La Economía de los Cuidados en España. Una cuantificación económica para los cuidados (informales) de larga duración

El desarrollo completo del cuarto pilar del Estado del Bienestar en materia de cuidados de larga duración es hoy día uno de los principales retos de las economías desarrolladas, principalmente como consecuencia del envejecimiento de la población. Vale la pena recordar que, de acuerdo al Ageing Report y sin tener en cuenta posibles cambios que puedan darse en nuestro Sistema de Atención a la Dependencia, se estima que el gasto en cuidados de larga duración para la economía española, en caso de que las ganancias en esperanza de vida no sean acompañadas de mejoras en la calidad de vida, se duplique en el año 2050 alcanzando el 1,8% del PIB.
Así, la Economía de los Cuidados gana peso progresivamente y empieza a adquirir una importancia crucial en nuestro país −tanto por tamaño, como por las necesidades que potencialmente debe cubrir−. Y, sin embargo, buena parte de los cuidados de larga duración se desarrollan en el ámbito de la informalidad.
En materia de cuidados de larga duración, España constituye un caso particularmente interesante al estar dando pasos significativos hacia la desinstitucionalización de dichos cuidados (a través, por ejemplo, de la aprobación de la Estrategia estatal para un nuevo modelo de cuidados en la comunidad 2024-2030), a la vez que ha sido pionera en la igualación de los permisos de paternidad y maternidad. Sin embargo, las estadísticas de la Encuesta de Población Activa siguen arrojando unas cifras de pérdida de fuerza de trabajo por motivo de cuidados a familiares o personas residentes en el hogar de 1,2 millones de personas, si sumamos a aquellas personas en situación de inactividad las que ajustan sus jornadas laborales (mediante jornadas parciales). Y, a su vez, una parte sustancial de la población con necesidades de cuidados reconocidas aún no está siendo atendida y/o los cuidados que recibe no son suficientes, ya sean los cuidados provistos por el sector formal o el informal. Según la Encuesta de discapacidad, autonomía personal y situaciones de dependencia dirigida a hogares de 2020 (EDAD 2020), el 25% de las personas que reciben cuidados consideraban que sus necesidades no se encuentran satisfechas. Ambas dimensiones siendo atravesadas además por una constante brecha de género que penaliza a las mujeres; por ejemplo, de ese 25% el 63% son mujeres.
Se abre así un campo de desarrollo para la cobertura de las necesidades de cuidados para las personas en situación de dependencia en el largo plazo con un enfoque centrado en la comunidad y en la persona, así como de las necesidades de aquellas personas que se dediquen a los cuidados. En esta entrada, se va a tratar de exponer los principales retos y las principales cifras para cuantificar las horas de trabajo que se dedican a los cuidados. Esto es, dar una noción de lo que se ha venido a llamar “lo invisible” en el ámbito de los cuidados. Este territorio “invisible” está principalmente constituido por aquellos trabajos no remunerados, principalmente realizados por mujeres, que desarrollan las tareas de cuidados y que se han convertido en una fuente necesaria en la provisión del bienestar para una parte creciente de la población.
La cuantificación de lo “invisible” conlleva varios retos entrelazados. En primer lugar, por la amplitud del concepto “cuidados” y sus funciones. Y, por otro, por su importancia en el desarrollo de nuestras economías tanto por el lado de la oferta como por el lado de la demanda.
Respecto al primero de los retos, podemos definir de forma amplia los cuidados como todas aquellas tareas que posibilitan la consecución de una vida independiente y digna. En cierta medida, todo trabajo podría considerarse cuidado (indirecto), ya que su propósito último es mejorar o apoyar la vida humana (Folbre, 2006). Sin embargo, para los fines de esta entrada, el cuidado se refiere tanto a los servicios de cuidado directo (que implica interacción con la persona cuidada) como a los servicios indirectos que apoyan el cuidado, indistintamente de que el resultado de dichos cuidados sea que las personas receptoras de los mismos formen parte de la fuerza de trabajo (si nos ceñimos a los trabajos reproductivos) y/o de que el fin sea poder llevar una vida digna una vez han abandonado la población activa. Por poner un ejemplo, un trabajo de cuidados directo podría ser el de asear a una persona, frente al trabajo indirecto de cuidados que sería realizar las tareas de limpieza del aseo.
Sumado a esta distinción, vale la pena centrarse en la clasificación de las funciones de las tareas de cuidados propuesta por Pérez Orozco (2014). Si bien la autora desagrega los cuidados en tres funciones distintas; a saber, de ampliación, de expansión y de reducción, para el estudio de los cuidados de larga duración nos centraremos en las dos primeras. Así, la función de ampliación del bienestar hace referencia a las horas de trabajo dedicadas a la transformación de los bienes y servicios adquiridos en el mercado para que puedan satisfacer las necesidades de la población. Pensemos en tareas como hacer la compra y preparar una comida. Apreciemos aquí que nos encontramos ante un enfoque cuantitativo de esas horas de trabajo (sean o no remuneradas). Por su parte, la función de expansión del bienestar hace referencia a su papel cualitativo, en concreto en cuanto a su rol de garantizar la cobertura de las necesidades de cada persona, así como también en cuanto a su faceta afectiva y relacional1. Aquí, volviendo al ejemplo anterior, valoraríamos la calidad de dicha comida y si se ajusta a la dieta que demanda la persona cuidada.
Respecto al segundo de los retos −la importancia de los cuidados en el desarrollo de nuestras economías−, se hace necesario considerar las dos caras de la cuantificación de las tareas de cuidados. Desde el lado de la oferta, no sólo por el aumento de la población activa que se produciría como consecuencia del desarrollo del cuarto pilar del Estado del Bienestar, sino también por su rol en la reproducción de la fuerza de trabajo de las personas con necesidades de cuidados de larga duración. Y, desde el lado de la demanda, por el efecto multiplicador de las inversiones en infraestructura de cuidados y del aumento del consumo privado fruto de la remuneración justa de este trabajo invisible.
Con el fin de visibilizar y arrojar unas primeras cifras sobre la cuantificación de la economía de los cuidados informales de larga duración en términos de horas de trabajo como paso previo a analizar su impacto en la economía, partimos de su función de ampliación, considerando tanto los trabajos directos como los indirectos de cuidados. A continuación, presentaremos las principales cifras sobre cuidados informales provenientes de la EDAD (2020). Como tratamos de medir lo “invisible”, aproximamos este trabajo como aquellas horas dedicadas a trabajos de cuidados por personas no profesionales que sean del entorno de la persona receptora de los mismos (familiares, vecinos, etc.).
Tras el análisis, encontramos a prácticamente 1,6 millones de personas que reciben cuidados informales, ascendiendo estos a un total de 124-125 millones de horas de trabajo no remuneradas en promedio semanal, lo que equivale a 78 horas a la semana por persona. Esta cifra nos da una noción de la carga de cuidados que recae sobre el entorno de la persona con necesidades de cuidados.
Con esta entrada, se ha tratado de delimitar el campo de estudio de los cuidados informales de larga duración y reflejar su importancia en términos de horas trabajadas no remuneradas. Sin duda, el reconocimiento de estas horas y su puesta en valor tendrá repercusiones en el desarrollo de nuestra economía, así como en el bienestar de las personas cuidadas y cuidadoras.
1. Se ha adaptado la terminología de Pérez Orozco (2014). La autora introduce el término “desesidades” en lugar de “necesidades” para resaltar el carácter de las necesidades inducidas por el mercado. De forma similar, el concepto de trabajo de reducción no se examina al estar directamente relacionado con la función de reproducción y decisión de qué personas del hogar forman parte de la población activa.
Referencias
Folbre, N (2006). ‘‘Measuring Care: Gender, Empowerment, and the Care Economy.’’ Journal of Human Development 7(2): 183–99.
Pérez Orozco, A. (2014). Subversión feminista de la economía. Aportes para un debate sobre el conflicto capital-vida. Madrid, Traficantes de Sueños