¿De qué hablamos cuando hablamos de “nueva longevidad”?
Entender lo que es la longevidad no es una tarea sencilla, especialmente, si se trata de la propia. Cuando intentamos hablar de ello, al menos, supone volcar lamirada sobre uno mismo, en un claro ejercicio de introspección. Nos visualizamos en un futuro que es propio y al mismo tiempo incierto. La nueva longevidad coloca en un único marco aspectos cuantitativos y cualitativos, lo que genera que las personas tengan la posibilidad de vivir este tiempo con otra intensidad, motivaciones, proyectos, calidad de vida y bienestar. La nueva longevidad es una oportunidad única que tenemos como sociedad, ninguna otra generación ha tenido el privilegio de imaginarse longevos como nos ocurre hoy.
Día a día asistimos a un nuevo fenómeno que aun no solo no refleja una realidad cada vez más notable, sino que nos confronta con una situación que aún no logra permear en la sociedad el nuevo milenio. Especialmente en sociedades que no son ni las europeas ni las norteamericanas donde de a poco y no sin esfuerzo, se abre paso a paso esta nueva cultura. Hablamos de la nueva longevidad.
Hacia un nuevo paradigma
Comprender la idea de la longevidad no es simple, especialmente si se trata de la propia. Hablar de eso implica no solo hablar de uno mismo sino del otro, en este caso los mayores como “el o los otros”. Hablar de longevidad supone cuanto menos volver la mirada hacia uno para poder, en un ejercicio de introspección, visualizarnos en un futuro que es propio y al mismo tiempo incierto. Por si fuera poco, una etapa que recién ahora la sociedad se dispone a descubrir con cierto pudor. Solo es cuestión de observar determinadamente cómo hablan los medios y cómo hablamos las personas del transcurrir, del envejecer. Suele quedar externalizado, se pone en el otro. Queda fuera. Una sutil y a veces no tan sutil forma de tercerizar un tema no resuelto. Lo natural esta desnaturalizado. La vejez, el paso del tiempo como tal, no es sexy. El viejo es él o ella, no soy yo. La vejez carece de un momento propio en nuestra conciencia como existen en otros momentos o etapas del curso de vida. Todos sabemos o hemos escuchado de las necesidades y derechos de los niños, de lo complejo y problemático que suele ser la adolescencia o de la crisis de la mediana edad. La niñez, la adolescencia y hasta la viudez se reconocen como etapas naturales de la vida. Sin embargo, la nueva longevidad aún no solo se debe esa redefinición sino su incorporación a nuestra vida.
En su segunda acepción, el diccionario de la Real Academia Española sostiene que un paradigma es una teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento. Es un concepto que alude aquellos aspectos relevantes de una situación que pueden ser tomados como un ejemplo. Suelen ser utilizados para explicar procesos y ayudan a establecer lo que es “normal o legítimo” como conocimiento e intervención, mientras sean coherentes con el paradigma vigente.
Mirando hacia atrás en la historia, vemos que el siglo XIX fue el de la Revolución Industrial, una época en que el paradigma vigente se apoyaba en el poderío del capital físico. En ese siglo los cambios sociales fueron de una magnitud impensada hasta ese momento. La transformación económica, social y tecnológica que se había iniciado en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña continuó durante décadas extendiéndose a Europa y Norteamérica, concluyendo entre 1820 y 1840. Luego vino el siglo XX, el siglo de la educación y la ventaja de haber podido acceder a ella como una forma de crear capital humano. Eso marcó la diferencia y estratificó gran parte de la sociedad. En esa época también aparecieron las primeras manifestaciones por los derechos de los niños. En 1870 en Reino Unido se dispuso la obligatoriedad de la educación primaria para los niños, y en 1852 fue Massachusetts el primer estado norteamericano en disponer de este derecho obligatorio. Esto fue una reacción a las consecuencias que trajo la Revolución Industrial sobre el trabajo infantil y a necesidad de regularlo. Más tarde, en 1924, la fundadora de Save the Children y activista social Eglantyne Jebb redactó en Ginebra la primera Declaración por sus derechos que dio lugar a la Declaración por los Derechos de los Niños de 1959 en el marco de las Naciones Unidas. Como se ve, las construcciones sociales llevan a cambios reales, cambios que por otro lado requieren de mucho tiempo porque para ello es necesario un consenso. Por ello, a la nueva longevidad se la debe pensar como un nuevo paradigma que va más allá de la salud y el bienestar. Es una visión en 360 grados. Coloca a los que tenemos más de 50 en un rol de fuerte protagonismo desde lo social, el consumo, la producción de servicios, la gobernabilidad, pero donde también la salud, el bienestar y la calidad de vida se vuelven determinantes. Los 50+ se suelen presentar en las personas como un momento bisagra y cargado de un simbolismo que representa la llegada al medio siglo de vida. Una cifra, si se quiere, redonda y que invita a la reflexión. Los 50 suelen confrontarnos con quienes somos, quienes creemos ser y quien la sociedad – muchas veces - nos impone que debemos ser. A los 50 ya no somos jóvenes, pero tampoco somos personas mayores a la clásica usanza. Ya se vivió, ya hay un camino recorrido, ya hay pérdidas, pero también muchas ganancias en forma de familia e hijos, reconocimiento profesional, realización económica y muchos otros de índole personal que son difíciles de medir. La lista podría seguir, pero lo que debe quedar claro es que en la nueva longevidad en principio entramos las personas de 50, 60, 70, 80 y más; de hecho, la nueva longevidad debe comenzar a ser un tema de enseñanza y aprendizaje en las escuelas primarias no solo porque la intergeneracionalidad será el recurso para construir la nueva sociedad sino porque es un tema que nos atraviesa a todos como comunidad.
Los datos duros nos muestran que el sector de la población 50+ controla cerca del 75% de la economía doméstica de Estados Unidos, donde además 10.000 personas cumplen 65 años, fenómeno que ocurrirá hasta 2030 o que desde que la Comisión Juncker en la Unión Europea público el primer informe sobre Economía Plateada es difícil comprender el cambio de paradigma del que estamos siendo testigos.
La nueva longevidad es una oportunidad única que tenemos en este siglo XXI. Ninguna otra generación previa en la evolución humana ha tenido el privilegio de poder imaginarse longevos como ocurre hoy en día. Sin embargo, la desventaja es que prácticamente toda nuestra sociedad aún se gestiona, estructura y piensa con marcos referenciales del siglo pasado. Principios y formas de pensar de hace más de un siglo atrás, como la idea de un curso de vida rígido, la obligada jubilación laboral y de otras tan diversas como la sexualidad, o el abuelazgo como único rol familiar, aunque no sea de nuestro agrado.
El dato “edad” como indicador que nos ancla en categorías de un rígido esquema social comienza a estar en revisión de la mano de las nuevas cohortes de mayores y la nueva longevidad. La psicóloga norteamericana Bernice Neugarten1 planteaba hace años la dificultad por etiquetar o normatizar las edades cuando cada vez más hombres y mujeres deciden enamorarse y casarse, y por qué no también emprender un divorcio, hasta más allá de los 70 años. ¿Sabía usted que en estos días en Europa central la edad de casamiento para las mujeres está cerca de los 32 años y 35 para los hombres? ¿O que el nacimiento del primer hijo en esta región del mundo se da cercano a los 30 años? Cada día es más común el fenómeno por el que mujeres y hombres abandonan y vuelven al mercado laboral, iniciando segundas y hasta terceras carreras profesionales2. Por eso es muy difícil establecer límites precisos. Hablar de longevidad no es nuevo. En el Senado romano la mayor parte de sus integrantes eran mayores, duplicaban la expectativa de vida del momento. ¡Cuando el Quijote decidió emprender la marcha por los campos de Castilla La Mancha lo hizo con 50 años! Y su autor Miguel de Cervantes lo escribió a sus 56 años. Dos longevos para la época, autor y personaje.
La palabra longevidad refiere a la duración de la vida, algo que como todos sabemos se ha ido extendiendo prácticamente en todo el mundo y desde los últimos cien años de manera significativa. Pero la construcción social que hemos vivido clásicamente sobre las personas mayores y su narrativa los coloca en una situación donde la vejez es vista como apenas una miserable versión de la mediana edad. Una narrativa que se apoya en el rol pasivo y receptor de asistencia de los mayores, y que hoy se reduce a los últimos años de vida de las personas (aunque no en todos los casos). A decir de Simone de Beauvoir: “Pero si la vejez, como destino biológico, es una realidad transhistórica, no es menos cierto que ese destino es vivido de manera variable según el contexto social”. Allí está nuestro desafío y el objeto de este libro: aprender a vivir la segunda mitad de nuestras vidas. Un proceso de construcción de la propia longevidad y por extensión, un cambio en la narrativa social.
La nueva longevidad enmarca e integra el aspecto cuantitativo con el cualitativo que hace que las personas tengamos la posibilidad de vivir este tiempo con otra intensidad, motivaciones, proyectos, calidad de vida y bienestar. En ella podemos identificar varias dimensiones que la definen3.
Cuadro 1.
Soy de los que no gustan de las definiciones porque definir es limitar y muchas veces etiquetar para segregar; más aún en el caso de las personas mayores donde no hoy una sola definición ni funcional ni administrativa consensuada sobre ¿Qué es ser mayor? o ¿Quién es mayor? El estudio Predictors of attitudes to age across Europe4 mostró que dentro de Europa el comienzo de la vejez según la percepción de las personas varía desde los 59 años en Reino Unido, los 63 en Francia o los 68 años en Grecia. También hay diferencias según la edad de las personas, donde por ejemplo en España5, para aquellos que tienen entre 20 – 29 años se es una persona mayor a los 66 años, para alguien entre 50 y 59 años se es mayor a los 68 y para aquellos que tienen 80 años o más la vez se alcanza a los 70. Por otro lado, la experiencia nos muestra que son tres personas muy diferentes aquella en sus 60 que otro que acaba de cruzar los 70’s y alguien de más de 80’s. Digámoslo así, son tres subespecies diferentes en un mismo ecosistema sin contar a los más “jovencitos” de 50+.
A envejecer se puede y se debe aprender. El paso del tiempo, la longevidad, siempre fue una vivencia personal e individual, pero por primera vez en la historia comienza a ser una experiencia colectiva, un fenómeno social; por ello es al mismo tiempo curiosidad, aprendizaje y construcción. Está en nosotros y en nuestras decisiones como afrontaremos esa etapa del curso de vida. Ser mayor es una posibilidad que se nos presentara en promedio a la mayoría, ser viejos y buscar ser felices es algo que depende de cada uno y es una decisión subjetiva que cada uno determinará en un momento de su vida. La magnitud de la empresa no es nada fácil. Por eso este libro, que fue escrito con el propósito de buscar un cambio personal y colectivo de la forma en que pensamos y vivimos la segunda mitad de la vida. Desde la consideración que nos impone la relevancia de los determinantes sociales de la salud, el curso de vida, los distintos niveles de complejidad molecular como el apartado que concierne a los telómeros, o los aspectos vinculados a la actividad física y estilos de vida, dos intervenciones que han mostrado su efecto sobre la longevidad. Por ello usted no encontrará curas milagrosas ni fuentes de la juventud, sino recursos, ideas y evidencia que pueden ayudar a que la vida por delante sea más saludable y satisfactoria.
Decir que el futuro llegó impone, cuanto menos, una mirada más profunda que deje de lado el aspecto cuantitativo y nos permita echar luz al significado de este fenómeno global. En un entorno con ciertas buenas condiciones de vida se estima que tres de cada cuatro personas de 60 años lleguen a sus 80; dos de cada tres lo harán a los 85 y uno de cada dos a los 90. Hoy una persona que cumple 50 años tiene el 50% de probabilidades de llegar a los 95 años6. Nuevas etapas traen consigo profundos cambios sociales e institucionales; cambios que nuestras sociedades y gobiernos suelen demorar en reconocer y asimilar. De hecho, nuestras instituciones aún se manejan en modelos demasiado rígidos, muchos de ellos de hace más de cien años, algo anticuado para las formas de vida de este siglo XXI.
El cambio no solo se da en términos cuantitativos, sino que también es cualitativo. Nuevos roles definen esta nueva longevidad y ayudan a comprender la envergadura de su influencia. Este hecho se observa en los mayores que votan, consumen, producen y brindan servicio. Lo vimos en el llamado Brexit del Reino Unido7 y en la última elección en los Estados Unidos8 donde se hicieron sentir y con fuerza ya que sus votos condicionaron de manera determinante el resultado de estas elecciones.
Hoy las personas mayores son una generación más educada y eso les permite informarse, conocer, modificar hábitos de vida y, por sobre todo, desafiar los cánones establecidos. La jubilación o el retiro han dejado de ser una etapa rígida e impuesta de supuesta “recreación” para convertirse en otra de “re-creación”, en la que los valores intangibles cobran fuerza como nunca. Cada vez son más las personas que se retiran o jubilan de lo que NO les gusta para comenzar con nuevos desafíos.
Las actuales generaciones de mayores son las primeras que están viviendo más tiempo del que pensó que viviría, del que vivieron muy probablemente las generaciones que los precedieron. Por ende, son una generación que no supo o pudo planificar esta nueva etapa. En cambio, las próximas generaciones lo harán. Intentaremos hacerlo ya sabiendo y viendo lo que significa esta nueva longevidad. Sin dudas una gran ventaja pero que puede ser una buena noticia o no.
Nuestra existencia y experiencia de vida están moldeados por un curso de vida propio y único determinado por las condiciones que nos rodean desde el nacimiento en nuestro hogar y nuestra comunidad9. Condiciones que nos acompañaran en nuestro crecimiento y desarrollo, con sus oportunidades o desventajas y que hacen que cada persona mayor sea única. La variedad de “adulteces” y “vejeces” es rasgo e identidad de esta nueva etapa de vida. Una nueva vida y una nueva longevidad que son parte de nuestro destino.
A modo de conclusión
Cada vez es más frecuente ver personas que a los 60 años deciden comenzar nuevas carreras universitarias o finalizar las que quedaron pendientes ¿Será que aún hay algo que me gustaría aprender? Si es como dicen, que más de la mitad de los trabajos del futuro aún no se han inventado, ¿será que debo estar atento para poder adaptarme cuando – después de mi jubilación formal – quiera seguir ligado al mercado laboral? ¿Cómo modificaré la vivienda donde vivimos con mi familia en el futuro? ¿Será que una mudanza debe ser planificada en algún momento? ¿Cuándo es o será ese momento?
La nueva longevidad es un cambio de raíz que estamos viviendo y será cada vez más significativo conforme los 50+ veamos y tomemos como modelos a los mayores de hoy y decidamos que queremos para nosotros. A diferencia de ellos, en nuestro caso, podemos planificar, construir y hasta implementar otros modos de vida. ¿Qué pasa con los vínculos personales? Hemos vivido y desarrollado nuestras vidas familiares con menos hijos que las generaciones precedentes o con hijos que ya se mueven por un mundo cada vez más interconectado y sin fronteras. También habrá que preguntarse si el amor con la misma persona puede durar tanto tiempo.
La nueva longevidad requiere de perspectiva, entender sus oportunidades y desafíos. Nuevos temas ya están en la agenda social y personal y tenemos una ardua tarea por delante para encontrar soluciones. Necesitamos plantear en muchos países donde aún no se habla, temas como el fin de vida digno y la formación de recursos humanos, el reconocimiento a los cuidadores y su formación, la necesidad de esquemas de retiro flexibles, así como una protección social acorde en aquellos países donde no la hay, oportunidades para potenciar la intergeneracionalidad, dejar de hablar de felicidad como una utopía aspiracional para buscar el bien-estar y entender que la salud es un capital que se cultiva desde los primeros años de escolarización formal.
La nueva longevidad será el espacio donde probablemente la mayoría de nosotros conviva, y como todo nuevo paradigma requiere de una perspectiva que nos permita entender que vivir más no solo son más oportunidades para cada uno de nosotros y para la sociedad, sino un motivo de celebración humana. ¡Bienvenidos!
1. Neugarten, Berenice, . Los significados de la edad, Editorial Barcelona 1999.
2. Scott AJ. The longevity society. Lancet Healthy Longevity. 2021 Dec;2(12):820-e827.
3. Bernardini D., La segunda mitad, los 50+, vivir la nueva longevidad. (2019) Ed. Aguilar, Argentina.
4. Abrams D., Vauclair CM., Swift H., Predictors of attitudes to age across Europe, University of Kent, Reino Unido (2011).
5. Abellán García A., Esparza Catalán C., (2009). “Percepción de los españoles sobre distintos aspectos relacionados con los mayores y el envejecimiento. Datos de mayo de 2009”. Madrid, Portal Mayores, Informes Portal Mayores, nº 91.
6. The economics of longevity. Special report, The Economist, Julio 8, 2017.
7.How Britain Voted. Over-65s were more than twice as likely as under-25s to have voted to leave the European Union. Junio 27, 2016
8. How groups voted 2016. Roper Center for Public Opinion Research. Cornell University.
9. A life course approach to chronic disease epidemiology: conceptual models, empirical challenges and interdisciplinary perspectives - Ben-Shlomo Y., Kuh D. International Journal of Epidemiology, Vol 31(2)1 285–293, 2002.
Pregunta
Respuestas de los expertos
Respuestas de los usuarios
Nowadays it is not easy to live a long life. While it is true that medicine has helped us to have a better quality of life and thus to be more independent and active, it is also true that family life has undergone major changes and not exactly for the good of the long-lived family member.
Society as a whole lives outwardly, work takes up many hours of young people's time, sports and activities with friends of their own age take up a lot of their time, and just as young children do not have the company and support of their parents, so long-lived parents have lost the company of the family environment that is so necessary.
Man is a social being but the family is his first and last society, then there is the outside world and its benefits. Sometimes, when the long-lived relative loses abilities (and realises it) he can no longer play sports or go for a walk alone, he can no longer sew, knit or do heavy work around the house... longevity weighs heavily. I take refuge in reading, a bit of TV and when I see my grandchildren my heart bursts with happiness. ....