Deseo y vida íntima en la vejez: un tabú que merece romperse
Hace unas semanas participé en una mesa redonda sobre sexualidad en la última etapa de la vida, organizada en el marco de La GRAN Pantalla, el Festival Internacional de Cine de las Personas Mayores de Barcelona. Se proyectaron dos films profundamente interesantes y sugerentes: Memorias de un cuerpo que arde, de Antonella Sudasassi, y Las novias del sur, de Elena López Riera. Desde registros y formatos distintos, ambas nos invitan a mirar de frente algo que nuestra cultura ha preferido silenciar: el deseo y la intimidad sexual de las personas mayores, y especialmente de las mujeres.
El cuerpo que arde en la película de Sudasassi es el de una mujer de 65 años que revisita su historia marcada por las restricciones de una educación represiva, donde la sexualidad era un tabú. Las voces de tres mujeres reales— se condensan en este retrato íntimo, lleno de silencios y memorias no dichas. A pesar de la represión y las violencias sufridas, la protagonista es capaz de sentir, desear, explorarse… “Estoy físicamente bien dotada todavía. Estoy viva, y mientras esté viva, no voy a ser una vieja”, sentencia la protagonista.
Las novias del sur, por su parte, recoge los relatos de mujeres maduras que recuerdan sus bodas, sus primeras veces, su educación sentimental. Los testimonios ponen de manifiesto cómo generaciones y generaciones han vivido condicionadas por el mandato social, un mandato que alguna de ellas, como Pepita Bernat, una institución de sala La Paloma en Barcelona, con 105 años, han conseguido superar con autoconocimiento y reivindicación de su deseo y sus cuerpos.
Lo interesante fue que, tras la proyección, no se habló solo de cine. Con una sala de cine repleta de personas de más de 60 años, el debate se podría haber alargado durante horas. Hablamos de los cuerpos y la edad, el placer, la vergüenza, la urgencia de más educación sexual —no solo en edades tempranas, sino también para estas generaciones que no la recibieron—, y también de la necesidad de romper el tabú sobre el cuerpo y la sexualidad en las consultas médicas. A menudo son los propios profesionales sanitarios los que obvian o escapan de esta cuestión, dando por hecho que a partir de un momento de la vida, se pierde la faceta más íntima. Otra gran muestra de edadismo en nuestra sociedad.
Se habló en esta mesa redonda de lo que se desea, de lo que ya no se desea, y de cómo la cultura ha construido un silencio espeso alrededor del erotismo en la vejez. ¿Por qué incomoda tanto pensar en una persona de 75 años con deseo sexual? ¿Por qué el cuerpo envejecido se percibe como un cuerpo que debe callar, cubrirse, abstenerse?
La sexualidad en la vejez existe. Lo dicen los estudios, aunque rara vez se cuelen en las conversaciones públicas. Una investigación de 2007 publicada en el New England Journal of Medicine mostró que el 73% de las personas entre 57 y 64 años y el 53% de entre 65 y 74 seguían teniendo relaciones sexuales. En 2012, The Journal of Sexual Medicine publicó un análisis con datos sobre la sexualidad en la tercera edad recogidos en España, con una muestra de unas 2.000 personas. Según los resultados, el 62,3% de los hombres y el 37,4% de las mujeres mayores de 65 años eran sexualmente activos.
En cambio, toda esta realidad, no se refleja en los medios, en el cine, en la publicidad… Los cuerpos deseantes o sujetos de actividad sexual son casi siempre jóvenes. Para las mujeres, el tabú —tanto en la representación, en estos soportes como en la realidad—, es doble: por ser mayores y por ser mujeres. El cuerpo mayor se representa como un cuerpo desexualizado, asexuado. Y sin embargo, muchas mujeres descubren con la edad un nuevo territorio, donde el placer ya no está condicionado por el mandato de complacer ni por la urgencia de la reproducción, sino por lo que realmente ellas quieren, sienten, desean, necesitan.
Abordaremos en otros textos más adelante la sexualidad en esta etapa de la vida, como gran alidada de una vejez plena y saludable. Mientras tanto, estos dos pequeños trabajos cinematográficos pueden ser un gran punto de partida para comenzar a reflexionar, entender, hablar y visualizar una parte importantísima de la vida, en cualquier etapa de nuestra existencia. Otros títulos sobre la temática son En el séptimo cielo (2008, Andreas Dresen) o 45 años (2015, Andrew Haigh).
Todos explicitan que, como el talento (lo decíamos hace unos días), el placer y el deseo tampoco se jubilan.