Derivado de cuidar y -dor, -a.
El cuidador de una persona con enfermedad de Alzheimer va asumiendo gradualmente, con un ritmo similar a como va avanzando la enfermedad, las tareas para las que el enfermo necesita de su ayuda. Este aprendizaje del cuidador, por tanto, es constante y progresivo. Suele decirse que cuando el cuidador ya tiene asumida una tarea, le llega el momento de aprender otra nueva.
Un enfermo puede recibir atenciones de varias personas, pero de entre ellas, hay una que asume la responsabilidad en la atención y cuidados cotidianos. Suele ser además quien pasa más tiempo junto al enfermo. A esta persona se la denomina cuidador principal.
Por otro lado, puede contratarse a una persona para que atienda al enfermo. Se trata, pues, de una relación laboral, con un horario y unos honorarios previamente establecidos. En este caso se habla de cuidador profesional, que debería tener algún tipo de formación en las tareas que va a desempeñar.
«Yo no me siento cuidadora. Estoy ahí y hago lo que puedo. Una persona le cuida, mis hermanas me ayudan, yo no llevo el peso las veinticuatro horas… Solo soy acompañadora, y a veces estoy agotada. Imagina un cuidador de continuo… Si le dices las cosas, no se pone violento. Si le pides algo, lo hace. Pero el cuidador debe tener a su vez un cuidador que le cuide a él…, no sé si me explico. Como los juegos de muñecas rusas. Porque si no es así, se quema y acaba tomando fármacos para aguantar la angustia» (Simón Esteban, 2012: s. p.).
«Es conveniente que el paciente siga vistiéndose solo, aunque tarde mucho tiempo en hacerlo. El cuidador debe tratar de vigilarle, corregirle si hay errores, sin discutir con él, sin darle prisa, estimulándole para que lo haga solo» (Matías-Guiu, 2004: 70).
Persona que cuida de un enfermo, en este caso de alzhéimer, generalmente un familiar o un profesional sanitario.