Deterioro es derivado de deteriorar, del latín tardío deteriorāre 'empeorar'; y cognitivo proviene del latín medieval cognitivus.
A medida que envejecemos el sistema nervioso va sufriendo distintos cambios que hacen que perdamos algunas de nuestras funciones superiores, sobre todo relacionadas con la memoria, la flexibilidad en el razonamiento, la velocidad para procesar la información, etc. El anciano sano es consciente de estas pérdidas, va integrándolas en su vida y no alteran de modo excesivo su día a día, pues van sucediendo poco a poco y evolucionando lentamente. Se trata de un deterioro de la función cognitiva -o cognoscitiva- asociado a la edad que podría decirse que es normal y fisiológico. A veces, sin embargo, es más intenso de lo que cabría pensar por la edad o nivel educativo de la persona. O tiene una evolución más rápida de lo esperable. Se habla entonces de deterioro cognitivo leve (DCL), que sería como un estado intermedio, en el límite, entre el envejecimiento normal y la demencia. Cada año el 10-15% de las personas con DCL evolucionan hacia la demencia, cuya forma más habitual es la enfermedad de Alzheimer.
Hay personas que pueden tener una pérdida, incluso importante, de memoria sin presentar ningún otro trastorno neurológico, psíquico o físico. Se habla entonces de deterioro de la memoria asociado a la edad (DMAE). Igualmente hay personas que tienen pequeñas pérdidas en varias áreas cognitivas, pero sin que presenten una alteración funcional doméstica ni laboral. En ninguno de los dos casos puede hacerse un diagnóstico de demencia.
«En relación con el diagnóstico temprano del deterioro cognitivo hay que señalar que los trastornos de la memoria y de la orientación temporo-espacial suelen ser los principales motivos de consulta en las etapas iniciales del deterioro» (Román García et al., 2005: 45).
«Cada caso es único y refleja tanto la individualidad de nuestras vidas como la plasticidad de la enfermedad y su evolución. El deterioro cognitivo puede ser leve y una educación superior puede enmascarar por un tiempo las madejas neurofibrilares que se acumulan en el cerebro» (Ramos Zúñiga, 2014: "Prólogo").
Pérdida progresiva de las funciones superiores del ser humano, fundamentalmente las relacionadas con la memoria, la atención y la velocidad en el procesamiento de la información.