Teleasistencia: una urgencia inaplazable
La teleasistencia urgente que necesitamos debe ser proactiva y predictiva. Es sabido que más de 850.000 personas mayores de ochenta años viven solas en España. La situación es muy similar en Portugal, donde actualmente hay 10,2 millones de habitantes, dos de los cuales son mayores, y se habla de Lisboa como la capital europea más envejecida, con un 25% de mayores de sesenta y cinco.
Siempre es necesario mirar con optimismo la creciente longevidad, pero siendo conscientes de que también presenta retos y efectos sociales perversos y peligrosos como el aislamiento, la fragilidad y la difícil gestión sanitaria.
La revolución del botón rojo
El botón rojo supuso, hace ya en torno a treinta años, un grandísimo avance social en la medida que permitió poner coto al aislamiento de las personas mayores, dar más tranquilidad a sus familias y a ellas mismas, con una impagable sensación de amparo.
La idea esencial de este sistema es que se presiona un pulsador cuando se presenta una situación de emergencia, inseguridad, soledad o aislamiento, logrando así comunicar telefónicamente para recibir ayuda.
Fue una revolución, no cabe duda de ello, pero hoy es posible y necesario superarla. Se puede conseguir pasando de un servicio “reactivo” al uso de herramientas predictivas, gracias a big data, machine learning, inteligencia artificial y todas las tecnologías al alcance para “anticipar”, si es posible, o detectar de forma temprana cualquier crisis de salud.
Estamos ante un enorme recorrido, ya que además su cobertura solo llega al 10,41% del total de población mayor de 65 años, en España. Tras la pandemia del coronavirus, pensamos que habrá un efecto positivo de revisión de esta política por parte de las administraciones, que ampliarán coberturas para anticiparse a crisis sanitarias y reducir el coste sanitario vía una mejor prevención, monitorización y detección temprana de enfermedades. Es necesario cubrir ese importante gap con tecnologías fáciles de usar, integradas y/o conectadas con el sistema sanitario y que generen socialización.
Si la idea esencial fue durante décadas la del “pulsador” que hay que llevar encima, la teleasistencia que viene es la de la predicción y proactividad, sin necesitar la “llamada” del mayor, ni que tenga que llevar artilugios encima.
Hacia una teleasistencia de 4ª generación
Entre el pulsador y la teleasistencia proactiva he ido identificando diferentes fases de desarrollo. Desde hace entre cinco y siete años, se viene generalizando la llamada “teleasistencia de segunda generación” con modelos con localización y sensorización (GPS, botón del pánico y similares). Seguidamente, en los últimos tres o cuatro años he visto empresas que están haciendo avances relevantes en materia de telemedicina, integrándola con teleasistencia y biometría (con pulseras que detectan y monitorean el estado de salud del mayor y envían los datos al centro correspondiente de atención médica). A esto, lo he denominado, “teleasistencia de tercera generación”.
Las pulseras biométricas y otros dispositivos de detección de alertas de salud, no cabe duda, han sido un gran avance.
En el futuro próximo, muy en el corto plazo, veremos el auge de la llamada teleasistencia de cuarta generación. Se trata de la atención centrada en la persona llevada a la teleasistencia. Respecto a sus principales características, destaca que:
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Permitirá que las personas mayores puedan permanecer independientes y más seguras en sus hogares, que es dónde quieren estar el 87%.
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Mejorará la calidad de vida a través de la comunicación y la socialización: la inteligencia artificial permite ampliar capacidades para buscar pareja o “matchear” amigos según afinidades, gustos o preferencias.
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Reducirá los costes de atención y los costes operativos. Con menor coste, mayor percepción de atención y amparo. Según vayamos amplificando la red de cobertura, más costes de aprendizaje y economías de escala se generarán.
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Facilitará la labor diaria de los cuidadores, incrementando así su rendimiento y, por ende, la eficiencia de los servicios de atención domiciliaria que han de estar en perfecta coordinación con la teleasistencia y los servicios médicos (será mucho más eficaz la respuesta a las necesidades de las personas con dependencia).
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Mejorará la experiencia de los usuarios (con necesidades asistenciales o en situación de confinamiento), evitando que se sientan aislados y reduciendo la sensación de fragilidad y vulnerabilidad. Los servicios de teleasistencia, en la actualidad, han recibido quejas por saturación o mal servicio que neutralizan la sensación de amparo y generan miedo, incertidumbres y dudas inaceptables. Se hace imprescindible cuidar cada detalle, literalmente son detalles vitales, de la experiencia de usuario.
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Aumentará la tranquilidad y la satisfacción de los familiares, cuya implicación es imprescindible e importante en la atención reactiva a los mayores.
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Recopilará datos cuantitativos (relaciones causa efecto), pero también cualitativos (estudios sobre la satisfacción y calidad percibida reportada por los usuarios). Servirá como elemento evaluación para implementar las mejoras necesarias para mejorar el bienestar y la calidad de vida de la población mayor. El desarrollo del big data será fundamental para ir viendo relaciones causa efecto y analizar aspectos de salud y de carácter social.
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La telemonitorización de la persona conecta la teleasistencia con la telemedicina, permitiendo optimizar los costes de atención y los esfuerzos del mayor por o para recibir atención clínica, que ahora en gran medida puede ser a distancia (monitoreo). La automatización, en su caso, y/o petición y recordatorio de citas médicas será un importante elemento de la teleasistencia, siendo posible incorporar elementos extra como pastilleros digitales y sus alertas, y similares, para mejorar la adherencia medicamentos.
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Permitirá la detección temprana a través de dispositivos tecnológicos y de IoT (internet de las cosas) de presencia de humo o fuego, fugas de gas o agua, presencia de monóxido de carbono que pueda entrañar un riesgo o emergencia en el domicilio… Es una importantísima mejora, pues muchos accidentes domésticos tienen que ver con pequeños accidentes en la cocina y similares. Es fundamental y básico trabajar en la detección inmediata de caídas.
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Permitirá la atención proactiva y predictiva. Se trata de no “depender” de que la persona mayor pulse un botón. Mi tía Concha, con 75 años, hace bastantes años, sufrió un ictus, cayó al suelo y no pudo pulsar el botón rojo (no respondían sus extremidades). Estuvo catorce horas sola, tirada en el suelo. Con sensores y detectores de caída, esto no sucedería hoy en día.
La teleasistencia avanzada supondrá, en definitiva, un cambio sustancial en el servicio, ya que pasará de ser reactivo a proactivo, dando respuesta no solo a situaciones de emergencia, sino prediciendo posibles riesgos que permitan una actuación anticipada. El control de neveras, la inclusión de sensores en colchones, puede, sin dar la sensación de ser un “gran hermano que todo lo cotillea”, ofrecer una cobertura y protección al mayor, sin precedentes.
Hará posible una atención mucho más personalizada en función de las necesidades de cada persona. En este ámbito es destacable que se elimina la diferencia entre titulares y usuarios de la prestación, pasando todos a ser titulares, con lo que se extiende y personaliza la prestación a todos los miembros de la unidad familiar que, por su edad o grado de dependencia, se benefician de ella.
La teleasistencia urgente es la de cuarta generación. Proactividad. Predictividad basada en big data. Sensórica. Biometría e inteligencia artificial al servicio de un trato medical y humanitario de dar amparo y propiciar la socialización de los mayores.
Deseo acabar estas líneas, y lo considero de justicia, haciendo una reseña, un homenaje, al maravilloso servicio social que ha brindado Cruz Roja a nuestra sociedad con su teleasistencia. Merece el agradecimiento de todos.