durante décadas, el debate sobre el envejecimiento ha oscilado entre la preocupación por la dependencia y el elogio del envejecimiento activo. Pero la realidad, como demuestra el reportaje, es más rica y más compleja. No hay una fórmula secreta ni un patrón único. Lo que hay son trayectorias vitales tejidas con vínculos, trabajo, pérdidas, rutinas, una cierta disciplina y una voluntad —más o menos consciente— de seguir estando.
Hablar de longevidad activa es, en ese sentido, hablar de las condiciones que permiten a cada persona habitar su tiempo con dignidad, seguridad y significado, más allá del número de años acumulados.

Lo estructural no se improvisa

El reportaje recoge una idea que resuena cada vez con más fuerza en distintos ámbitos: no basta con adaptar lo que ya tenemos al envejecimiento. Hay que repensarlo todo desde la longevidad.

Eso implica anticipar —y no solo corregir—: invertir en prevención, rediseñar los modelos de cuidado, adecuar los entornos urbanos, comprender los tiempos vitales no lineales, y asegurar que el progreso científico, económico y tecnológico incluya la longevidad como métrica de éxito social.

En este contexto, los centenarios no son una rareza: son una advertencia lúcida y una oportunidad de aprendizaje. Si ellos han llegado hasta aquí, ¿estamos nosotros a la altura de lo que viene?

Una mirada que interpela a todas las generaciones

El mérito del texto de Jesús Ruiz Mantilla está también en recordarnos que el futuro no empieza mañana, sino en cómo miramos hoy a quienes han vivido más. Cada vez que retratamos la vejez desde la compasión o la condescendencia, fallamos. Pero cada vez que logramos verla como parte del “nosotros” —y no como una alteridad—, damos un paso hacia una sociedad más íntegra.

Por eso esta portada importa. Porque no es una postal. Es un espejo.

Un agradecimiento

En un tiempo saturado de titulares efímeros, agradecemos que un medio como El País dedique espacio, tiempo y cuidado a narrar estas vidas. Y agradecemos especialmente el trabajo de Jesús Ruiz Mantilla, por haberlas contado sin artificio, con respeto y hondura.

Ojalá esta pieza no cierre una conversación, sino que la abra en muchos otros lugares: en las casas, en los centros de salud, en los gobiernos, en las universidades, en los medios… y en cada rincón donde aún podamos preguntarnos no solo cuántos años vivimos, sino cómo queremos vivirlos.


¿Qué queremos decir realmente cuando hablamos de “envejecer bien”?