La esperanza de vida: qué es y por qué importa
El planteamiento del recorte en los servicios del Estado de Bienestar, la situación económica y la situación demográfica en España (con nacimientos por debajo del índice de reemplazo) justifican, como ya comentamos, que desde algunas perspectivas se plantee el envejecimiento como una cuestión negativa. No solo el envejecimiento (cuya crítica podría entenderse si prestamos la atención en la base de la pirámide demográfica) sino la propia cuestión de la vejez. De forma más sorprendente, a veces los comentarios en negativo refieren incluso la creciente esperanza de vida. La esperanza de vida es el número medio de años que se espera que siga viviendo una persona. Se puede calcular para diferentes edades (al nacimiento, a los 65 años...) y se realiza asumiendo que se mantienen las tasas de mortalidad por edad (que también podemos denominar patrón de mortalidad por edad).
Es una medida que resume la mortalidad de un país, permitiéndonos comparar por generaciones y analizar tendencias. Su interpretación y significado es aún mucho más rica y puede aportarnos información clave sobre el nivel de desarrollo del estado de bienestar de un país. De hecho, este indicador resulta tan importante para describir las condiciones de una población que, junto con el índice de educación y el índice del Producto Interior Bruto (PIB) conforma el Índice de Desarrollo Humano que utiliza el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Y es que tener una vida larga y saludable es el mejor indicativo del desarrollo social de un país. Su alargamiento es resultado, entre otras cuestiones, de las mejoras en alimentación, en sanidad, y sobre todo de una disminución de la mortalidad, pero también de otras cuestiones que conducen a las anteriores. Como indicador, nos permite de un vistazo extrapolar las condiciones de vida de las poblaciones en general, pero no debemos olvidar que el alargamiento de la esperanza de vida resulta de la reducción de la mortalidad en todas las edades y no solo “en la parte de arriba” de la pirámide poblacional: para que la esperanza vital aumente no solo los más viejos viven más; los jóvenes también mueren menos. Por lo tanto, su importancia es clara, y nos aporta numerosas características de una sociedad y de su situación a nivel comparativo entre los países europeos, por ejemplo, como en relación con tiempos pasados.
En definitiva, es una medida sencilla, extremadamente sintética, pero a menudo se refieren datos equivocados o estos son interpretados de forma inexacta. Y una información errónea, por lógica, nos llevará a conclusiones erróneas. Por ejemplo, asumir que su variación no depende del nivel del estado de bienestar del país, sino que su evolución en el tiempo es resultado de la inercia podría llevar a algunos gobiernos a limitar el acceso a servicios públicos o a no garantizar lo que consideramos derechos básicos (agua y su calidad, por ejemplo) o cuestiones como las laborales (¡qué importantes son!) asumiendo que esto no tendría efectos sobre la esperanza de vida. En definitiva, podría llevarnos a trivializar su importancia o a asumir que la disminución de la esperanza de vida de una generación (que es una media) solo afecta a los más longevos. Para comprender un poco más la importancia de la esperanza de vida en España, conviene analizar algunos datos tanto en el contexto europeo como en relación con años pasados. Más que hacia dónde vamos (donde se pone el acento desde esas perspectivas negativistas) de dónde venimos.
En lo que respecta a España dentro de Europa, lo primero que podemos asumir al respecto y de forma comparativa es que la esperanza de vida de España es alta. Muy alta en comparación. Y eso es algo estupendo. La población española tiene una de las expectativas de vida más elevadas del mundo, a pesar de que la transición de mortalidad empezó más tarde que en otros países europeos. Es decir, nuestra mejora en esperanza de vida ha sido rápida y hemos mejorado enormemente en los últimos años tanto hombres como mujeres, como veremos más adelante. Esta mejora nos está hablando de la elevada calidad de vida de España y resume los grandes avances de los últimos años. No olvidemos que, gracias al estado de bienestar, tenemos sanidad pública además de otros servicios básicos y públicos, maravillosos, que nos ayudan a estar en un lugar privilegiado dentro de Europa. Nuestro vecino, Portugal, tampoco está en un mal lugar, aunque bastantes puestos por debajo de España. De hecho, por delante de España solo está Suiza. Según el índice de Progreso social 2015 Suiza es uno de los países de mayor progreso social en el mundo. Pues el país inmediato en lo que respecta a esperanza de vida en Europa es España. La importancia que esto tiene y la necesidad de mantenerlo resulta crucial, y por ese motivo resulta tan sorprendente que no se valoren más (que no valoremos más) algunos servicios que consideramos básicos (incluso esos que tildamos de ineficientes) y que nos permiten estar en esta situación privilegiada.
Uno de los motivos que motiva este post es haber leído una referencia errónea sobre la brecha de género en la esperanza de vida, dando datos totalmente equivocados y alejados de la realidad española. Primero, en lo que respecta a la esperanza de vida por sexo comparando con los vecinos europeos, los varones españoles están en séptimo lugar (por debajo de Suiza, Italia, Noruega, Malta, Suecia y Liechtenstein). Pero ojo, esta diferencia es inferior a 2 años entre Suiza (el país con mayor esperanza de vida para los hombres en Europa, 81,7 años) y España (80,5 años según datos Eurostat 2016, último dato disponible). Por su parte, analizando la situación comparativa de las mujeres en Europa, para esa misma fecha, Eurostat señala a las españolas como las más longevas dentro de Europa: 86,3 años. No hay victoria en ningún deporte que sea mejor que esta. ¿Es o no es esto un logro social?
Esperanza de vida por país. Europa, 2016
Es un gráfico con demasiada información, pero la situación contextualizada nos ayuda a ver la situación con perspectiva. La distancia entre países como Suiza (83,7 años de esperanza de vida) y los 72,7 de Georgia son claves. Hablamos de una distancia de 11 años dentro de Europa (con ausencia de datos para Rusia, Moldavia, San Marino, Ucrania ni Azerbaiyán). ¿Cuál es la esperanza de vida que preferimos tener? Si analizamos la tendencia dentro de España, la diferencia en años de esperanza de vida al nacimiento entre hombres y mujeres creció o se mantuvo estable hasta mediados de los años noventa como consecuencia de una mortalidad masculina más elevada debida a factores biológicos, estilos de vida y conductas de riesgo (no lo digo yo, lo dice el Instituto Nacional de Estadística y yo confío plenamente en ellos). Pero esta diferencia a favor de la mujer se ha ido reduciendo en las dos últimas décadas. En la actualidad (datos INE para el año 2017, último dato disponible) la diferencia es de 5,36 años. La distancia más alta la tuvimos en el año 1992, con 7,25 años (los hombres alcanzaban una esperanza de vida inferior a 74 años) porque la esperanza de vida de los varones ha aumentado en ¡¡casi 8 años!! desde 1980.
Esperanza de Vida al Nacimiento según sexo. España, 1975-2017
Es cierto que este no es el único indicador que debemos mirar, que nos interesa conocer además la calidad de vida de esos últimos años y la esperanza de vida en salud (lo haremos) pero para comprender el envejecimiento y la importancia de la etapa vital de la vejez es imprescindible valorar esta etapa como el resultado de un logro social de la historia reciente española. Uno excelente.