Ordenar las pertenencias para una vejez más ligera: autocuidado para dejar un legado con sentido
Cuántas veces, ante la muerte de un familiar muy cercano, el padre, la madre, un hermano, un buen amigo, hemos sentido el peso que supone, en pleno duelo, adentrarse en su casa, sus cajones y sus recuerdos para ordenar, limpiar y hacer cumplir la voluntad de su testamento. Son momentos de gran intensidad y carga emocional, que si bien suponen un asidero para poder recordar a la persona, se nos presentan también como la evidencia de aquella ausencia: el propietario de todas aquellas fotos, juegos de café, joyas antiguas o manuscritos, ya marchó para siempre. Y ante esa ambivalencia, una seguridad. La de que todo eso debe ser ordenado, clasificado, repartido.
Cada vez se habla más en nuestra cultura y nuestra sociedad, por suerte, de algo que en otros países y contextos es una tradición instaurada, la limpieza sueca de la muerte, el döstädning, de origen nórdico -o death cleaning-, que ha sido más conocido aquí gracias a Margareta Magnusson. Esta artista de 91 años, graduada en el Beckman’s College of Design de Estocolmo, ha expuesto en todo el mundo y es autora del libro El arte sueco de ordenar antes de morir (Reservoir Books, 2018). En él explica como llevar a cabo el proceso, para dejar nuestros asuntos en orden antes de pasar a mejor vida, una reflexión práctica y con mucho sentido común, sobre todo a medida que vamos cumpliendo años. No se trata de obsesionarse con la muerte, sino de facilitar la vida a los que vendrán.
A medida que van pasando los años, la casa se convierte en un espejo de la vida. Esto puede ser bonito, reconfortante, una gran ayuda para la identificación de nuestros propios espacios y ambientes, para la autoafirmación. Pero en ocasiones se acumula sin sentido: recuerdos de viajes, regalos que nunca nos emocionaron, objetos heredados que no usamos… Y todo ello, con la acumulación de los años, puede convertirse en un peso.
No es extraño, está estudiado desde la psicología ambiental. Hace solo unas semanas, el psicólogo Francis Quinn, de la Robert Gordon University de Aberdeen (Escocia), publicaba un estudio en el Journal of Environmental Psychology que demostraba que el desorden en el hogar se correlaciona negativamente con el bienestar psicológico. Ya en 2021, otro trabajo de las psicólogas Caroline Rogers y Rona Hart y elaborado con una muestra de un millar de adultos, puso sobre la mesa, en este mismo sentido, que el desorden del hogar fue uno de los mejores predictores de peor bienestar (más emociones negativas y soledad). En 2022 Helena L. Swanson y Joseph R. Ferrari concluyeron también, en otro trabajo aparecido en Behavioral Sciences, que en las personas mayores de 65 años el desorden se relaciona con menos bienestar, pero además subrayaban su importancia para el envejecimiento saludable.
Un hogar saturado de objetos aumenta los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y contribuye a la sensación de agobio y falta de control. El desorden material termina por generar un desorden emocional, una especie de ruido de fondo que enturbia la calma, sensación contraria a lo que necesitamos en la última etapa en nuestra vida. Muchas veces oímos reflexiones como “si viviese en un piso más pequeño, tendría menos cosas por limpiar y ordenar, todo sería más fácil”. Además, la preocupación del legado cada vez está más presente: “¿qué pasará con todo esto cuando yo no esté?”
Magnusson, esta especie de Marie Kondo de los séniors, tiene claro que hay que ordenar, tirar y reflexionar sobre nuestras posesiones. “A todos los valientes que deciden iniciarse en el döstädning, ¡adelante! Disfrutarás con el proceso, revivirás el camino de tu vida. Será un tiempo apacible y reflexivo. Siempre digo que cuando se trata de la limpieza de la muerte, el tamaño sí importa. Empieza con artículos grandes y voluminosos, como muebles, y termina con cosas pequeñas como cartas y fotografías. Si comienzas deshaciéndote de grandes cosas, sentirás que progresas mucho desde el principio. Si comienzas con cartas antiguas, te quedarás atrapado leyéndolas, tal vez una y otra vez, y no sentirás que estás llegando a ninguna parte. ¡Empieza a lo grande!”.
Otros de los consejos prácticos de la artista, a quienes quieran hacer una limpieza profunda para envejecer con ligereza, es contar al entorno el proceso que se está llevando a cabo. “Así no se sorprenderán si les llamas y les preguntas si quieren un jarrón, un mantel o una pintura de la que quieres deshacerte. Tal vez incluso se ofrecen para echarte una mano”, comenta. Sugiere también no guardar cosas para los herederos si no se está seguro al 100% de que alguien lo quiere, y conservar aquello que nos hace la vida más cómoda. “La vida se torna más agradable y más cómoda si nos libramos de parte de la abundancia”, resume.
Ordenar en esta situación, cuando somos ya mayores, se puede interpretar como preparar de forma serena la muerte o el “cuando yo ya no esté”, pero también como facilitar la serenidad vital. Es un gesto de autocuidado que aligera, libera espacio, facilita la autonomía y convierte la casa en un lugar donde lo que queda tiene sentido y es útil. El legado será más liviano para quienes vendrán, y más sereno para quien lo cede.