Despoblación y longevidad: algunas ideas para solucionar dos cuestiones con un plan
No me gusta hablar de la España vaciada. Prefiero hablar de la España despoblada, ni siquiera vacía. “Vaciada”, en mi opinión, tienen unas connotaciones subliminales de intencionalidad: alguien la vació, con deliberación, premeditación, alevosía. Escucho hablar de demotanasia, desierto demográfico, etnocidio silencioso, invierno demográfico… pareciera haber un concurso de ideas para referirse al hecho del abandono del pueblo. Laponia del Sur, Serranía Celtibérica… Si el concurso de ideas pasara de la denominación del fenómeno a la búsqueda de soluciones, quizá todo iría menos mal.
El caso es que la Comisión Europea define territorio despoblado como aquel que tiene menos de 12,5 habitantes por metro cuadrado. Así, en España y Portugal contamos con amplias zonas del territorio que responden a esas características.
La realidad es que, la huida de la población a las zonas más habitadas, que ejercen de imán, es un fenómeno global y, específicamente, europeo. Europa envejece de forma dramática, sube la esperanza de vida y hay tasas de natalidad muy bajas. Países Bálticos y nórdicos, países de la ex órbita soviética y los del sur de Europa (no sólo España), se ven afectados por la despoblación en amplias zonas de su territorio, habiendo un aumento de la concentración de la población en algunas zonas urbanas y despoblación en las zonas rurales. Zonas industriales en declive y la transformación de la agricultura han generado amplias zonas en proceso de desertización demográfica.
No podemos resignarnos a tener desiertos de población en España o Portugal. Es necesario abordar conjuntamente y por separado, políticas que enfrenten la problemática con rigor, seriedad, altura de miras, estrategia y sin demagogia.
Para ver la magnitud del problema es necesario analizar algunos datos y es que las zonas rurales de España pierden cinco habitantes cada hora y, según el Consejo Económico y Social de España, de los 8.124 municipios existentes, el 95% de los pueblos tienen menos de 5.000 habitantes y el 60% está en riesgo de extinción debido a que tienen una población inferior a 1.000 habitantes y ocupan el 40% del territorio, con tan sólo el 3,11% de la población del país.
Las consecuencias de todo lo anterior son claras:
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Se generan deseconomías de escala, incrementos del coste de producción o prestación de los servicios públicos y/o privados, a todas luces, especialmente en Burgos, Soria, Segovia, La Rioja, Guadalajara, Cuenca, Teruel, y Zaragoza, que son las provincias más despobladas de España.
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Hay consecuencias ambientales: más probabilidad de incendios, abandono del paisaje, reducción del valor económico, pues, de la tierra e impacto en la ecología. Círculos viciosos que hacen poco atractivo emprender en entornos degradados, ni siquiera, el ya viejo recurso del turismo rural.
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Hay un círculo vicioso: al haber menos oportunidades laborales, la gente se va, se pierde el incentivo de generar proyectos, ergo hay menos oportunidades, en un bucle sin fin. O con un fin no deseado: el vacío. La gente migra para encontrar oportunidades laborales, servicios públicos y servicios privados (que desaparecen si no hay masa crítica, sencillamente).
Mayores y zonas despobladas
Curiosamente, cuando analizamos la problemática de las personas mayores en las zonas despobladas, resulta sorprendente y ciertamente “aprovechable en términos de la solución”, comprobar que las dotaciones para los cuidados y atenciones a las personas mayores, salen bien paradas:
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Muchas provincias envejecidas suelen tener más equipamiento de plazas residenciales por cada 100 habitantes de 65 y más años.
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La España envejecida y despoblada tiene mejores equipamientos para la atención y cuidados a los mayores, hasta el punto que hay quién habla de “burbuja dotacional”.
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Habría una mayor sensibilidad política hacia la silver economy relacionada con la mayor edad de sus votantes.
En este contexto, voy a tratar de hilvanar algunas ideas que pudieran ser útiles para abordar, de forma conjunta, la problemática de la demotanasia y los retos de la longevidad, con algunos ejemplos.
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La inmigración puede ser la base sobre la que se articulen estrategias locales de lucha contra la despoblación, pero no constituirá la solución definitiva a un problema estructural, generando el riesgo además de construir guetos no inclusivos.
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Hay que aprovechar la aceleración del trabajo a distancia para hacer apetecibles las zonas hoy cuasi-desertizadas. Ello requiere de inversiones públicas y privadas en algo esencial: conexión a internet de calidad.
El asentamiento del teletrabajo, el crecimiento del ecommerce (que permite tener almacenes y distribución logística en diversos lugares), haría que fuese rentable tener instalaciones fuera de la gran ciudad.
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Si favorecemos iniciativas económicas, se generará un círculo virtuoso de atracción de infraestructuras y servicios. Donde se concentre la riqueza, volverá a concentrarse la gente, que generará riqueza, que generará gente.
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Hay que favorecer con acciones de marketing el redescubrimiento de esa España abandonada a la que muchos han regresado en cuanto han podido atraídos por su seguridad y tranquilidad.
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Si centralizamos todo en la ciudad, estimulamos el abandono de las pequeñas localidades. Debemos potenciar la descentralización administrativa, trasladando sedes administrativas públicas a zonas despobladas y estimulando mediante la fiscalidad y otros recursos la ubicación de sedes de empresas e instalaciones privadas en lugares con riesgo de desertización demográfica. Por ejemplo Castilla y León ya ha hecho algunos “impulsitos” para descentralizar servicios, estimulando zonas despobladas (el Consejo Consultivo fue llevado Zamora, el de Cuentas a Palencia, o el Tribunal Superior de Justicia a Burgos…).
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Hay que estimular la inversión inmobiliaria, en dotaciones y en mejora paisajística con incentivos diversos. Hay que hacer apetecibles para la vida, primero, para la inversión, también, a los pueblos: prestigiar la vida rural, y empezar a poner el epicentro los beneficios de una vida más auténtica, más tranquila y equilibrada, suavizando las precariedades con políticas decididas e inversiones públicas, primero, que hagan desear invertir y generar riqueza al sector privado, después.
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Hay que estimular en la educación el conocimiento de los más jóvenes de las maravillas del campo, enseñando a valorar los intangibles de la naturaleza, pero también los alimentos, los animales, los bosques…
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Hay que potenciar la agricultura y ganadería responsables, potenciando con iniciativas públicas y privadas, los emprendimientos y la modernización de las empresas existentes.
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Hay que potenciar el emprendimiento, y en este sentido:
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Fomentar los servicios a los mayores para crear empleo en el medio rural. Se resuelven varias cuestiones a la vez:
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Se mejora la vida de los mayores, en ambientes tranquilos.
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Se estimula la actividad económica para proveer de servicios a esos mayores, a sus familias y a sus cuidadores.
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Ojo, no hablo de crear guetos o ghettos, creo que se trata de generar entornos intergeneracionales donde la actividad en la silver economy, atraerá servicios de todo tipo, no solo para mayores, sino para los que prestan sus servicios a los mayores. Un ejemplo bien interesante es el de Pescueza, en Cáceres. Tiene el antídoto contra la despoblación: convertir el pueblo en una residencia de ancianos gigante. Este hecho ha generado empleo y ha atraído a muchos jóvenes, evidenciando que si haces cosas para los mayores, generas empleo intergeneracional. ¡Está repuntando la natalidad! Quizá porque los nacimientos se premian con un cheque de 1000 € por niño para ayudar a su crianza. Ya hay iniciativas similares en Cuenca y otras zonas.
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En mi opinión, hay que aprovechar que el sector residencial está repensando su razón de ser y la esencia de sus servicios para enfocar soluciones habitacionales en torno a:
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Cohousing.
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Coliving.
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Casas tuteladas y similares con personas mayores, en estos ambientes, como digo, generando empleo alrededor en infraestructuras y servicios para las personas que cuidan de las personas más mayores.
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Meter en la coctelera transformación digital, el reto de la longevidad y los servicios que se requieren, en ambientes seguros y tranquilos, la necesidad de gastar menos en vivienda (en una economía que se contrae), y ahora que se puede teletrabajar y que hay redes logísticas que llegan (con excelentes infraestructuras de carretera, en general) a todas partes y distribuyen productos… debería dar lugar al cocktail de la doble solución a la despoblación y del reto del envejecimiento poblacional en España y Portugal, entre otros países de la vieja y envejecida Europa.