24/01/2018

La vejez ya no empieza a los 65 años

La vejez ya no empieza a los 65 años - Fundación General CSIC, Sociedad

El debate sobre a qué edad se entra en la vejez está adquiriendo protagonismo en muchos países, sobre todos en aquellos que asisten a un acelerado envejecimiento de su población, como España o Japón.

Cada vez son más las voces que plantean la necesidad de redefinir el umbral a partir del cual se considera a una persona “mayor” porque la barrera cronológica de los 65 años ya no se corresponde con la imagen real del envejecimiento.

Los sexagenarios de hoy nada tienen que ver con los de hace tan sólo una década ni la esperanza de vida actual es la misma que cuando se fijó este límite. No es un debate baladí, porque afecta directamente al diseño de políticas públicas, a los costes sanitarios, a las previsiones de envejecimiento y a la propia percepción social de las personas mayores.

Recientemente, las Sociedades Gerontológica y Geriátrica de Japón han puesto sobre la mesa nuevos datos que cuestionan el umbral fijo de los 65 desde el punto de vista de la biología y dan nuevos argumentos a quienes abogan por redefinir el concepto de “vejez”. Los gerontólogos nipones han analizado datos objetivos sobre el estado físico de las personas mayores y han comprobado que las personas de 75-79 años presentan la misma velocidad de marcha y la misma fuerza de agarre en la mano que las de 65-69 años de veinte años antes, por lo que no ven apropiado considerar “viejos” a los sexagenarios actuales.

Por eso, un comité conjunto de ambas sociedades ha propuesto reclasificar la vejez en tres grupos: la prevejez, referida a las personas entre los 65 y los 74 años; la vejez, para quienes están entre los 75 y los 90, y la supervejez para el grupo de “supermayores”, los que cuentan con más de 90 años. En España hace ya tiempo que Antonio Abellán, investigador del departamento de Población del CSIC y director del portal Envejecimiento en Red, y otros demógrafos y estadísticos abrieron este debate proponiendo que la entrada en la vejez la marque un umbral móvil vinculado a la esperanza de vida, de modo que ser o no ser viejo no dependa de la edad cronológica, de la fecha que pone en el carnet de identidad, sino de la edad prospectiva, de los años que teóricamente a uno le queden por vivir.

En concreto, Abellán y sus colegas del CSIC plantean que se considere que alguien es “viejo” quince años antes de su muerte, tomando como fecha prevista de esta la esperanza de vida a los 65 años. En este sentido, y siguiendo con la línea argumental de los japoneses de que no hay razones biológicas para que la vejez comience a los 65 años, Abellán explica que, según las tablas de mortalidad del INE, a los españoles de 65 años les quedaban 21 años de vida en el 2015, exactamente los mismos que a quienes tenían 58 años en 1976, que eran personas a las que nadie osaba considerar “viejas” porque tenían mucha vida por delante. Y añade otra referencia al debate: la proporción de población que percibe bien o muy bien su estado de salud.

Si se comparan los resultados de la Encuesta Nacional de Salud del 2012 y el 2003, se ve que quienes ahora están en los 74-75 años reportan niveles de salud como los de 65 de hace nueve años. “Parece claro que los jóvenes-viejos de hoy (los previejos que dicen los japoneses) están mejor que los de antes, y también que vivimos más años porque hemos reducido o retrasado las enfermedades letales y más incapacitantes, y la cuestión es si esos años ganados se los queremos añadir a la vejez,si lo que deseamos es una vejez más larga", reflexiona el investigador.

Enfatiza que mantener el umbral fijo de los 65 años o sustituirlo por uno móvil en función de la edad prospectiva tiene importantes consecuencias económicas y jurídicas (muchas leyes y regulaciones fiscales, laborales y sucesorias toman como referencia los 65 años) y complicaría algunos análisis comparativos, económicos y poblacionales, pero también quitaría carga negativa al envejecimiento y proporcionaría una imagen más realista de un amplio colectivo de personas.

Fuente: La Vanguardia