22/11/2025

Moda y longevidad: la estética de una vida extensa

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La moda siempre ha hablado del tiempo… pero casi nunca del paso del tiempo. Durante décadas, el imaginario estético ha asociado la belleza a la juventud, la vitalidad a la piel tersa y la elegancia a una suerte de perfección sin historia. Pero las sociedades longevas de hoy —y aún más las del mañana— exigen una estética distinta: una que reconozca la edad no como defecto, sino como lenguaje.

La moda, entendida como expresión cultural, tiene un papel decisivo en la forma en que miramos la longevidad. Y también en cómo nos miramos cuando envejecemos.

La invisibilidad estética de la vejez

En las pasarelas, durante años, la edad parecía tener una única dirección: desaparecer. Modelos eternamente jóvenes, piel sin pliegues, cuerpos sin rastro de experiencia. Un tiempo detenido.

Pero esa narrativa ya no coincide con la realidad social. Hoy, en España y Portugal, más del 20% de la población supera los 65 años, y muchos viven vidas activas, cultivadas y diversas. Sin embargo, su presencia visual en la moda ha sido mínima, como si la estética no tuviera espacio para una vida extensa.

Esta invisibilidad no es inocente: alimenta el edadismo, refuerza la idea de obsolescencia y empuja a millones de personas a un sentimiento de irrelevancia estética.

La pregunta es: ¿quién decide qué cuerpos merecen visibilidad?

Cuando la moda abre los ojos

En la última década han surgido señales de cambio. Casas como Céline, Balenciaga o The Row han incorporado modelos de 60, 70 y 80 años en sus campañas. Iconos como Carmen Dell’Orefice —a sus 92 años— o Maye Musk han demostrado que la belleza no es propiedad exclusiva de la juventud.

En fotografía, artistas como Ari Seth Cohen (creador del movimiento Advanced Style) han retratado la vejez como una explosión de identidad, originalidad y libertad. Y en Portugal y España, editoriales de moda independiente empiezan a incluir cuerpos longevos para narrar una estética más honesta, más amplia.

No se trata de hacer “moda para mayores”, sino de ampliar la conversación visual para que el mundo real pueda verse reflejado.

Cuando la moda incluye todas las edades, la cultura empieza a respirar.
La estética de la experiencia

La moda tiene una capacidad extraordinaria para convertir lo personal en público, lo individual en símbolo.

Y aquí surge una idea poderosa: la longevidad no solo cambia el cuerpo, cambia también el estilo.

Las arrugas cuentan historias.

El cabello blanco puede ser una declaración de presencia.

Un gesto pausado puede transmitir más fuerza que un cuerpo atlético.

La estética de la experiencia es profundamente política: reivindica que el tiempo vivido es valor, no desgaste.
En sociedades longevas, la moda tiene la responsabilidad —y la oportunidad— de mostrar que la edad no borra la belleza, simplemente la transforma.

Ropa que acompaña la vida

Envejecer también es cambiar de relación con el cuerpo. La moda funcional, el calzado cómodo, los tejidos que se adaptan, las prendas que facilitan el movimiento… todo ello no es concesión, sino diseño inteligente.
Las mejores marcas del futuro serán aquellas capaces de unir estética y accesibilidad: belleza que respeta al cuerpo, no que lo castiga.

Esto implica pensar en cierres magnéticos para manos artríticas, en costuras suaves para pieles más finas, en tallajes realistas, en colores que dialogan con el tono del rostro a cualquier edad.

La moda inclusiva —la verdadera— no es una tendencia; es una forma de respeto.

La pasarela como espacio político

Puede sonar exagerado, pero no lo es: la moda es un espacio político.

Lo que se ve legitima; lo que no se ve, desaparece.

Cuando las campañas solo muestran cuerpos jóvenes, el mensaje es sutil pero contundente: la vejez no es aspiracional.

Cuando muestran cuerpos longevos disfrutando de estilo, diseño y presencia, abren una grieta en los estereotipos sociales.

La moda puede ser una aliada en la lucha contra el edadismo. Puede normalizar la diversidad estética de las sociedades longevas. Puede recordarnos que el estilo no tiene fecha de caducidad.

La estética del futuro

El cambio cultural que necesitamos no depende solo de descubrir nuevas prendas o nuevas tendencias, sino de cambiar la mirada. La moda —como toda creación humana— no es ajena a la transformación social: responde a ella y, a veces, la anticipa.

Si entendemos la longevidad como oportunidad —no como pérdida—, la moda puede convertirse en uno de los territorios más fértiles para imaginar ese futuro. Un futuro donde el estilo no tenga edad, donde la belleza sea plural y donde el tiempo vivido no reste valor, sino que lo multiplique.

La estética del mañana no consistirá en ocultar el paso del tiempo, sino en vestirlo con dignidad, creatividad y autenticidad. Será un lenguaje visual capaz de reconocer todas las trayectorias, todas las biografías y todas las edades como parte legítima de la vida pública.

Porque quizá la verdadera revolución estética del siglo XXI no sea reinventar la moda, sino reconciliarla con la vida extensa que ya somos.


¿Qué imagen te gustaría ver más en la moda del futuro: la juventud que hemos visto siempre o la diversidad real de edades que ya somos?